Por Leonardo
Parrini
Cuando el 8 de
octubre de 1967 era capturado Ernesto Guevara, y luego ejecutado en una
humildísima escuelita de la localidad de Higueras, Bolivia, a manos del
ejército boliviano, se cerraba un capítulo de la historia del guerrillero
argentino y nacía el estigma boliviano, asociado al crimen del Che Guevara, como
el país que se negó con su muerte la revolución social y política.
Entrados los años
sesenta Bolivia vivía una de las dictaduras más duras del continente, gobernada
por el General Rene Barrientos que había derrocado al Presidente Víctor Paz
Estensoro y sepultado la revolución de 1952 de clara tendencia nacionalista popular
que llevaba adelante el MNR. Cuando el 7 de noviembre de 1966, el Che consigna
en su diario que se instala en una zona montañosa y selvática en las riberas
del rio Ñancahuazu en el sudeste boliviano, el país vivía una de las peores crisis
políticas, sociales y económicas marcadas por el atraso, la pobreza y la falta absoluta
de libertadores civiles.
¿Por qué Bolivia?
Simple y llanamente porque en el ideario marxista en ese país sudamericano se
daban las condiciones objetivas y subjetivas para hacer triunfar la revolución
social. Y el Che convencido de que había que crear 1,2,3 Vietnam, decide
irrumpir en el escenario boliviano con un puñado de guerrilleros dispuestos a
cambiar las condiciones de vida de ese país imponiendo por las armas el cambio
social. Los porfiados hechos de los que hablaba Lenin dictaminaron lo contrario: un
año después de iniciada la guerrilla, el Che es asesinado y el país ingresa al mito
de la historia del guerrillero heroico dejando las condiciones de miseria,
injusticia, postergación social y políticas intactas
Bolivia de Evo
Habrían de transcurrir tres décadas de marginalidad internacional, injusticia social, retraso económico e inestabilidad política para que el 22 de enero del 2006 asumiera el poder Evo Morales Ayma, un indígena electo por la voluntad popular para manejar los destinos del país. Evo, electo con el 60% de los votos, prometió nacionalizar los hidrocarburos del país, combatir la corrupción y excesos de las multinacionales, permitir el mercado legal de coca e intervenir sin la ayuda de EE.UU. En poco tiempo de gobierno de Morales, Bolivia experimenta cambios alcanzado estabilidad económica y política, con una fórmula que para muchos es más liberal que socialista, pero de impactantes resultados.
El sistema
financiero de Bolivia ha reducido los índices de pobreza al aplicar un modelo
inédito que ha contrarrestado a élites neoliberales. El fundamento de ese
mecanismo, es la redistribución de riquezas entre el pueblo y las clases más
necesitadas. Utilizar el 10 por ciento del PIB en la mejora de las políticas
sociales para sacar a los bolivianos de la pobreza, se traduce en resolver los
problemas sociales conjuntamente con la industrialización acelerada del país. “Bolivia, que históricamente ha sido uno de
los países más desiguales de Latinoamérica, ha logrado reducir sus niveles de
pobreza moderada y extrema al punto de que ya está en camino de construir una
nueva clase media”, afirma en crónica de prensa Luis Arce, Ministro de Economía.
Los indicadores económicos
bolivianos reconocidos aun por el FMI hablan de cifras notables: Hoy, al menos,
el 53% de la población boliviana se autodefine como de clase media, aunque el
Banco Mundial calcula que ese sector solo alcanza el 17%. El referido organismo
sostiene, además, que casi la mitad de los ciudadanos (cinco millones) está
entre la clase media baja y la clase media. Desde el 2006 a la actualidad los
ingresos por la exportación de hidrocarburos aumentaron de US$ 400 millones a
US$ 6,000 millones; durante el mismo periodo, el PIB se triplicó de US$ 9.500
millones a US$ 30 mil millones; el ingreso per cápita se remontó de US$ 1,010 a
US$ 2,750. Esas cifras son las que han permitido que casi el 25% de la
ciudadanía salga de la pobreza; en momentos en que el salario mínimo subió de
US$ 72 a US$ 206 con respecto a 2006. De cara al 2015, el FMI augura para Bolivia que liderará el crecimiento
de America Latina y se ubicará en el según lugar continental. El organismo
financiero internacional da cuenta que el Producto Interno Bruto (PIB) de
Bolivia crecerá 5,2% en esta gestión y 5,0% en 2015, una décima por debajo de
Perú (5,1%).
No sorprende, por lo
tanto, -señala el analista Atilio A. Borón- que un país que tenía déficits
crónicos en las cuentas fiscales haya terminado el año 2013 con 14.430 millones
de dólares en reservas internacionales (contra los 1.714 millones que disponía
en 2005). Para calibrar el significado de esta cifra basta decir que las
mismas equivalen al 47 % del PIB, de lejos el porcentaje más alto de América
Latina. En línea con todo lo anterior la extrema pobreza bajó del 39 % en
el 2005 al 18 % en 2013, y existe la meta de erradicarla por completo para el
año 2025.
A este panorama
auspicioso que pinta el FMI, se suma la estabilidad política del país y una estratégica
alianzas de los sectores revolucionarios con los sectores empresariales en proyectos
de desarrollo concretos en el contexto de un proceso de cambios políticos y sociales
que pone fin a una historia colonial, racista, elitista “que nada ni nadie podía resucitar”. ¿Cuál
es la fórmula de Evo? Haber concebido un país revolucionario y distinto,
prometer cambios profundos, saber consolidar las alianzas estratégicas y cumplir
con lo prometido. ¿Qué lectura habría hecho el Che Guevara de la Bolivia actual,
explotada y humillada por siglos? Es una interrogante suscitadora. La historia
tiene la palabra.
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