Por Leonardo Parrini
Era una mañana aciaga. Había muerto ese valioso amigo que fue el
fotógrafo José Julio Barberis, colega, compañeros de estudios universitarios y
de trabajo de Juan Carlos Donoso. De hecho, el guión del film Saudade fue trabajado por ambos en forma
conjunta en su primera etapa; y, además, José Julio sería el fotógrafo de la
película. En el velatorio de su amigo, Juan Carlos presentó un corto documental basado en
fotografías de José Julio, prematuramente desaparecido a causa de una crisis
diabética. Era un himno al dolor, sobre un fondo musical del tema de Pink Floyd,
Wish you were here, en ese inglés británico
tan desgarrador de la voz de David Gilmour. Pocos meses después, mi hija Paula
me solicitó realizar un guión y entrevistas a familiares y amigos de José
Julio, para un documental testimonial que Juan Carlos Donoso editaría. José
Julio y Paula habían sido hermanos de oficios y de sueños; juntos caminaron buena
parte de su actividad como fotógrafos y compartieron un laboratorio -blanco y
negro- improvisado en casa de mi hija. El documental fue proyectado al
cumplirse un año de la muerte de José Julio Barberis y, en esa oportunidad,
tuve la sensación de que mis entrevistas habían servido, -como la masa al
panadero-, para que Juan Carlos armara su propio relato. El joven realizador de
Saudade se traía algo más entre
manos: se proponía y lograba narrar con fuerte dosis de evocadora melancolía,
-al estilo Kundera-, registros de la memoria poética, aquello que amamos con
sentimientos encontrados. El testimonio de vida de nuestro común amigo José
Julio, realizado por Juan Carlos Donoso, iba mucho más allá de ser un homenaje
post mortem. Hoy, cuando salí del Ochoymedio, después de ver Saudade, evoqué la imagen de José Julio
y me pregunté qué hubiera sentido el joven fotógrafo al ver la película de su
camarada.
Saudade evocación e intuición
personal
Esperé deliberadamente que todo el mundo la vea, que
cada quien se hubiera formado una idea y un sentimiento sobre Saudade. Que la crítica formulara lo
suyo y que el propio Juan Carlos respondiera y los gestores culturales la
defendieran, por ser el autor uno de los suyos, y que los entendidos dijeran, como siempre, la última palabra. Y de pronto me
encuentro en la puerta del Ochoymedio con una sensación de abatimiento y debo
decir algo sobre la película, porque para eso vine a verla. Me pregunto, de
entrada, ¿por qué Saudade, ese
vocablo foráneo que expresa un sentimiento afectivo o primario próximo a la
melancolía? Ese grito en sordina que bien
que se padece y mal que se disfruta, como dice el portugués Manuel de Melo.
Y la respuesta no fluye tan rápido como inquiere la pregunta. Hay que ir a
buscarla al fondo de la trama de este filme que sorprende por su inocencia. Y
eso ya es un juicio de valor para un gesto de catarsis de Juan Carlos Donoso,
como ya se ha dicho. Sí, khátarsis,
purificación emocional del autor-director en su opera prima. ¿Catarsis de qué,
cuál es el pecado por expiar? Revolvernos la memoria con el dedo acusador sobre
un hecho del que todos somos culpables: la crisis bancaria de fines de los años
noventa. Culpables por haber dejado en la impunidad al grueso de los culpables.
El pecado de Saudade es evocar con desordenada nostalgia,
es agitar los recuerdos como la bruma a manotazos. ¡Qué otro pecado puede
haber, al espantar nuestros propios demonios! La historia de Miguel, adolescente
de 17 años que de repente ve cómo “su familia se fragmenta y su estilo de vida
se altera radicalmente en medio de una grave conmoción social, económica y
política”, es la historia de miles de adolescentes ecuatorianos. El
pecado de Saudade es haber
desmesurado la cruda realidad de un trozo de historia pendiente de saldar como
culpa nacional. De aquellos pecados
expía sus culpas Juan Carlos, y se
purifica en la evocación personal y colectiva, con un chapuzón de verdad y
honestidad narrativa ¿0 el cine no tiene una responsabilidad explícita con la memoria?, se pregunta Donoso. ¡Vaya que si la tiene! El cine es memoria. Aunque las películas no se
hagan “por necesidad histórica, sino por
intuición personal”, como anticipa Juan Carlos. Esa misma intuición que nos
empuja a repensarnos, a ver el revés de las cosas, a resarcir la saudade frente
a la oscura sensación de perder para siempre lo perdido en “un “país descalabrado, desgarrado cultural y espiritualmente”. En
ese sentido, -comparto la visión de Juan Carlos sobre su obra- Saudade es una película de crecimiento,
sobre el crecer en la vida y aprender a crear para poder seguir viviendo; un
principio poético. Pero agrego, sin ambages, Saudade es ya también un principio político que fija las banderas
sobre un terreno fangoso, como “la única
forma de seguir construyendo algo sobre la apatía y el egoísmo y sobre las
medias tintas”, que Juan Carlos Donoso debate de manera frontal.
En Saudade todo lo dicho fue construido,
probablemente, con un lenguaje cinematográfico de aciertos y desaciertos; de
aquello que elucubren los “entendidos”. Al fin y al cabo, todos tienen derecho
a contar sus historias “cuando quieran y
cuando puedan”, como dice Donoso, y nosotros agregamos: cómo puedan. Juan
Carlos lo hace a partir de su juventud, de una versión tamizada de la vida por
una mirada pura, pero nostálgica, en un deliberado intento por entenderse con
su generación. Una ralea de muchachos y muchachas que desconocen gran parte del
pasado del país, porque les resulta mucho más apasionante el vertiginoso
presente tecnocrático y, más excitante, el futuro incierto. En esa desconstrucción del pasado, Juan Carlos
Donoso está cimentando porvenir en la posibilidad de fomentar memoria histórica
a través del cine, de su cine
adolescente que es nostalgia pura.
No he visto la obra, pero considerando el cine un arte visual, no se le puede pedir contenidos politicos o sociologicos ni morales (que tambien podria incluir) ya que el Arte es una expresion libre y subjetiva, entonces llega a quien llega y las percepciones seran tantas como espectadores. Como siempre mucha tela que cortar!
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