Por Leonardo
Parrini
La estrategia
colombiana de regionalizar el conflicto bilateral que mantiene con su vecino del
norte, Venezuela, fracasó ayer en el seno de la OEA, cuando de 35 países
miembros, solo 17 votaron a favor de reunir a los cancilleres latinoamericanos para
analizar el tema. El conflicto fronterizo colombo venezolano seguirá siendo un
tema bilateral susceptible de analizar, posiblemente, en Panamá, como eventual
país mediador, ya que tampoco Unasur recibirá a las partes mientras que “Colombia
no tiene muchas opciones frente al tema de la frontera”, según el analista
Carlos Patiño. El impasse entre ambas naciones refleja el peor momento de sus
relaciones internacionales, luego de la deportación de 1.097 colombianos de
territorio venezolano a lo que se suma el abandono voluntario de otros 9.800.
El cierre de la frontera agrega un elemento más dramático a la situación de los
desplazados.
Lo que silencia la
prensa
Un hecho
significativo es el sistemático silencio de la prensa colombiana, que ha omitido
referirse a ciertos aspectos que explican el conflicto bilateral entre Colombia
y Venezuela. Por el contrario, ha puesto énfasis en el “drama humanitario” de
los deportados, reduciendo el tema a una “estratagema” del Presidente Nicolás Maduro
a quien se lo ha denostado como “lunático, bruto y ordinario”, al tiempo que han
posicionado a los venezolanos como gente
“tropical y chabacana”.
Los conflictos
de toda frontera se relacionan esencialmente con el comercio entre naciones vecinas,
en términos de contrabando, escasez, precios competitivos, entre otros aspectos
económicos. La realidad de la frontera colombo venezolana no es la excepción,
sin embargo la prensa colombiana silencia aspectos claves del conflicto. En el departmento de Táchira
circulan 160 mil vehículos que consumen “más gasolina que Caracas”, es decir, “un
millón diario de galones de gasolina sale de Venezuela cada dia hacia Colombia”,
comprado a un costo de 200 pesos y que son revendidos a 4.000 pesos en el
territorio colombiano. Un negocio considerado más rentable que el propio narcotráfico
fronterizo. Al contrabando de gasolina
se suma el tráfico de alimentos. Según versión de analistas, “Táchira posee el 4,5 % de la
población venezolana, pero “consume” el 8,5 % del total de alimentos de este
país; es decir, prácticamente la mitad de lo que llega a esta región sigue
derecho hacia Colombia como contrabando. Mientras un litro de leche subsidiado
por el Estado Bolivariano cuesta en 200 bsf, en Colombia lo venden a 14 mil bsf”.
El impacto venezolano
del contrabando hacia Colombia es significativo. Con serios problemas de
abastecimiento el país bolivariano subsidia productos básicos a la población
con una enorme fuga de bienes por su frontera sur. Con productos venezolanos
de contrabando crece “un gran negocio especulativo en Colombia”, el mismo que representa
para Venezuela una pérdida de 3.650 millones de dólares, cifra que supera las exportaciones
de café colombiano en el 2014, que ascendió a 2.473 millones de dólares. Otro
factor económico detonante es el cambiario, con el mercado paralelo de 3.000 casas
de cambio colombianas que a lo largo de la frontera “devalúan artificialmente
el bolívar”. Así, un bolívar equivale a 2.52 pesos colombianos, pero los
cambistas lo venden a 4.8 pesos colombianos; es decir, un kilo de arroz que en
Colombia vale 562 bolívares se compra en Venezuela a 10 bolívares.
Esta situación no
aparece publicada en los periódicos colombianos,
pero tampoco nada se dice de la realidad de Cúcuta, ciudad colombiana fronteriza que
depende totalmente del contrabando venezolano “con un 33% de pobreza, 19% de
desempleo y 80% de informalidad”. El contrabando que es el mal del siglo XXI
favorece a Colombia y a miles de familias colombianas que cruzan diariamente la
frontera a comprar productos baratos que luego revenden a precios multiplicados
en su territorio, mientras el grueso del negocio lo manejan las grandes mafias contrabandistas. Pero esta realidad los diarios colombianos “no la tocan, no
la explican, no la detallan, se quedan solamente con el drama humanitario”. ¿Por qué los medios colombianos no dieron un despliegue
similar a los centenares de miles de desplazados, despojados y desaparecidos
que en los últimos 20 años generó el conflicto de su país? La respuesta es
obvia. Frentre al conflicto fronterizo con Venezuela, la prensa colombiana ha tratado un problema económico social como un tema
político. En tanto, los dirigentes del país cafetalero ahora intentan regionalizar
un conflicto local, pese a la mesura del continente latinoamericano que
hasta el momento lo ha impedido.
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