Por Leonardo Parrini
Si te topas en la calle con el poeta de los prosaversos que anda suelto,
preferible cruzar a la vereda de enfrente. Juan José Rodríguez no te dará
tiempo de huir de sus textos vertiginosos como ráfagas de viento. Certero de
escritura sin pausa, de ritmo implacable, sin espacios donde fijar una imagen
en la memoria. Poesía en tiempo real que no evoca, porque la evocación es un
estado del presente al pretérito.
(De Segundo sueño final)
Ella corre por el pasillo y no
mira.
Ella huye del asesino serial,
del poeta serial, huye.
La muchacha sube a la terraza
y dice:
¿Ves esa casa, Juanco?
Allí está el cielo y allá
también estamos muertos.
Yo no veo la casa y estoy
muerto,
pero son palabras para elevar una casa y están
muertas,
pero sólo dije que ella podía
volar ese día sin morir.
Las campanas del amanecer
crujen como papel quemado.
Todo el papel quemado no
alcanza
para trazar un círculo sobre
el amanecer.
Los prosaversos de Juan José Rodríguez tienen una temporalidad actual,
un aquí y ahora, como imagen virtual que desplegamos al hacer click en el
enlace perfecto de un espacio-tiempo congelado. En tono de libelo acusatorio,
los prosaversos de Rodríguez sentencian, anuncian, declinan, proclaman, sin
principio ni fin. Son en un al tiro
gélido y definitivo.
(De Lugares del río imaginado)
No debe precisar sus orillas,
sino difuminarlas.
No debe precisar sus orillas,
sino difuminarlas.
Al dibujarse un
río, debiera ser portátil
porque sólo la mente conserva su sonido
al chocar en las rocas:
espuma como baba de plata,
como reposo lleno de mirlos.
No debe fijar sino diseminar,
pero no el sentido sino los colibríes,
las murallas y, desde luego, el río.
porque sólo la mente conserva su sonido
al chocar en las rocas:
espuma como baba de plata,
como reposo lleno de mirlos.
No debe fijar sino diseminar,
pero no el sentido sino los colibríes,
las murallas y, desde luego, el río.
O quizás debe ser
como la nube
que atraviesa otra nube,
tan insensatamente, sin preguntas.
Y así encontrar la espuma de lo blanco
en las aguas que bajan,
granizo y lluvia, para el río.
que atraviesa otra nube,
tan insensatamente, sin preguntas.
Y así encontrar la espuma de lo blanco
en las aguas que bajan,
granizo y lluvia, para el río.
El autor: Juan José Rodríguez, (1979) ambateño, escritor y periodista. Las
obras: Los Rastros (2006), Mansedumbre (2009) Barrido de Campo (2010) Música
acuática y Estereozen (2012). En preparación Anhedonia, o la discapacidad de
sentir placer. Íbamos a dar un link virtual de Rodríguez. Pero, si uno lo busca
en Google aparecen homónimos de mil oficios. Hay que agregarle al nombre la palabra poeta.
(De Música acuática)
Las cosas que uno pudo sentir
fueron arrancadas del mundo
por alguien que ya no existe
no escucho el quien,
si balidos de una cabra que
pasta
en un planeta agónico
de carne azul helada
Prosaversos libres, pero de libertad absoluta, no condicional. Artefactos
de ritmo sostenido sobre un acorde de variantes progresivas. Los textos de
Rodríguez pasan como en un scroll, no dan tiempo a nada. No hay el ejercicio de
la retención estética, la fruición es apenas un parpadeo.
(De Este es mi único sueño)
Escucha esto.
Si exprimes tus tetas
encontrarás a tu hijo forrado en cuero. Entrégate.
Somos los que escuchan en sus cabezas en la oscuridad
círculos que giran sobre sí y balas en reversa
Todo regresa al revolver vacío
La Juanja escucha el bosque en polidimensiones
sobre una franja de niebla
Los que no existimos, no existimos
Sartori es una costra sobre los dientes de la oscuridad
La grulla sobrevoló el cerezo
¿A quién esperaba, y tan lejos, la muerte?
Interrogante suspendida como el
sonido de una tecla, inquisidora. A su autor se lo puede encontrar a la vuelta
de una esquina. Juan José Rodríguez anda suelto, de libertad absoluta, no
condicional, como sus prosaversos.
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