Fotografia El Telégrafo
Por Leonardo Parrini
Una estatua metálica en tamaño natural de un niño
betunero porteño en una calle tradicional de Guayaquil. Un Alcalde en blanca guayabera
sonríe, simulando que el betunero descalzo saca brillo a sus mocasines color
marrón. Una nube de fotógrafos registra la escena. El edil posa, la estatua,
como es lógico, es mudo símbolo que encendió la polémica sobre un hecho,
para muchos, vergonzante.
Una ola de repudio se crece como un tsunami en
las redes sociales, expresión del rehazo ciudadano que provoca la infortunada
imagen. Nebot que
inaugura el monumento al niño lustrabotas es alucinante, es como glorificar esa
vergüenza que es el trabajo infantil...dijo un tuitero,
entre cientos de manifestaciones de crítica a la noticia. En vez de hacer una estatua de un niño con su mochila escolar, vergüenza
de alcalde…concluye otro tuit.
El monumento del “modelo exitoso” que consagra
el trabajo infantil, figura como un elemento turístico de una de las zonas
tradicionales del puerto de Guayaquil: la calle Panamá, antiguo sector
cacaotero en épocas de la Colonia española. La restauración del sector -a un
costo de 3 millones de dólares-, incluye el arreglo de aceras y bordillos de 12
manzanas y la reparación de las fachadas de 113 inmuebles. Para algunos, la obra forma
parte del márketing político socialcristiano.
El presidente Rafael Correa no lo podía creer,
dijo, cuando se enteró de que el burgomaestre porteño posara ante las cámaras, simulando
ser cliente de un niño betunero. Apología a “una
de las más grandes explotaciones sociales que tenemos como es el trabajo
infantil”, alegó el primer Mandatario en la sabatina del 2 de noviembre
emitida desde el barrio La Mena, al sur de Quito. Como guayaquileño rechazo esto (el monumento), qué
vergüenza, esta es la mentalidad de nuestras élites, o sea el betunero como
parte del folclore...concluyó el Mandatario
ecuatoriano. Mientras que para el alcalde Jaime Nebot, representar los oficios en
esculturas costumbristas, simboliza “el esfuerzo y la superación”.
Insulto a la pobreza
La polémica
estatua y la alucinante escena del Alcalde glorificando el trabajo callejero de
un menor descalzo, traen un trasfondo más allá de la ola de opiniones
contrarias. Esta se inscribe como signo en el imaginario de una clase pudiente que
conmisera, paternalistamente, la pobreza
y la sublima como expresión cultural bajo el enchapado de una tradición popular.
¿Qué tiene de folclórico
la estatua del betunero guayaquileño?
Según Néstor
Garcia Canclini, tanto
los tradicionalistas como los modernizadores quisieron construir objetos puros
e imaginaron culturas nacionales y populares "auténticas… semejante difusión
del folclor, porque sus productos mantienen funciones tradicionales (dar
trabajo a indígenas y campesinos) y desarrollan otras modernas: atraen a
turistas y consumidores urbanos que encuentran en los bienes folclóricos signos
de distinción que los bienes industriales no ofrecen".
La estatua folclórica evoca en la figura del betunero guayaquileño un hecho "costumbrista", como
parte de una visión reaccionaria que consagra la tradición, pensada como
"un mecanismo de selección, y aun de invención, proyectado hacia el pasado
para legitimar el presente”. García
Canclini señala que los folkloristas finlandeses buscaban “el rescate como
sentimiento melancólico del pasado traído al presente”. Una construcción
ideológica que persigue despojar a las sociedades de sus identidades particulares
para imponer modelos que uniformen a los grupos sociales y sean estos más
susceptibles al consumo. En otras palabras, -en el caso de la estatua del
betunero guayaquileño-, puro y duro marketing municipal.
Desde otro ángulo,
el hecho reviste una preocupación mayor. Que en pleno siglo XXI se haga una apología
de la miseria y de la explotacion infantiles, es un hecho que debe llamar la atención
en un país que se precia de vivir una revolución ciudadana “camino al Buen
Vivir”. La Declaración de los Derechos
del Niño señala: "La humanidad debe al niño lo mejor que puede darle...El
niño gozará de una protección especial dispondrá de oportunidades y servicios. Dispensado
todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física,
mental, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en
condiciones de libertad y dignidad...El niño debe ser protegido contra toda
forma de abandono, crueldad y explotación".
Consecuentemente,
para la Organización Internacional del Trabajo OIT, la erradicación del
trabajo infantil tiene una prioridad urgente y muy importante ya que durante
siglos el trabajo infantil fue aceptado y era legal, mientras que actualmente,
ésta y otras prioridades forman parte de la declaración de los derechos infantiles. La UNICEF define en
varias características el trabajo infantil denigrante: si se lo practica a una
edad muy temprana, si provoca estrés, si se ejerce en la calle, si no es bien
remunerado, si impide el desarrollo de la escolaridad del niño, si lastima la
moral del menor, si no aporta al desarrollo social y psicológico del niño.
Es un nuevo amanecer en Guayaquil. La figura
del niño betunero es lavada, en horas de la madrugada porteña, por una cansina
lluvia que persiste en limpiar el pecado social de la miseria. Amnesia social consagrada en la mala conciencia
de una clase desplazada que se aferra al poder. Y que ahora, bajo la pretensión de una restauración
conservadora y tradicional, evoca en la triste estatua de un niño marginado, el
estatus de sus odiosos privilegios.
Es preferible que la miseria sea parte del folclor, y no parte de la realidad cotidiana como esta sucediendo con la supuesta revolución que vivimos, basta dar una vuelta por las calles para constatar cientos o miles de niños vendiendo, pidiendo, lustrando zapatos, al frente mismo del palacio de gobierno y en sus alrededores abundan....espantarse de una representación y no importarle a uno la realidad como se llama?
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