Por Leonardo Parrini
Cuando Ferdinand de Saussure elaboró su célebre Teoría del Signo y
estableció el triángulo de relación existente entre Referente, Significado y
Significante, arrojó una luz potente sobre el mundo, esencialmente sobre el
mundo de la comunicación. A partir de entonces supimos que un signo es aquello
que nos representa, una estructura que está en lugar de la cosa significada.
Por ejemplo, la bandera que simboliza a la patria, es un signo que está en lugar de ella, en su
representación, por tanto significa patria
cuando flamea en el mástil. En teoría, Saussure, nos enseñó que el Referente es
la cosa significada (patria), el Significante es el signo que nos representa
(bandera) y el Significado es el contenido de esa significación
(ecuatorianidad).
Esta semana Julian Assange en entrevista con CNN dijo que Ecuador es insignificante, lo que en estricto rigor
semiótico es imposible, porque todo referente tiene un significado: “Ecuador es insignificante
(…), (Ecuador) es muy importante para mí y su gente ha sido muy generosa
conmigo, pero no es un actor mundial importante”. ¿Qué quiso significar Assange con su
afirmación? A simple vista es un menoscabo. Asumamos, literalmente, por un
momento la afirmación de Assange: Ecuador tiene poca injerencia internacional,
poco significado frente a otros asuntos de mayor relevancia mundial.
¿Qué tan cierta es esta pura e incómoda verdad? ¿No han sido las potencias económicas, políticas y deportivas quienes nos han mirado siempre
por encima del hombro? ¿No fueron las financieras internacionales que nos
pusieron de rodilla, frente a sus acreencias económicas, obligándonos a pagar sin
tregua una deuda externa -ya pagada en
intereses- bajo imposición del FMI en épocas anteriores? Acaso, en su momento
no fuimos despectivamente catalogados, junto a otros países bananeros
centroamericanos, como la banana republic?
¿Acaso no es la misma Inglaterra, que reclama a Assange, la que considera
absolutamente viable, normal y plausible invadir nuestra embajada en Londres y
sacarlo por la fuerza? Al fin y al cabo, somos otra insignificante nación sudaka que pueden avasallar, como lo hicieron
con Argentina, supuestamente más significativa, durante la invasión británica a
las Malvinas en los años ochenta.
¿No nos hemos encargado nosotros mismos de aparecer con un histórico
complejo de inferioridad –y lo que es peor, sin
vocación de futuro-, según la aseveración de Jorge Enrique Adoum, en
referencia a una de nuestras señas
particulares ecuatorianas? Ya lo había dicho antes el preclaro Benjamín
Carrión: si no podemos ser una significativa
potencia económica, militar y política, seamos una potencia cultural, es decir,
culturalmente significativos ante el mundo.
La historia da razón a los tres personajes. Ecuador debió convencerse a
sí mismo que sí se puede ser
significativo como país deportivo. Debió transcurrir medio siglo para ser la
potencia cultural que auguró Carrión, con exponentes de nivel mundial en
pintura, patrimonios culturales y etnias ancestrales. Tuvieron que pasar varios
siglos para descubrirnos como el país con la mayor biodiversidad del planeta,
al punto que la región del Yasuní, en la Amazonía ecuatoriana, hoy es causa
conservacionista mundial.
Tuvimos que vivir más de tres décadas de fallida democracia hasta darnos
una Constitución que nos reconozca como un Estado plurinacional e
intercultural, único en el mundo. Una nueva concepción que permite mirarnos
como la nación del Sumak Kawsay, del buen vivir, con derechos sociales y
naturales claramente expresados en una declaración de principios
constitucionales que es ejemplo internacional.
Assange en contexto
Todo quiere decir entonces que el Ecuador de Assange es un país
significativo ante sí y ante el planeta y que la ambigua y resbalosa afirmación
suya, no tiene el significado que la reportera de la CNN quiso darle en la
entrevista. La misma WikiLeak salió a decir que la afirmación de Julian Assange había
sido sacada de contexto.
El diaro El Comercio, en opinión editorial, pone en contexto a Assange y escribe: Sí, porque
decir que el Ecuador es insignificante -aunque en el contexto de injerencia
mundial y si se lo compara con otros países de mayor influencia, aun con
aquellos con los que él estableció tensiones como EE.UU. y Suecia- puede ser
poco elegante y hasta ofensivo con el país que le dio acogida…La incisiva
periodista le inquirió sobre la grave situación de libertad de prensa en el
Ecuador. Assange dijo que en el mundo hay aspectos muchos más importantes. Es decir, según El
Comercio, lo que quiso decir Assange es que la preocupación por la libertad de
prensa en Ecuador no tiene mayor significancia para el mundo, porque hay cosas
mucho más importantes.
Si por el contrario, Assange quiso decir que internacionalmente no significamos
nada, -lo cual es poco probable que quiera expresarse así del país que lo
ampara- pues, sería un mayúsculo desatino. En cambio, en el supuesto no
consentido, si quiso decir que los poderosos no nos valoran, es una realidad
que estamos cambiando con una nueva actitud como país.
¿Cómo medir, entonces, nuestro significado ante el mundo? ¿Cuál es
nuestro signo-país, como diría Saussure? ¿Qué nos invita a pensar la bandera
patria, como signo que nos representa? Pues en nuestros derechos proclamados
con inédita y significativa autoestima, con la dignidad y el orgullo de formar
parte de esta comunidad que se proyecta al mundo con potente convicción de
soberanía, prestancia diplomática y voluntad política para salir del estado de
insignificancia internacional al cual, históricamente, nos han querido condenar
las potencias colonialistas. Estos son los inequívocos sentimientos que nos
debe provocar la tricolor - en la enseñanza de Saussure - cuando la veamos
flamear en significativa y digna representación del Ecuador de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario