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E c u a d o r - S u d a m é r i c a

sábado, 19 de julio de 2014

EL CAMBIO DE MATRIZ HISTÓRICA


 Por Leonardo Parrini

Cierta vez lo dijimos en la ponencia para nuestro texto Decapitar a la Gorgona: la corrupción ¿una moral de la crisis?: existe una moral del Ayllu, una ética de lo colectivo cimentada en las relaciones ancestrales de un comunismo primitivo que imperaba en las sociedades tribales de los territorios preincaicos e incásicos de lo que hoy es Suramérica. Pero esa América morena fue perdiendo su capacidad de auto subsistencia económica y autonomía política, para convertirse en conglomerado de naciones capitalistas desarticuladas entre sí, dependientes de dinámicas mercantiles y culturales impuestas desde latitudes foráneas.

En esa moral colectiva de autosuficiencia se aseguraba la reproducción humana y del propio sistema social, sin las contradicciones abismales que caracterizan a la sociedad de clases. El estándar de vida de los pueblos incásicos de los territorios donde hoy se asientan Perú, Bolivia y Ecuador era boyante, con todo lo necesario para subsistir en colectividad. Esos pueblos habían comprendido la necesidad de organizar la sociedad en función del bien común y habían desarrollado la capacidad de convertir sus recursos naturales en abastecimiento y riqueza; y, por tanto, en bienestar plural.

Pero un mal día llegó el advenedizo hispano, sediento de oro y fama, hambriento de poder y ebrio de prepotente afán de conquista, obseso por imponer la cruz y la espada a contracorriente, avasallando culturas, creencias, tradiciones y modos de vida, sin importar otra cosa que el dominio ipso facto sobre el territorio invadido. Tres siglos de resistencia aborigen no fueron suficientes para impedir la implantación de un sistema de dominación política y económica caracterizado por la servidumbre de la encomienda feudal traída por los españoles al nuevo continente.

Posteriormente a la imposición colonial, la lucha por la Independencia y los procesos de formación republicana no lograron cambiar la matriz histórica de dominación política, explotación económica y exclusión social de los pueblos amerindios. Los criollos habían heredado un sistema de exclusión social basado en los privilegios de casta y apellido, de alcurnia y heredad. Quien intentase subvertir ese orden era asesinado, expatriado, sometido en la hoguera del oprobio. Y las voces que se alzaron en contra de esa realidad fueron silenciadas por el estertor de la ignominia o por el silencio del olvido.

Y así se escribió una historia que consigna dos grandes contradicciones: la del hombre con el hombre en la explotación humana, y la del hombre con la naturaleza en el uso irracional de los recursos a su disposición. El trabajo explotado y la irracional transformación de la naturaleza han caracterizado el modus vivendi de nuestras sociedades subdesarrolladas. El saqueo ha sido la forma tradicional de apropiación social y natural. He ahí el desafío que implica un cambio de la matriz histórica: revertir las relaciones de explotación del hombre por el hombre y del hombre en depredación de la naturaleza.

Ese desafío implica el cambio de la llamada matriz productiva. Pero ese giro transformacional debe suponer un cambio en las relaciones de producción y no solamente del fruto de lo producido, sino esencialmente en la forma de producir y en el uso y tenencia de los medios de producción. En otras palabras, el cambio de matriz productiva es un cambio de matriz histórica, y no sólo una diversificación de la producción, porque conlleva una transformación de las estructuras económicas que debe reflejar, a su vez, una voluntad de cambio político. 

Hoy día, uno de los factores claves de poder está en la capacidad de ejercer soberanía sobre los recursos naturales. Más que nunca esos recursos se convierten en elementos estrategicos de los pueblos en vía de su desarrollo social y económico. Al mismo tiempo, los recursos no renovables como petróleo, oro, plata, carbón, gas natural, madera, agua potable, diamantes, cobre, aluminio, entre otros, despiertan el apetito de las potencias industriales, por la precariedad de dichos recursos en sus territorios, necesarios para mantener su hegemonía económica, geopolítica y tecnológica. 

Una nueva moral social emerge a partir de estas necesidades históricas: ya no es dable seguir siendo territorios ricos, pero rodeados de pobreza. Salir de esa situación es cuestión, en primer lugar de voluntad política, y en segundo lugar, de decisión económica. En eso consiste el proceso de cambio de la matriz histórica. Una dinámica política, social y económica que debe hacernos pueblos libres de dependencias internas y externas, en un acto de soberanía que es preciso reafirmar de manera urgente. Un nuevo orden mundial se perfila, a partir de una nueva correlación de fuerzas y el surgimiento de bloques de conceso regional y subregional. En ese nuevo ordenamiento, el Ecuador encontrará un espacio protagónico, a condición de que haga prevalecer la soberanía popular sobre sus recursos estrategicos, amparado como país en las propias leyes vigentes y, por sobre todo, en la decidida voluntad de sus gobernantes de ejercer esa soberanía en el ámbito nacional e internacional.

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