Por Leonardo
Parrini
La situación de
Venezuela divide al continente, más de lo que en su momento lo hizo Cuba con
los militantes de la izquierda. En aquellos días de los albores de la Revolución
cubana existió mucho más consenso izquierdista,
respecto de que el proceso castrista debía ser apoyado. Un hermoso libro Cuba Sí (1961) del escritor Vicente
Parrini, recogía una antología de poetas chilenos, desde Pablo Neruda al joven
vate Hernán Miranda Casanova- que “cantaban a la revolución cubana”, entre
otras manifestaciones solidarias de intelectuales latinoamericanos con el
proceso revolucionario de la isla de Fidel.
Venezuela no ha
corrido la misma suerte solidaria de parte de la izquierda. El solo hecho de un
enfrentamiento radicalizado en la tierra de Bolívar, divide a los militantes y adláteres
del socialismo internacional, entre quienes simpatizan con la revolución
llanera y aquellos que cuestionan la existencia, por ejemplo, de presos políticos.
Esta situación cuenta con la más supina incomprensión de parte de quienes, con
tal o cual intención, rasgan vestiduras por una democracia y una libertad cuestionables
y relativas en Venezuela.
El militante del
socialismo y ex presidente español Felipe González, decidió ofrecer sus oficios
de abogado de los presos políticos venezolanos en una extraña postura,
conforme sus principios ideológicos. El político aceptó hacerse cargo de la
defensa de “los dos principales presos políticos del régimen chavista a
petición de sus familias: el líder opositor Leopoldo López, encarcelado desde
hace más de un año, y el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, detenido el
pasado 20 de febrero por agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia
(Sebin)”. Los mencionados personajes están acusados de ser responsables del
desenlace violento de las protestas del año pasado contra el Gobierno del
presidente Nicolás Maduro, que se saldaron con más de 40 muertos en las calles.
González justificó en estos términos su intervención en el proceso venezolano: “El Presidente Maduro dice que allí no hay
presos políticos sino políticos presos; yo diría que hay políticos presos por
ser políticos”.
Lagos y su frase
célebre
Ahora un nuevo exponente
del socialismo rasga vestiduras por los presos políticos venezolanos. Ricardo Lagos
Escobar, abogado y ex presidente de Chile -entre marzo del 2000 y marzo del
2006-, se reunió con familiares de los detenidos en Caracas y emitió polémicas declaraciones.
Ideólogo de la Concertación de Partidos por la Democracia, ex ministro de Educación
y Obras Públicas de los democristianos Patricio Aylwin y Eduardo Frei, respectivamente.
Sus obras presidenciales son de dominio público, como los tratados de libre comercio
con EE.UU, Unión Europea y China; y un acuerdo para reformar la Constitución pinochetista
de 1980. En su cuestionada hoja de vida aparece la política de su régimen frente
a las demandas del pueblo Mapuche, el plan Transantiago de transporte público y
la instauración del crédito con Aval del Estado.
Lagos dejó
entrever una confusa postura cuando en el marco de su visita a Caracas dijo: “Es obligación de todos los demócratas de
América del Sur tener claridad de lo que está ocurriendo. Entendemos los
planteamientos que hace el presidente Maduro, pero es indispensable una
solución política...Hay más de 80 presos políticos, creo que debe pedirse que
la Cruz Roja sea aceptada por el gobierno de Maduro para visitar las cárceles y
ver las condiciones en que están los detenidos…No sé si digo una impertinencia,
pero Pinochet aceptó en su momento que la Cruz Roja viniera a Chile…”
La impertinencia
fue dicha y tiene su precio. Un costo político que, suponemos, preocupa al ex
presidente chileno, puesto que comparar a Nicolás Maduro con Pinochet,
insinuando que este último fue “humanista y demócrata”, significa simplemente un
despropósito o desconocer la historia y torcerle la nariz a los hechos
irrefutables provocados por una dictadura sanguinaria, intolerante y antidemocrática
que asoló a Chile durante 17 años. Una dictadura que dejó heridas sin restañar
aun en Chile. Cicatrices de torturas, magullones en el alma nacional por
construir un modelo de sociedad que excluye día a día a enormes sectores de
nuestra sociedad. Y no se trata de una descripción intelectual, sino de una denuncia:
el sistema de concertación chileno –producto del acuerdo entre socialistas y democristianos- ha dejado hacer. Un quehacer secuaz con una democracia a medias
que debe ser cuestionada, porque no se ha tomado el esfuerzo de liberar a Chile
de la inequidad.
Ante la exquisitez
intelectual de la infeliz afirmación del señor Lagos, huelga decir que las posturas
mediáticas hacen mucho daño cuando no van acompañadas de una reflexión
comprometida con los hechos reales. Esa es la mirada de un sistema de dudosa
contextura. Esa es la lógica del sistema neoliberal que “pone a resguardo a
unos pocos, excluye a muchos y condena a los otros a ser los nuevos
sobrevivientes de una lucha impiadosa por el sustento diario”. Este sistema
que la dictadura legó, la Concertación –hoy Nueva Mayoría–, lo consolidó. Lagos ignora un asunto esencial: todo debate sobre
derechos humanos “en Venezuela debería ser abordado con la conciencia aguda del
conflicto que se está dando. Porque los derechos humanos son de todos. También
son de las masas excluidas de Venezuela, que nunca generaron una palabra de
aliento o de indignación por parte de nuestros gobernantes”. Las afirmaciones de
Lagos son, por decir lo menos, indignantes. Lo indigno consiste en pretender estigmatizar
la lucha de un pueblo. Inconsecuentes, porque desdicen una historia de lucha. Por
sus obras los conoceréis, pero si las palabras van más allá de los hechos, ya es
la hora en que los conoceréis de cuerpo entero.
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