Por Leonardo Parrini
La Negra Sosa, tiene un tema clásico cuya
letra, de icono revolucionario se convirtió en aspiracional social de la
derecha: Cambia, todo cambia. Y no
porque la Negra se haya dado vuelta la chaqueta política y convertido en juglar
de las cortes reaccionarias. Todo lo contrario, es la derecha la que de tanto
conservadurismo termina aspirando cambios políticos, sociales y económicos para
que todo siga como siempre. Esto querrá decir que la política se mantiene inamovible,
la sociedad impermeable a las transformaciones o que la historia se repite,
como tragedia o como farsa, en un tiovivo que da vueltas con la apariencia de
evolucionar en sus giros. Si tuviéramos la oportunidad de revisar un inventario
de demandas sociales, de reivindicaciones populares, de promesas incumplidas de
hace un siglo, veríamos que aquello que se dijo ayer es lo mismo que se dice
hoy, con ciertas variantes semánticas nada más. Por eso Lampedusa tiene razón: es preciso que algo cambie para que todo
siga igual. Como un enroque en un tablero de ajedrez para salvar al Rey.
Ayer se demandaba libertad, hoy se reclama
falta de libertad, como una heredad maldita que se transmite de generación en generación. Ayer se denunciaba injusticia social y
hoy esa lacra sigue intacta y el reclamo popular es el mismo de antaño. Como si
la sociedad tuviera un sustrato inamovible, un magma espeso que se revuelve en sí
mismo como melcocha. Es el trasfondo estructural del capitalismo que no ha evolucionado
para mejor, que sólo cambió en las apariencias materiales, técnicas, pero que en
el fondo sigue siendo el sistema de contradicciones insuperables.
Es que en el meollo, parece haber una involución
de la humanidad hacia estados menos avanzados de la política, entendida ésta como
convivencia democrática, espacio de justicia y escenario de libertad. ¿Quién podría
afirmar que luego de la caída del muro de Berlín, y con ese símbolo, el propio derrumbre del socialismo real el mundo es más equitativo? ¿Quién podría decir que en
esta etapa del capitalismo monopólico la humanidad es más feliz? Nadie puede
sostener, sin rubor en la cara, que luego de la disrupción tecnológica, que nos
da la falsa idea de vivir en una aparente aldea global, el mundo es más
incluyente.
Las demandas en los foros internacionales de
ayer son las demandas en los foros internacionales de hoy: equilibrio político,
equidad en los mercados, integración regional, desarrollo social, poner fin al
hambre, acabar con las guerras, y un largo etc. ¿Esto querrá decir que marcamos
el paso, que no hay tal sentido de evolución? Algunos dirán que hoy todo es más
limpio, más ecológico, más ordenado gracias a la cibernética. Más encantador,
porque ahora con sólo dar touch a la
pantalla tenemos todo al alcance de nuestros ojos, sino de nuestras manos. El
mundo se ha convertido en un gran escaparate de mercancías que pretenden hacer
la vida más fácil a cuenta de despersonalizar nuestras relaciones humanas.
La post modernidad es la gran tramoya de una
enorme superproducción de abalorios y de sueños rotos. Estamos solos en un mundo
de apariencias, de mímesis y simulacros en la acción política y en la gestión economía,
en la dinámica social y en la producción cultural, mientras que la realidad
concreta anda por otro andarivel. Incluso los esfuerzos por mantener las mismas
deidades, son estériles: Dios ha muerto, pero no de muerte filosófica -como pregonara
Nietzsche-, sino de muerte moral y vergüenza espiritual. En este show de las
representaciones estamos condenados a la confusión y el sentido del ser se volvió
un juego de analogías. La tautología es la manía
de la posmodernidad, en que todo pretende ser explicado por sí mismo, como el
perro que gira y gira, en pos de morderse la cola. La individualidad es exacerbada
hasta las náuseas, con un solo propósito: existe el denodado esfuerzo por desacreditar
lo colectivo. Ahora ya no se trata de integrarnos a lo social para
domesticarnos, se trata de todo lo contrario: desintegrarnos, individualmente, para
mantenernos bajo el dominio.
¿Y los cambios? No, los cambios muriendo
con las utopías, ahora es cosa de ajuste
de cuentas con el pasado. La época de oro de las ideas es apenas una cursi reminiscencia
ideológica. ¿Quién, sin bochorno, se atreve a decir que sigue en la práctica
las enseñanzas de los grandes libros que ayer iluminaron la historia de la humanidad?
Para qué, si tenemos hoy el Wikipedia, completo, accesible y gratuito. Vivimos
un remedo de historia, una cultura mágica
de trucos y hechizos ideológicos. Por eso es que hoy nada cambia, como pide la
Negra Sosa, aunque en este juego de espejismos salgamos a la calle y vayamos a
vivir una vorágine citadina de locura. Por eso volver a reivindicar los referentes
de dominación y resistencia, es el camino
frente a una sociedad que precisa que algo cambie para que todo siga igual, una
vez como tragedia y otra como farsa.
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