Por
Leonardo Parrini
El
primer huracán del mes lo padeció Barak Obama ante las cámaras de televisión en el primer
debate que sostuvo con Mitt Rommey. En esa ocasión el candidato republicano,
con arrolladora personalidad, arreció contra un Presidente que capeó el
temporal mientras trataba de explicar las debilidades de su gobierno en
materia de economía, política laboral y seguridad nacional. Tres ejes que
Rommey machacó con vientos huracanados que provocaron ostensibles daños en la
imagen de un Obama que actuó a la defensiva y en segundo plano de la cámara y no
pudo, a momentos, contrarrestar el dominio escénico de su contrincante.
En
el primero de la serie de tres debates, el aspirante republicano a la presidencia
de EEUU llevó la iniciativa en temas tan sensibles como la política exterior
del régimen demócrata, que no supo distinguir “entre una manifestación y un ataque
terrorista, tras el atentado al consulado en Bengazi,
Libia, que dejó cuatro muertos estadounidenses, entre ellos el embajador, el
pasado 11 de septiembre”. Potente argumento empleó Rommy también contra la política económica
de Obama, cuyo gobierno al cabo de tres años de gestión, aún no logra superar
la crisis del país que mantiene un 8.5% desempleo, 15 millones de personas sin
trabajo y 49 millones de habitantes bajo la línea de la pobreza.
Sandy en auxilio del presidente
Rommey,
luego del segundo y tercer debate enfrentó a un Obama recompuesto en su rol presidencial, y cuando se disponía a dar el golpe de gracia a su
oponente, recibió el impacto electoral del huracán que arrasó con sus planes de
campaña. Sandy,
considerado uno de los fenómenos naturales más destructivos de la historia, en cambió le cayó literalmente
del cielo a Obama. El fogueado candidato-presidente supo
interpretar el sentir de su vapuleado pueblo que reclamó y encontró en el mandatario
una actitud sensible frente al desastre. Las encuestas así lo confirman y sitúan
a un Obama, más “preocupado de los afectados que de la campaña”, con un 50% de
aceptación, contra un Rommey que ostenta el 45% de intención de voto a pocos días de las elecciones del 6 de noviembre, según el New York Time.
Un
factor determinante, sin duda, es esa reacción
norteamericana de unirse ante las tragedias, lección aprendida el 11S de
manera brutal. Sentimiento nacionalista y unitario que, obviamente, capitaliza
quien tiene el poder de mostrarse protector de su pueblo en momentos de
inseguridad nacional. La actitud de Obama de suspender su campaña para ocuparse
de la emergencia fue bien recibida por los electores. Rommey en cambio, urgido
por sumar votos, siguió en campaña bajo el sol de la Florida, lejos de los
negros nubarrones del huracán.
Bemoles de la política norteamericana que exige de sus líderes una correcta
lectura de los fenómenos naturales y sociales. Conocedor de su pueblo, Obama estuvo
acertado y leyó con tino la señal de la tragedia cuando fue visto, en las últimas
horas, en New Yérsey, la zona más afectada por el huracán, como un jefe de
Estado que se pone a la cabeza de su nación para enfrentar la adversidad.
El
abc del marketing político indica que cuando
tu pueblo sonríe, ríe a carcajadas con él; cuando sufre, llora a mares con él,
pero enséñale cómo superar el sufrimiento. Los mejores presidentes norteamericanos
lo saben y practican esta fórmula desde siempre. El efecto del ciclón disminuye
sobre el territorio norteamericano, pero aumenta sobre la elección presidencial.
Y quién sabe si Sandy, de no haberse extinguido, hubiese dado un huracanado voto
por el Presidente.
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