Quien siembra tormentas, cosecha tempestades. Esta afirmación popular
bien puede interpretar la actual situación de la península coreana donde las
tensiones político militares de las últimas semanas han reactivado el peligro
nuclear. La península está situada
en el este de Asia, entre el mar de Japón y el mar Amarrillo; limita al norte
con China y al sur con Rusia, y se mantiene políticamente dividida entre los estados de
Corea del Sur y Corea del Norte que sostienen relaciones de compleja vecindad.
La amenaza planteada por el régimen norcoreano de Kim
Jong-un, se inserta en una estrategia para forzar a los EE.UU a ceder posiciones
en esa región que en la actualidad está en la mira de los misiles
norteamericanos y norcoreanos. Luego de las pruebas nucleares realizadas en
febrero último por el régimen comunista de Corea del Norte, la situación se volvió
aún más tensa con el alistamiento de misiles estratégicos en capacidad de
atacar a las bases estadounidenses. El conflicto puede entrar en una escalada impredecible
de palabras y hechos, puesto que la posición norcoreana es una respuesta
directa a los ejercicios militares realizados conjuntamente por los ejércitos
norteamericano y surcoreano y que en la última semana incluyeron sobrevuelos de
aviones bombarderos B 2, armados de
misiles nucleares en la zona.
Aunque los expertos coinciden en que un ataque de
Corea del Norte a los EE.UU es poco probable, las insinuaciones bélicas del régimen
norcoreano “son tomadas en serio” por Seúl y Washington. El desequilibrio
militar en la zona, a favor de las fuerzas surcoreanas-estadounidenses, hace
pensar en la imposibilidad de que Corea del Norte esté dispuesta a sumirse en
una guerra que podría acabar en el derrumbamiento del gobierno comunista de
Pyongyang, no obstante que éste país se declaró “en estado de guerra”.
El motivo de las actuales tensiones se centra en el
impedimento norteamericano para que Corea del Norte desarrolle su programa
nuclear. Los norcoreanos insisten en tener su propio arsenal nuclear, pero no es seguro que dispongan de misiles de largo
alcance capaces de tocar tierra firme en el área continental de EE.UU o sus
bases militares en el Océano Pacífico. Las armas nucleares de corto y mediano alcance
en poder de Corea del Norte, sí pueden causar mucho daño en la región, especialmente
en Corea del Sur y Japón. A esa fuerza militar se deben sumar los 1.852 aviones que forman parte del arsenal de
guerra que dispone hoy Corea del Norte. La escalada bélica en la región está acompañada por una intensa campaña propagandística
en favor de los intereses del régimen de Pyongyang que busca llevar a la mesa
de negociaciones a los EE.UU y a su vecino del sur, a fin de lograr el
reconocimiento como potencia nuclear. Corea del Norte busca un estatus militar que
esté amparado en acuerdos internacionales de la ONU, organismo que ha ejercido
duras sanciones contra el régimen comunista por su plan nuclear. En el fondo
ese es el motivo de las amenazas norcoreanas contra los EE.UU.
Una tensa historia
El actual conflicto entre las
dos Coreas es fruto del rezago de la partición del mundo entre las potencias capitalistas
y comunistas que se repartieron el mapa, luego de concluida la Segunda Guerra Mundial
en 1945. Terminado el conflicto la península coreana quedó dividida por las dos
coreas -capitalista al sur y comunista al norte-, a la altura del paralelo 38,
por acuerdo de los Aliados que impusieron sus condiciones en la región. La península de Corea estuvo ocupada por fuerzas militares japonesas desde 1910;
a la rendición de Japón, en 1945, los estadounidenses dividieron el territorio entre
las dos Coreas. La geopolítica impuesta por las potencias militares occidentales
no fue suficiente para una paz duradera, y en junio de 1950 estalló la Guerra de Corea. El detonante fue la invasión
norcoreana al vecino del sur, como reflejo del expansionismo soviético y chino
en la zona. La respuesta bélica estadounidense no se hizo esperar y generalizó el conflicto que luego
involucró a 19 naciones que apoyaron a los bandos en la guerra que duró hasta julio de 1953. Las actuales relaciones entre
las Coreas del sur y norte están reguladas por el acuerdo de alto al fuego y un pacto de no
agresión firmado a fines de la guerra en 1953, tratados que han sostenido
una paz permanentemente amenazada.
Para que no quede duda de las presiones sobre Corea
del Norte, los aliados capitalistas de Corea del Sur han hecho sentir su voz.
Inglaterra manifestó que "las declaraciones amenazadoras de Corea del Norte
sólo la llevarán a un mayor aislamiento". Por su parte, Francia pidió que
se abstenga de "toda nueva provocación". Alemania denunció "el irresponsable juego de Corea del Norte
con el fuego, tiene que acabar", mientras que su antiguo aliado del este,
Rusia, manifestó que “esperamos que todas las partes muestren máxima
responsabilidad y moderación, y que nadie cruce una línea después de la
cual no haya retorno".
La península de Corea es uno de
los puntos calientes del planeta donde
todavía tiene lugar la lucha por la geopolítica y la hegemonía de los sistemas que
rigen el mundo que duerme con un ojo cerrado y otro vigilante sobre las
ojivas nucleares. Un mundo que espera que la paz en la región coreana no sea
sólo la calma antes de la tormenta, sembrada como preludio de nuevas
tempestades.
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