Por Leonardo
Parrini
Si por fuerza se entiende poder moral, entonces la mujer es
infinitamente superior al hombre (Mahatma Gandhi)
Es difícil a
estas alturas de la vida hablar de la mujer sin caer en la mitología acicalada
por la demagogia política, el machismo encubierto y camuflado de feminismo, o, simplemente
la falta de realismo por la idealización burda que se hace de la condición de
la mujer. Si la sociedad machista hace
un panegírico de la mujer es, precisamente, por cosificar su imagen con
diversos propósitos destinados a establecer una relación de desigualdad y
dominio de género.
Los mitos
relacionados con la femineidad existen desde tiempos remotos, en los relatos
bíblicos, en los que el rol seductor y fatal de la mujer daría lugar a la
expulsión del Paraíso de la primera pareja integrada por Adán y Eva. El mito de
Eva y la incitación de la manzana, de indudable contenido machista, asignó un
rol de infortunada culpabilidad femenina, asociada a los roles sexuales. A
partir de entonces los papeles sociales, políticos, económicos o familiares,
están marcados por el sentido de culpa que debe ser expiada por la mujer,
condenada a la inferioridad cualitativa de su presencia en el mundo.
Históricamente, un intrincado entramado social, creado por el hombre, relegó a
la mujer a protagonismos secundarios. Mientras las relaciones de poder, de producción
y de guerra recayeron en las manos del hombre, la mujer fue asignada a tareas
“domesticas” de hedónico instrumento sexual, matriz reproductiva y rol maternal,
asociados a labores de organización y ornamento del hogar.
El protagonismo
sexual como fuente de placer y rol uterino de reproducción de la especie, han
marcado para siempre la condición de la mujer en el tejido social. De este
modo, un sistema de valores ideológicos sancionó apologéticamente estos roles,
idealizándolos y confiriéndoles, subjetivamente, sentidos más allá de su
significado concreto. El resultado fue el posicionamiento de la imagen de la
mujer, indisoluble y exclusivamente asociado a la función de hembra reproductora
y de madre.
El conjunto de
las otras actividades de poder y dominación sociales les fueron asignadas a los
hombres, conforme el desarrollo de las fuerzas productivas, la división del
trabajo y la lucha política por la gobernanza y el poder. La
mujer fue quedando relegada de tareas políticas, sociales y laborales claves,
con la consiguiente minusvalía de su fuerza de trabajo y mano de obra no
calificada, en una dinámica de explotación y subyugo laboral de género.
Roles y mitos femeninos
La mitología asociada
a la condición femenina puede ser consignada al menos en tres aspectos predominantes:
roles sexuales, actividades laborales y la violencia de género.
Entre los mitos
asociados a la sexualidad femenina destacan:
Mito uno: la
mujer es fuente unidireccional de placer como objeto de seducción, conquista y estereotipo
sexual. La mujer debe ser seducida por la vía de un romanticismo a ultranza que
exacerbe una supuesta sensibilidad sublimada y sobredimensionada. Así el
discurso romántico es la única puerta de entrada sexual en la condición
femenina. Un mito secundario, asociado al anterior, es que la mujer se hastía
primero que el hombre de su rol sexual pasivo, de territorio conquistable, de
hembra seducible y seducida.
Mito dos: El
deseo sexual de la mujer disminuye considerablemente después de los 40 años. La
realidad según los expertos es que una mujer alcanza su máximo potencial sexual
a los 30 años y se mantiene estable por el resto de la vida.
Mito tres: Una
mujer cansada no le interesa tener sexo. La verdad es que una mujer que se siente extenuada quiere ser
mimada, por eso, no puede resistirse a un hombre que le ofrezca un masaje
seductor que más tarde despertará su apetito sexual.
Mito cuatro: A
una mujer la seduce un hombre que la lleve a cenar a un restaurante muy fino y
lujoso. A una mujer lo que realmente la embelesa es que un hombre cocine para
ella y se tome el tiempo de preparar una cena romántica a luz de las velas.
Mito cinco: Una
mujer necesita tomar una o dos copitas de vino para sentirse más segura de sí
misma y complacer a un hombre en la cama. Una mujer que solo tiene confianza en
la cama cuando esta ebria, es un mata pasión. Lo que verdaderamente enloquece a
un hombre es una mujer que a todo momento, ebria o sobria, se siente cómoda en
su propia piel.
En el orden de
las relaciones laborales, los mitos femeninos más destacados son:
Mito uno: A
medida que envejecen, las mujeres se vuelven más dedicadas y se sienten más
satisfechas. Según un estudio realizado con cuarenta y seis
mil hombres y mujeres, y que duró cuarenta años, las mujeres inician la vida
sintiéndose más satisfechas que los hombres, y luego comienzan gradualmente a
sentirse menos satisfechas con cada aspecto de sus vidas: el matrimonio, las
finanzas, sus posesiones, y hasta la familia.
Mito dos: En el
trabajo, las mujeres están relegadas a posiciones con roles inferiores. En
realidad, un porcentaje más alto de mujeres (37%) tiene trabajos en gerencia o
supervisión, en comparación con los hombres (31%).
Mito tres: La
mayoría de los hombres piensa que el varón debe ser el proveedor primario de la
casa y que la mujer debe ser la principal responsable del hogar y la familia. Hoy día, sin embargo, la cantidad de hombres que piensa asi, se ha reducido.
La opinión sobre qué roles son más apropiados para que desempeñen los hombres o
las mujeres no está determinada hoy día por el género.
Mito cuatro: Las
mujeres preferirían trabajar para otras mujeres. Para la mayoría no es así. De
hecho, casi el doble más de las mujeres quiere trabajar bajo la dirección de
hombres en vez de mujeres, y al restante le da lo
mismo uno o el otro.
Mito cinco: Las
mujeres se sienten más felices cuando tienen hijos. Resulta que los hijos
producen mucho estrés. Todos los estudios que asocian el estrés y la
satisfacción con la maternidad revelan la misma conclusión: las mujeres casadas
con hijos siempre están más estresadas y son menos felices que las
mujeres casadas sin hijos.
Mito seis: Los
hijos quieren pasar más tiempo con las madres. La mayoría
de las madres cree que sí, pero cuando se les preguntó a mil niños entre tercer
grado y el duodécimo grado qué era lo que más querían de sus madres, solo diez
por ciento dijo “más tiempo”. La respuesta más frecuente (34%) fue: Quiero que
mi mamá no esté tan estresada ni cansada.
En las
relaciones de poder y violencia de género, los mitos más frecuentes son los
siguientes:
Mito uno: No
tiene sentido hablar de violencia contra las mujeres, ya que a los hombres
también les pegan. Lo que tiene que hacerse es rechazar la violencia en
general.
Mito dos: A las mujeres les
gusta la violencia, por eso no denuncian los hechos y perdonan al agresor.
Mito tres: Los
tiempos han cambiado y ahora las mujeres tienen mayor acceso a sus derechos.
Mito cuatro: Las
mujeres se visten para provocar a los hombres y luego se quejan si ellos las
agreden.
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