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miércoles, 5 de noviembre de 2014

LA MISERIA COMO FOLCLOR


Fotografia El Telégrafo
Por Leonardo Parrini

Una estatua metálica en tamaño natural de un niño betunero porteño en una calle tradicional de Guayaquil. Un Alcalde en blanca guayabera sonríe, simulando que el betunero descalzo saca brillo a sus mocasines color marrón. Una nube de fotógrafos registra la escena. El edil posa, la estatua, como es lógico, es mudo símbolo que encendió la polémica sobre un hecho, para muchos, vergonzante.

Una ola de repudio se crece como un tsunami en las redes sociales, expresión del rehazo ciudadano que provoca la infortunada imagen. Nebot que inaugura el monumento al niño lustrabotas es alucinante, es como glorificar esa vergüenza que es el trabajo infantil...dijo un tuitero, entre cientos de manifestaciones de crítica a la noticia. En vez de hacer una estatua de un niño con su mochila escolar, vergüenza de alcalde…concluye otro tuit.

El monumento del “modelo exitoso” que consagra el trabajo infantil, figura como un elemento turístico de una de las zonas tradicionales del puerto de Guayaquil: la calle Panamá, antiguo sector cacaotero en épocas de la Colonia española. La restauración del sector -a un costo de 3 millones de dólares-, incluye el arreglo de aceras y bordillos de 12 manzanas y la reparación de las fachadas de 113 inmuebles. Para algunos, la obra forma parte del márketing político socialcristiano.  

El presidente Rafael Correa no lo podía creer, dijo, cuando se enteró de que el burgomaestre porteño posara ante las cámaras, simulando ser cliente de un niño betunero. Apología a “una de las más grandes explotaciones sociales que tenemos como es el trabajo infantil”, alegó el primer Mandatario en la sabatina del 2 de noviembre emitida desde el barrio La Mena, al sur de Quito. Como guayaquileño rechazo esto (el monumento), qué vergüenza, esta es la mentalidad de nuestras élites, o sea el betunero como parte del folclore...concluyó el Mandatario ecuatoriano. Mientras que para el alcalde Jaime Nebot, representar los oficios en esculturas costumbristas, simboliza “el esfuerzo y la superación”. 

Insulto a la pobreza

La polémica estatua y la alucinante escena del Alcalde glorificando el trabajo callejero de un menor descalzo, traen un trasfondo más allá de la ola de opiniones contrarias. Esta se inscribe como signo en el imaginario de una clase pudiente que conmisera, paternalistamente, la pobreza y la sublima como expresión cultural bajo el enchapado de una tradición popular.  

¿Qué tiene de folclórico la estatua del betunero guayaquileño?

Según Néstor Garcia Canclini, tanto los tradicionalistas como los modernizadores quisieron construir objetos puros e imaginaron culturas nacionales y populares "auténticas… semejante difusión del folclor, porque sus productos mantienen funciones tradicionales (dar trabajo a indígenas y campesinos) y desarrollan otras modernas: atraen a turistas y consumidores urbanos que encuentran en los bienes folclóricos signos de distinción que los bienes industriales no ofrecen".

La estatua folclórica evoca en la figura del betunero guayaquileño un hecho "costumbrista", como parte de una visión reaccionaria que consagra la tradición, pensada como "un mecanismo de selección, y aun de invención, proyectado hacia el pasado para legitimar el presente”.  García Canclini señala que los folkloristas finlandeses buscaban “el rescate como sentimiento melancólico del pasado traído al presente”. Una construcción ideológica que persigue despojar a las sociedades de sus identidades particulares para imponer modelos que uniformen a los grupos sociales y sean estos más susceptibles al consumo. En otras palabras, -en el caso de la estatua del betunero guayaquileño-, puro y duro marketing municipal.

Desde otro ángulo, el hecho reviste una preocupación mayor. Que en pleno siglo XXI se haga una apología de la miseria y de la explotacion infantiles, es un hecho que debe llamar la atención en un país que se precia de vivir una revolución ciudadana “camino al Buen Vivir”.  La Declaración de los Derechos del Niño señala: "La humanidad debe al niño lo mejor que puede darle...El niño gozará de una protección especial dispondrá de oportunidades y servicios. Dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad...El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación".

Consecuentemente, para la Organización Internacional del Trabajo OIT, la erradicación del trabajo infantil tiene una prioridad urgente y muy importante ya que durante siglos el trabajo infantil fue aceptado y era legal, mientras que actualmente, ésta y otras prioridades forman parte de la declaración de los derechos infantiles. La UNICEF define en varias características el trabajo infantil denigrante: si se lo practica a una edad muy temprana, si provoca estrés, si se ejerce en la calle, si no es bien remunerado, si impide el desarrollo de la escolaridad del niño, si lastima la moral del menor, si no aporta al desarrollo social y psicológico del niño.

Es un nuevo amanecer en Guayaquil. La figura del niño betunero es lavada, en horas de la madrugada porteña, por una cansina lluvia que persiste en limpiar el pecado social de la miseria. Amnesia social consagrada en la mala conciencia de una clase desplazada que se aferra al poder. Y que ahora, bajo la pretensión de una restauración conservadora y tradicional, evoca en la triste estatua de un niño marginado, el estatus de sus odiosos privilegios.  

1 comentario:

  1. Anónimo11/05/2014

    Es preferible que la miseria sea parte del folclor, y no parte de la realidad cotidiana como esta sucediendo con la supuesta revolución que vivimos, basta dar una vuelta por las calles para constatar cientos o miles de niños vendiendo, pidiendo, lustrando zapatos, al frente mismo del palacio de gobierno y en sus alrededores abundan....espantarse de una representación y no importarle a uno la realidad como se llama?

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