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miércoles, 12 de marzo de 2014

MICHELLE DE CHILE…CONTRA LA DESIGUALDAD


Por Leonardo Parrini

Dicen que nunca segundas partes fueron buenas. La nueva Presidenta chilena tiene que demostrar lo contrario. Ese el desafío de la pediatra de 62 años, Michelle Bachelet que asume por segunda oportunidad la Presidencia de Chile: hacer un buen gobierno, sin rimbombantes promesas, pero con decisión de cumplir lo prometido. El segundo mandato de Bachelet marca el retorno de la izquierda y la socialdemocracia unidas al poder en el país del sur, luego del fracaso de la derecha conservadora y hereditaria de las políticas del pinochetismo que aun deambula como fantasma en Chile.

Luego de la transmisión del mando, Michelle asomó al balcón de la casa de gobierno, La Moneda, allí mismo donde habló por última vez Salvador Allende hace 40 años y dijo lo previsto, según los observadores, pero con la sinceridad de dar cumplimiento a una plataforma programática que se propone disminuir la enorme desigualdad de país con la mayor inequidad del mundo. No en vano la Presidenta chilena dijo que "el único adversario de Chile se llama desigualdad”, como lastre dejado por el Gobierno del mandatario saliente Sebastián Piñera que, en el mejor de los casos profundizó las injusticias sociales en el país de Neruda.

Entre los objetivos planteados por la nueva Mandataria socialista, contempla “dejar un país más justo”, al término de su gestión. Por eso Bachelet volvió a resaltar la importancia de una gran reforma que garantice la educación gratis de calidad. Su nuevo mandato inicio al recibir la banda presidencial de manos de Isabel Allende, hija del presidente mártir. Allí estaban dos mujeres víctimas de la represión a sus padres, muertos a instancias de la dictadura. Michelle, hija de Alberto Bachelet, militar de la FACH, fuerza aérea chilena fue ejecutado en 1974 en tortura, luego de ser apresado por sus propios compañeros de armas sumados al golpe fascista del 11 de septiembre de 1973. Isabel, hija mayor de Salvador Allende que vivió el horror de los últimos momentos de su padre en La Moneda, poco antes de suicidarse asediado por el fuego militar.

El nuevo rostro de Chile

Al cambio de mando en Chile, se dieron cita el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, el uruguayo José Mujica, la argentina, Cristina Fernández, la brasileña, Dilma Rousseff, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden y Felipe de Borbón, entre otros dignatarios. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, desistió del viaje, sin explicar la razón. Afuera del Congreso localizado en el puerto de Valparaíso, una fresca mañana otoñal fue el escenario para que estas dos mujeres hijas de mártires, asumieran el poder en Chile. Isabel Allende era designada Presidenta del Senado y Michelle Bachelet, Presidenta de Chile. Ante la pregunta de Isabel: “Señora presidenta electa, ¿jura o promete desempeñar fielmente el cargo de presidente de la República? Michelle respondió: Si prometo, sin juramentos de visos religiosos.  

El nuevo gobierno de Bachelet buscará introducir cambios en el modelo neoliberal que puso en marcha Pinochet y que se asentó durante las administraciones de la Concertación (1990-2010) y de Sebastián Piñera (2010-2014). La nación sudamericana “experimenta una desaceleración económica y ciudadanos cada vez más conscientes de sus derechos”, quienes desde el primer día le exigirán que cumpla su ambicioso plan de gobierno. Uno de los cambios consiste en eliminar las brechas en la distribución del ingreso, como la mayor promesa de Bachelet. Para conseguirlo tiene que grabar más impuestos a las empresas, mejorar las pensiones y los servicios de salud. Y sobre todo, dar cumplimiento a una aspiración muy sentida por la juventud chilena: educación universal gratuita. Al final del primer día de gobierno de la Bachelet, un aire flota en el ambiente: Michelle tiene una segunda oportunidad, pero en un país llamado Chile, de muy poca paciencia.

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