Por Leonardo
Parrini
El verbo lo
dice: Restaurar, reponer, restituir, reintegrar y muchas otras palabras
que empieza con el prefijo re y remiten al retorno del pasado. ¿Es eso lo que pretenden
las fuerzas políticas desplazados por el proceso de cambios sociales que vive
el Ecuador, y cuáles serían sus propósitos? En un célebre escrito de Marx, a propósito
de la relación ente el pasado y el presente, se dice que la historia se repite una vez como tragedia y otra vez como
farsa. Cierto o no, cada realidad adquiere en el devenir histórico su propia dinámica
y, en el caso ecuatoriano, sí se ha cumplido otrora aquello de repetir la historia,
al menos como farsa. Hoy día que el Ecuador enfrenta la necesidad de consolidar
un proceso de cambios políticos, sociales y económicos, dados a partir del
proyecto político de la revolución ciudadana,
el régimen habla del peligro de la restauración conservadora. A simple vista
parece una apelación de la propaganda oficial, pero si nos detenemos a observar
ciertos hechos acaecidos en las últimas semanas, y que no tienen conexión entre
sí, aparentemente, es fácil colegir que se trata de acciones concomitantes.
La reunión de
alcaldes que tuvo lugar en Guaranda hace pocos días, convocada por el Alcalde de esa ciudad, Ramsés
Torres del movimiento opositor SUMA, es un signo
ineludible del propósito, legítimo en todo caso, de reunificar fuerzas
contrarias al régimen. Allí estuvieron Jaime Nebot, Alcalde de Guayaquil de opositor
movimiento Madera de Guerrero, y Mauricio Rodas, Alcalde de Quito, de SUMA, además
de un nutrido grupo de Alcaldes y Prefectos del país. Como detalle significativo, el prefecto de Azuay, Paúl
Carrasco, reconoció que esta cita es una de las primeras que logran un acuerdo
conjunto en 7 años desde que lidera el país el Presidente Rafael Correa.
¿De que hablaron?
La agenda abarcó varios temas dentro de la “Declaración de Guaranda”. En su
parte medular se refiere a que “la autonomía política, administrativa y
financiera de los Gobiernos locales constituye una garantía constitucional que
no puede ser vulnerada por ninguna autoridad. Expresar nuestra solidaridad y
respaldo a las autoridades locales que sean objeto de ataques políticos desde
el Gobierno Nacional. Construir una plataforma de apoyos comunes en materia de
aplicación de políticas públicas, programas, proyectos y acciones eficaces y
solidarias”. Otros temas, más bien de carpintería, se relacionan con problemas limítrofes
entre provincias; tarifas del servicio de transporte público; la pretensión
gubernamental de interferir en la competencia de uso y ocupación del suelo; el
respaldo a la reforma de la ley 010, entre otros. En definitiva, la reunión de Guaranda
fue el primer ensayo de recomposición de un frente de acción único para hacer
prevalecer una postura de autonomía y oposición, según el caso, al régimen de Rafael
Correa.
La restauración obrera
En el mes de septiembre, tuvo lugar otro signo de restauración. Esta vez
el movimiento obrero, organizado en las centrales sindicales ecuatorianas y sus
filiales, secundado por grupos sociales, se manifestó masivamente contra la política
laboral del régimen. Intento restaurador de las
gloriosas jornadas del sindicalismo ecuatoriano de los años ochenta, venido
a menos en los noventa y profundamente deprimido en este milenio. Restauración
necesaria, sin duda, porque el movimiento obrero conforma un sector vital de la
dinámica económica, política del país. La marcha del 17 de septiembre fue una manifestación
importante en lo cuantitativo y, más aún, en lo cualitativo. La plataforma exhibida
pone en el tapete un argumento central: los obreros y empleados del país entran
en contradicción con los propósitos del régimen, a partir de una diversa lectura
de su realidad social y de una distinta apreciación sobre sus derechos
sindicales a la huelga, a la política de remuneraciones, entre otros. La marcha fue un hecho mediático destacado a ocho columnas: estudiantes terminan detenidos, autoridades siguen proceso y acusan de instigación a grupos infiltrados, padres de estudiantes, en patética exposicion mediática piden perdón al Presidente Correa para conseguir la liberación de sus hijos. Queda la duda si ese acto lastimero fue espontáneo, o formó parte de una acción orquestada por algún asesor de marketing politico.
Dos restauraciones
distintas
Los dos acontecimientos
mencionados, la reunión de Guaranda y la marcha obrera, representan motivaciones
distintas. Aunque el fin sea el mismo: recomponer fuerzas. No se podría afirmar
responsablemente que los obreros pretenden aupar un movimiento que quiera
deponer al régimen. Ni que los alcaldes reunidos en Guaranda quieren acabar con
la revolución ciudadana, por otro camino que no sea las elecciones del 2017. No
obstante, el Gobierno llama, en alerta a sus fuerzas, a “impedir la restauración”
y para ello forma un frente llamado Unidos, que tiene como objetivo fundamental
la acción política permanente y no sólo la contienda electoral, y en el que “caben
todos los que luchan por la construcción del socialismo del Buen Vivir”. De
acuerdo con la dirigente de Alianza País, Doris Solís, “el nuevo frente
pretende lograr una unidad coherente, que vea más allá de los intereses de cada
organización. Unidos está también integrado por el Partido Socialista-Frente Amplio,
el Partido Comunista del Ecuador, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria,
el Frente Amazonía Vive, y el Movimiento de Acción e Integración Solidaria. Completan
la relación los movimientos Unidad Primero, Autónomo Regional, Centro
Democrático, Pachakutik Chimborazo y Conduce, además de la Juventud Comunista
de Ecuador, Acción Regional por la Equidad, y Alfaro Vive Carajo, exguerrilleros
que recientemente acordaron convertirse en partido político”.
Así establecida la
correlación de fuerzas, cabe una reflexión final. ¿Qué pretende la restauración
conservadora y quiénes se alinean con quiénes? Según el observador Werner Vásquez
Von Schoettler, “la restauración está en la invocación al pasado oligárquico hacendatario
como sistema político de organización social, pero a la vez reclamar la
primacía del idílico libre mercado como el ente encargado de hacer la
redistribución del trabajo, del salario como de las ganancias”.
En esta moral
conservadora basada en la ética del capital, no necesariamente puede haber coincidencia
con el planteamiento económico liberal que, por lo general, forma parte del
ideario de la derecha política. Vázquez sostiene que “para el caso ecuatoriano,
la restauración viene de la mano de invocar la tradición y sus valores:
herencia, casta, linaje, abolengo, etc., como el centro organizador natural de
la sociedad, pero eso sí, esos otros diferentes deben ser iguales en tanto
consumidores de bienes y servicios que ellos ofrezcan”.
La restauración conservadora
trata de una contracultura de la
izquierda, caracterizada por los pujos de quienes quieren revivir un pasado donde
“perduren los patronatos, las beneficencias y la caridad y sus primeras damas
para demostrar la generosidad sanguínea que creen que los acompaña en sus
telúricos sueños de un pasado aristocrático. Defienden la democracia mercantil
como el recurso civilizatorio de la domesticación y la obediencia legitimada en
la fe de la superioridad racial”.
Ante esta realidad
no serán
suficiente los estigmas propagandísticos, las frases amenazante, peor las lecturas
dogmáticas. La nueva coyuntura amerita una clarividencia política con cero márgenes
de error. Puesto que “la restauración conservadora
exhortará a su memoria e historia oligárquica para hacerla pasar como la
historia y la memoria de la ciudadanía; sobre todo para ciertos sectores de la
clase media, afectos y desesperados por labrarse un pasado insigne imaginario”.
Frente a ello, amerita enriquecer la capacitación política y fortalecer la organización
y participación ciudadana. Para que la historia no se repita, esta vez como tragedia,
habrá que comenzar a pensar en la necesidad de restaurar el propio pensamiento revolucionario
en cada uno de los hombres y mujeres adherentes del cambio.
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