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lunes, 10 de marzo de 2014

DESNUDO A LA LIBERTAD FEMENINA


Por Leonardo Parrini

Entre las diversas opiniones sobre el Día de la Mujer, me hizo falta en un mar de congratulaciones y parabienes difundidos en medios informativos y redes sociales, una reflexión sobre la mujer y su libertad personal. Condición que chapotea en esa pantanosa zona en la que una cultura patriarcal pretenden sumergir a la mujer: el amor sexual. Diversas publicaciones hacen hincapié en el carácter afectivo de la conducta femenina; en su pertenencia a un mundo de subjetividades en el que poca cabida tiene la racionalidad volitiva de la mujer: Ser mujer connota lo figurado antes que lo literal, porque lo femenino abre infinidad de sentidos, de formas, de acciones y misterios. Sentimiento antes que razón. Estas palabras corresponden a Mireya Darder, psicóloga del Instituto de la Gestalt de Barcelona, cuyo libro Nacidas para el placer. Instinto de sexualidad en la mujer plantea una visión realista e innovadora sobre la condición femenina.

Si tanto las mujeres como los hombres nos guiáramos en las relaciones únicamente por el placer, nos ahorraríamos mucho sufrimiento y dolor, escribe la autora, reivindicando el derecho femenino al pleno ejercicio de la plenitud corporal y espiritual que otorga el buen sexo. El mensaje va dirigido como un dardo a las tantas mujeres “que priorizan la seguridad a la satisfacción sexual”, en una sociedad posmoderna que oscila entre el hedonismo y la hipocresía, como un péndulo que coquetea con dos extremos aparentemente irreconciliables. En ese contexto de voluptuosidad individual y recato social hay mujeres atrapadas en el dilema de vivir el amor y el deseo a plenitud con el hombre que despierta su plenitud sexual o cobijarse en el amparo material del proveedor que les proporciona seguridad. La propuesta de Darder es innovadora: Muchas mujeres nos sentiríamos más libres en una sociedad en la que se permitiera más pluralidad de roles y para ello sugiere “la valentía de vivir plenamente las sensaciones corporales, dejar que afloren y aceptarlas sin juicio”. He ahí un primer escollo. La sociedad patriarcal que impera, reprime el libre albedrio de la mujer, su libertad de elección a dicha pluralidad de roles. Lo demás viene por añadidura, juzgamiento moral, conculcación de sus derechos reproductivos y censura de género con exclusión familiar y social.

Nos obstante, esta incitación a recuperar poder femenino desde el instinto, pasa por un proceso de aprendizaje -sugerido por Darder-, en la perspectiva de aprender a lidiar con la actitud masculina de censura, puesto que muchos hombres no están preparados para relacionarse con sus compañeras desde esa realidad. No existe un contexto propicio para que la mujer canalice “el instinto hacia el placer”, ya que esta propuesta inusual en la sociedad choca con la tendencia generacional de mantener bajo control o simplemente inhibir, lo que Darder llama “la capacidad superior que tenemos las mujeres para el goce”.

El derecho a la libertad de la mujer está atravesado por el tema de la fidelidad. Estado que supone una constante negociación en pareja, acerca de dónde empiezan y terminan los límites del compromiso de ser fiel. Su propuesta consiguiente es clara y referida al derecho que tiene cada mujer de “desarrollar su potencia y respetar su naturaleza primigenia”. He ahí el segundo escollo. Compelida la mujer a un rol de segundo plano, teme a su propia libertad. Temerosa de ejercer su libre albedrio y poder de decisión prefiere, en general, supeditarse a ser “controlada” por la normativa social. Así asume preceptos y normas que regulen su comportamiento social e individual, con el agravante de que eso supone entregar un gratuito argumento a las conductas sexistas del patriarcado imperante. La fórmula sugerida tiene sus bemoles: es más fácil acomodarse en posiciones conocidas y admitidas, aunque supongan frustración y renuncia, dice Darder.

Mientras escribo esta nota un hecho significativo ocurre en París. Un grupo de mujeres militantes musulmanas se desnuda en la calle, para exigir derechos de género contra la opresión masculina en sus países. Los cuerpos de las manifestantes portan eslóganes como "game over" o "libertad". Otras resaltan sus pechos con flechas insinuantes en las que dice que nadie puede mandar sobre sus cuerpos.

Este símbolo bien ilustra lo que queremos concluir. Es preciso que la mujer en la sociedad posmoderna se desnude de prejuicios, se abra a nuevas perspectivas que permitan vislumbrar una mayor justicia de género. Se trata de que las mujeres nos lancemos a curiosear, a experimentar, a explorar y a buscar más allá de lo que ya sabemos o nos han dicho que hiciéramos, sin excluir el campo sexual, propone Darder. Búsqueda que sin duda supone desdudarse, vencer las dudas acerca de su propia capacidad de dar respuestas a su vida personal. Esa búsqueda, más temprano que tarde, deberá provocar perentorios encuentros vitales de la mujer consigo misma.  

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