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martes, 21 de abril de 2015

VOCES INCONSECUENTES


Por Leonardo Parrini

La situación de Venezuela divide al continente, más de lo que en su momento lo hizo Cuba con los militantes de la izquierda. En aquellos días de los albores de la Revolución cubana  existió mucho más consenso izquierdista, respecto de que el proceso castrista debía ser apoyado. Un hermoso libro Cuba Sí (1961) del escritor Vicente Parrini, recogía una antología de poetas chilenos, desde Pablo Neruda al joven vate Hernán Miranda Casanova- que “cantaban a la revolución cubana”, entre otras manifestaciones solidarias de intelectuales latinoamericanos con el proceso revolucionario de la isla de Fidel.

Venezuela no ha corrido la misma suerte solidaria de parte de la izquierda. El solo hecho de un enfrentamiento radicalizado en la tierra de Bolívar, divide a los militantes y adláteres del socialismo internacional, entre quienes simpatizan con la revolución llanera y aquellos que cuestionan la existencia, por ejemplo, de presos políticos. Esta situación cuenta con la más supina incomprensión de parte de quienes, con tal o cual intención, rasgan vestiduras por una democracia y una libertad cuestionables y relativas en Venezuela.

El militante del socialismo y ex presidente español Felipe González, decidió ofrecer sus oficios de abogado de los presos políticos venezolanos en una extraña postura, conforme sus principios ideológicos. El político aceptó hacerse cargo de la defensa de “los dos principales presos políticos del régimen chavista a petición de sus familias: el líder opositor Leopoldo López, encarcelado desde hace más de un año, y el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, detenido el pasado 20 de febrero por agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin)”. Los mencionados personajes están acusados de ser responsables del desenlace violento de las protestas del año pasado contra el Gobierno del presidente Nicolás Maduro, que se saldaron con más de 40 muertos en las calles. González justificó en estos términos su intervención en el proceso venezolano: “El Presidente Maduro dice que allí no hay presos políticos sino políticos presos; yo diría que hay políticos presos por ser políticos”.

Lagos y su frase célebre

Ahora un nuevo exponente del socialismo rasga vestiduras por los presos políticos venezolanos. Ricardo Lagos Escobar, abogado y ex presidente de Chile -entre marzo del 2000 y marzo del 2006-, se reunió con familiares de los detenidos en Caracas y emitió polémicas declaraciones. Ideólogo de la Concertación de Partidos por la Democracia, ex ministro de Educación y Obras Públicas de los democristianos Patricio Aylwin y Eduardo Frei, respectivamente. Sus obras presidenciales son de dominio público, como los tratados de libre comercio con EE.UU, Unión Europea y China; y un acuerdo para reformar la Constitución pinochetista de 1980. En su cuestionada hoja de vida aparece la política de su régimen frente a las demandas del pueblo Mapuche, el plan Transantiago de transporte público y la instauración del crédito con Aval del Estado.

Lagos dejó entrever una confusa postura cuando en el marco de su visita a Caracas dijo: “Es obligación de todos los demócratas de América del Sur tener claridad de lo que está ocurriendo. Entendemos los planteamientos que hace el presidente Maduro, pero es indispensable una solución política...Hay más de 80 presos políticos, creo que debe pedirse que la Cruz Roja sea aceptada por el gobierno de Maduro para visitar las cárceles y ver las condiciones en que están los detenidos…No sé si digo una impertinencia, pero Pinochet aceptó en su momento que la Cruz Roja viniera a Chile…”

La impertinencia fue dicha y tiene su precio. Un costo político que, suponemos, preocupa al ex presidente chileno, puesto que comparar a Nicolás Maduro con Pinochet, insinuando que este último fue “humanista y demócrata”, significa simplemente un despropósito o desconocer la historia y torcerle la nariz a los hechos irrefutables provocados por una dictadura sanguinaria, intolerante y antidemocrática que asoló a Chile durante 17 años. Una dictadura que dejó heridas sin restañar aun en Chile. Cicatrices de torturas, magullones en el alma nacional por construir un modelo de sociedad que excluye día a día a enormes sectores de nuestra sociedad. Y no se trata de una descripción intelectual, sino de una denuncia: el sistema de concertación chileno –producto del acuerdo entre socialistas y democristianos- ha dejado hacer. Un quehacer secuaz con una democracia a medias que debe ser cuestionada, porque no se ha tomado el esfuerzo de liberar a Chile de la inequidad.

Ante la exquisitez intelectual de la infeliz afirmación del señor Lagos, huelga decir que las posturas mediáticas hacen mucho daño cuando no van acompañadas de una reflexión comprometida con los hechos reales. Esa es la mirada de un sistema de dudosa contextura. Esa es la lógica del sistema neoliberal que “pone a resguardo a unos pocos, excluye a muchos y condena a los otros a ser los nuevos sobrevivientes de una lucha impiadosa por el sustento diario”. Este sistema que la dictadura legó, la Concertación –hoy Nueva Mayoría–, lo consolidó. Lagos ignora un asunto esencial: todo debate sobre derechos humanos “en Venezuela debería ser abordado con la conciencia aguda del conflicto que se está dando. Porque los derechos humanos son de todos. También son de las masas excluidas de Venezuela, que nunca generaron una palabra de aliento o de indignación por parte de nuestros gobernantes”. Las afirmaciones de Lagos son, por decir lo menos, indignantes. Lo indigno consiste en pretender estigmatizar la lucha de un pueblo. Inconsecuentes, porque desdicen una historia de lucha. Por sus obras los conoceréis, pero si las palabras van más allá de los hechos, ya es la hora en que los conoceréis de cuerpo entero.

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