Por Juan Paz y
Miño
Fuente El
Telégrafo/ Fotografía Andes
En medio de las
pasiones de la coyuntura, así como hay quienes se emocionan con la
‘multitudinaria’ marcha de trabajadores, indígenas y movimientos sociales
realizada el pasado jueves 19 de marzo (2015), hay otros que la minimizan y
devalúan con igual fervor.
Pero la toma de
las calles es significativa como recurso de lucha social bien arraigado en la
historia latinoamericana. También hay que reconocer que en la marcha estuvieron
sectores que pertenecen a organizaciones populares y a izquierdas opuestas al
Gobierno. Sin embargo, nadie puede asegurar si, en efecto, representan a las
‘auténticas’ y ‘mayoritarias’ bases de la población, pues no cabe cerrar los
ojos ante la división y hasta debilidad existente entre los propios movimientos
sociales y ante el hecho de que amplios sectores populares y de otras
izquierdas apoyan al Gobierno.
Tratando de
aglutinar a distintos sectores, la marcha levantó una multiplicidad de
reivindicaciones. Puede entenderse que se demande una ley de aguas u otra de
tierras que radicalicen la democratización de los factores de la producción; o
que se cuestione la minería a gran escala, el tratado de comercio con Europa y
la explotación del Yasuní. Es dudoso negar las reformas laborales bajo el
criterio de que todas atentan contra derechos de los trabajadores; así como es
debatible la magnificada ‘criminalización de la protesta social’ o la supuesta
‘persecución’ a dirigentes populares. Es antihistórico pretender el retorno al
libre ingreso a las universidades. El rechazo a las salvaguardias arancelarias
es una posición originada en las cámaras de comercio, que en Quito levantaron
la consigna ‘No al paquetazo comercial’. La oposición a las enmiendas
constitucionales tiene claros propósitos electorales y no es general. Y hubo
protestas para ‘todo’ lo que calce en la coyuntura: el Plan Familia, las
declaraciones del asesor jurídico de la Presidencia, el estilo de las
‘sabatinas’, la ‘libertad’ de expresión, etc. Predominaron las quejas y no las
propuestas.
Impedir que en
la marcha participe ‘la derecha’ no oculta que sus partidos, dirigentes
opositores y reconocidos líderes del empresariado oligárquico la respaldaron y
quisieron aprovecharse de ella. Se escondían sus aspiraciones golpistas o los
cálculos electorales para su futuro triunfo, que abiertamente pretende liquidar
todo lo logrado por la Revolución Ciudadana.
Pero la
multiplicidad de demandas y consignas también es un síntoma de que se han
acumulado motivos para el desengaño, la crítica y la reacción de diferentes
sectores sociales, cuya repercusión política aún es incierta. El desajuste
económico, anunciado por el mismo gobierno, con seguridad levantará nuevos
motivos críticos.
Sin embargo, en
lo de fondo, ¿son los movimientos sociales de oposición y las izquierdas que
los respaldan, capaces de generar la alternativa política o de poder que
represente su deseo de transformación radical para el Ecuador? Cuando así
ocurra, las derechas y el empresariado oligárquico seguro que dejarán de unirse
a sus consignas y marchas.
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