Foto Andes
Por Leonardo Parrini
Amantes como somos de las
palabras, prodúcenos vértigo su uso inadecuado. Uno de los términos con mayor
prestigio del diccionario es la palabra
vanguardia, procedente del francés avant-garde
y acuñada para denotar "parte de ejército o fuerza armada que va
delante del cuerpo principal”. De allí emerge la connotación de
vanguardia, como aquello que se adelanta
al resto y rompe paradigmas y barreras.
Vanguardia es también el nombre de una
revista ecuatoriana, publicada por la empresa Editorial Gran Tauro Cia Ltda, que forma parte del consorcio
mediático integrado por Diario La Hora, SatNet, TV Cable, Revista Vanguardia y
cadena de radios Planeta. Vanguardia anunció
en un documento titulado Censura a
Vanguardia que hoy, 1 de julio, emite su último número, el 398. Y lo hace
en medio de una polémica acerca de las verdaderas razones que motivaron a sus
dueños a poner fin a la edición impresa de la revista.
Entre los
porqués del cierre, los dueños de Vanguardia
señalan la vigencia de la Ley de Comunicación en Ecuador. Este argumento
encontró eco inmediato en la Sociedad Interamericana de Prensa SIP, que en un
comunicado señaló que “con la
nueva ley, la revista Vanguardia, que
desde su nacimiento hace más de siete años desarrollaba investigaciones
periodísticas sobre temas de actualidad, simplemente ha quedado inhabilitada de
hacer su tarea”. De hecho, la carta emitida por los dueños de la agonizante
revista explica la decisión de no aceptar “las
disposiciones de la ley, por las que el Gobierno de Ecuador puede determinar
los temas que debe abordar”, nombrar a “un
comisario censor” y prohibir la publicación de noticias judiciales “hasta que exista sentencia ejecutoriada de
última instancia”.
Los dueños de Vanguardia “tampoco están dispuestos a cumplir las nuevas normas que impiden
reseñar asuntos penales y de corrupción, obligan a los medios a asumir
responsabilidad por las opiniones de terceros, habilita al Estado a disponer
cómo se titulan los artículos y encarga a un superintendente designado por el
presidente Correa a supervisar, fiscalizar y sancionar a la prensa que se salga
de la línea oficial”, explicó la SIP. En su escrito, los directivos de
Vanguardia añadían que “no lo toleraremos
jamás”, porque “sería indigno y
contrario a los valores que defendemos”.
Acto seguido la SIP emite su juicio de valor en una inducida conclusión: “Es comprensible la reacción de la revista Vanguardia ante el panorama de cerrojo a la libertad de prensa impuesto por la ‘ley mordaza’ de Correa…El régimen de Correa hace con la libertad de expresión en Ecuador lo mismo que hacían las dictaduras sudamericanas de los años ‘70 y ‘80”, afirmó Claudio Paolillo, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP.
La otra cara de la moneda
Hechos son amores y no buenas
razones, dice el pueblo en su sabiduría. Luego de las declaraciones emitidas por los
propietarios de Vanguardia y aupadas
por la SIP, el equipo periodístico de la revista encabezado por su redactor jefe,
Juan Carlos Calderón, desmiente las causas argüidas por los accionistas.
Calderón se muestra en desacuerdo con la decisión de cerrar la revista,
señalando que “no se puede hundir el
barco antes de enfrentar la tormenta”. Calderón descartó que la Ley de Comunicación
sea el motivo para poner fin a la revista, ya que "el equipo de periodistas viene trabajando en condiciones
difíciles desde hace mucho, sabe cómo trabajar frente a las adversidades y
seguir trabajando con mística y profesionalismo".
Los trabajadores de Vanguardia, según manifestaron, no saben
cuándo podrán percibir los haberes por concepto de liquidación de su fuente de
trabajo. Juan Carlos Calderón, contó en versión de prensa que Francisco
Vivanco, dueño de la revista, “al
referirse a las liquidaciones, señaló que debían ser negociadas, pues la
empresa enfrenta problemas económicos”, y no descartó la posibilidad de que
los empleados decidan acudir ante un inspector del Ministerio de Relaciones
Laborales para iniciar un proceso administrativo.
El periodista Rubén Darío Buitrón
menciona en su blog que cerrar la revista Vanguardia
“es la decisión más cobarde de la década”,
según afirmación de sus propios reporteros. Buitrón dice que “no creo
que un medio deba ser “anti” ni “pro”, Y puntualizó: “Sin eufemismos (lo que en realidad pasó es que) dejó sin trabajo a
diez periodistas y usó como pretexto la Ley de Comunicación”. En seguida afirma
que el ex editor Iván Flores, le señaló en respuesta: “La redacción no comparte el ‘pretexto’ de la ley. Y peleó por ello”. Buitrón
se pregunta: ¿Por qué no
enfrentar ahora el desafío del buen periodismo, o sólo hay que hacerlo cuando
es fácil redactar y publicar sin rendir cuentas al público?
Los colegas periodistas de Vanguardia estarán de acuerdo, y así lo
han demostrado, con la afirmación del periodista polaco Ryszard Kapuscinski que
“el periodismo no es un trabajo o una
profesión, es una vocación”. Su valiente disposición de mostrarse en
desacuerdo con sus patrones habla de su firme vocación.
En su intervención sabatina
reciente, el Presidente Rafael Correa salió a la palestra sobre el tema
denunciando que la revista Vanguardia cayó
en irregularidades laborales, pues “no
pagaban a sus trabajadores, estaban atrasados con el IESS, Instituto
Ecuatoriano de Seguridad Social” y llamó al Ministerio de Relaciones
Laborales para garantizar que ante el cierre del medio, éste cumpla con todas
sus obligaciones adquiridas con los trabajadores.
El Presidente Correa también
denunció que revista Vanguardia mentía
a sus lectores y auspiciantes: “Para
vender publicidad revista Vanguardia decía que tenía 25 mil ejemplares, 15 mil
ejemplares y la verdad es que si llegaban a cinco mil es mucho” engañando a
sus patrocinadores manifestó el jefe de Estado y dijo que con la aplicación de
la Ley de Comunicación, recientemente publicada en el Registro Oficial, en la
que los medios impresos están obligados a revelar su tiraje y el Consejo de
Regulación y la Superintendencia pueden auditar, “se les acabo la fiesta”.
La polémica continúa
confirmando la sentencia de Mario Vargas Llosa: El periodismo es una manera
de opinar, de participar en el debate político, social o cultural. Pero, como reafirma el Premio Nobel de
Literatura peruano, para ciertos medios informativos, “no se trata, pues, de combatir una “mentira”, sino, en efecto, de
satisfacer esa curiosidad morbosa y malsana de la civilización del espectáculo,
que es la de nuestro tiempo, donde el periodismo, como la cultura en general,
parece desarrollarse guiado por el designio único de entretener”
En medio de la “entretención” mediática resulta urgente
revalorizar las palabras, como dejó escrito ese maestro del idioma que es Jorge
Luis Borges: que las palabras sean no sólo un medio de comunicación, sino
símbolos mágicos y música. La palabra vanguardia seguirá siendo sinónimo de
avanzada y no una falacia de los hechos y, menos, de las propias palabras.
Mas claro no canta un gallo, utilizar falacias y encubrir la verdad para justificar una muerte anunciada, no solo que es una traición para los periodistas que trabajan en la Revista, sino también, para aquellos lectores que partiendo de una militancia ideológica contraria al gobierno, han quedado desprotegidos de su vínculo político y argumental. Muy bueno el artículo y su análisis.
ResponderEliminarDon Leonardo, concuerdo con usdted, pero a esos "supuestos periodistas honestos y sufridos de la ex- vanguardia " TAMPOCO ASI.. ahora si sacan las garras de la traicion cuando no tienen su dinero mensual y liquidaciones.. antes le defendian al Vivanco a capa y espada , por favor esa gente no sirve para NADA, una sola moral, una sola palabra. Vivanco por ultimo es un vivaracho sinvergueza.. y sus antiguos empleados son dos caras, QUIEN ES MEJOR??
ResponderEliminarAtentamente
Jorge Vasconez
Desde Quito