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martes, 25 de marzo de 2014

CAMBIA, ¿TODO CAMBIA…?



Por Leonardo Parrini

La Negra Sosa, tiene un tema clásico cuya letra, de icono revolucionario se convirtió en aspiracional social de la derecha: Cambia, todo cambia. Y no porque la Negra se haya dado vuelta la chaqueta política y convertido en juglar de las cortes reaccionarias. Todo lo contrario, es la derecha la que de tanto conservadurismo termina aspirando cambios políticos, sociales y económicos para que todo siga como siempre. Esto querrá decir que la política se mantiene inamovible, la sociedad impermeable a las transformaciones o que la historia se repite, como tragedia o como farsa, en un tiovivo que da vueltas con la apariencia de evolucionar en sus giros. Si tuviéramos la oportunidad de revisar un inventario de demandas sociales, de reivindicaciones populares, de promesas incumplidas de hace un siglo, veríamos que aquello que se dijo ayer es lo mismo que se dice hoy, con ciertas variantes semánticas nada más. Por eso Lampedusa tiene razón: es preciso que algo cambie para que todo siga igual. Como un enroque en un tablero de ajedrez para salvar al Rey.

Ayer se demandaba libertad, hoy se reclama falta de libertad, como una heredad maldita que se transmite de generación en generación. Ayer se denunciaba injusticia social y hoy esa lacra sigue intacta y el reclamo popular es el mismo de antaño. Como si la sociedad tuviera un sustrato inamovible, un magma espeso que se revuelve en sí mismo como melcocha. Es el trasfondo estructural del capitalismo que no ha evolucionado para mejor, que sólo cambió en las apariencias materiales, técnicas, pero que en el fondo sigue siendo el sistema de contradicciones insuperables.

Es que en el meollo, parece haber una involución de la humanidad hacia estados menos avanzados de la política, entendida ésta como convivencia democrática, espacio de justicia y escenario de libertad. ¿Quién podría afirmar que luego de la caída del muro de Berlín, y con ese símbolo, el propio derrumbre del socialismo real el mundo es más equitativo? ¿Quién podría decir que en esta etapa del capitalismo monopólico la humanidad es más feliz? Nadie puede sostener, sin rubor en la cara, que luego de la disrupción tecnológica, que nos da la falsa idea de vivir en una aparente aldea global, el mundo es más incluyente.

Las demandas en los foros internacionales de ayer son las demandas en los foros internacionales de hoy: equilibrio político, equidad en los mercados, integración regional, desarrollo social, poner fin al hambre, acabar con las guerras, y un largo etc. ¿Esto querrá decir que marcamos el paso, que no hay tal sentido de evolución? Algunos dirán que hoy todo es más limpio, más ecológico, más ordenado gracias a la cibernética. Más encantador, porque ahora con sólo dar touch a la pantalla tenemos todo al alcance de nuestros ojos, sino de nuestras manos. El mundo se ha convertido en un gran escaparate de mercancías que pretenden hacer la vida más fácil a cuenta de despersonalizar nuestras relaciones humanas.

La post modernidad es la gran tramoya de una enorme superproducción de abalorios y de sueños rotos. Estamos solos en un mundo de apariencias, de mímesis y simulacros en la acción política y en la gestión economía, en la dinámica social y en la producción cultural, mientras que la realidad concreta anda por otro andarivel. Incluso los esfuerzos por mantener las mismas deidades, son estériles: Dios ha muerto, pero no de muerte filosófica -como pregonara Nietzsche-, sino de muerte moral y vergüenza espiritual. En este show de las representaciones estamos condenados a la confusión y el sentido del ser se volvió un juego de analogías. La tautología es la manía de la posmodernidad, en que todo pretende ser explicado por sí mismo, como el perro que gira y gira, en pos de morderse la cola. La individualidad es exacerbada hasta las náuseas, con un solo propósito: existe el denodado esfuerzo por desacreditar lo colectivo. Ahora ya no se trata de integrarnos a lo social para domesticarnos, se trata de todo lo contrario: desintegrarnos, individualmente, para mantenernos bajo el dominio.

¿Y los cambios? No, los cambios muriendo con  las utopías, ahora es cosa de ajuste de cuentas con el pasado. La época de oro de las ideas es apenas una cursi reminiscencia ideológica. ¿Quién, sin bochorno, se atreve a decir que sigue en la práctica las enseñanzas de los grandes libros que ayer iluminaron la historia de la humanidad? Para qué, si tenemos hoy el Wikipedia, completo, accesible y gratuito. Vivimos un remedo de historia, una cultura mágica de trucos y hechizos ideológicos. Por eso es que hoy nada cambia, como pide la Negra Sosa, aunque en este juego de espejismos salgamos a la calle y vayamos a vivir una vorágine citadina de locura. Por eso volver a reivindicar los referentes de dominación y resistencia, es el camino frente a una sociedad que precisa que algo cambie para que todo siga igual, una vez como tragedia y otra como farsa.

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