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No obstante, hay quienes piensan que los banqueros nacieron predestinados o intocables herederos de una condición de inamovilidad funcional absoluta. Predestinados a no perder ni arriesgar, parecería que el destino del banquero fuera siempre acaparar en su favor, sin un atisbo de sensibilidad social o sentido de justicia económica distributiva.
Por Leonardo Parrini
La historia de los bancos es
la historia del acopio del dinero ajeno. Historia que comenzó en Babilonia, (2000
años A.C.), con el esbozo del primer banco de la antiguedad que prestaba granos a
los agricultores y negociantes que intercambiaban bienes entre las ciudades. Entonces,
nadie dudo de las intenciones mercantilistas y el afán de lucro que animaba a
los trapezitas de la antigua Grecia, prestamistas que engrosaban sus arcas con
la práctica de la especulación, hasta la aparición de la primera oficina
bancaria, el Banco San Giorgio en 1406 en Génova, Italia.
La moderna banca - o mesa de transacciones,
según su significado original - tiene sus antecedentes en el siglo XVII con la creación
del Wisselbank Amsterdamsche que tuvo lugar en Alemania, cuya misión de captar
recursos en forma de depósitos y prestar dinero o servicios financieros fue heredada por la banca
actual.
Las crisis capitalistas mundiales de los años 1929 y 2000
marcaron un hito en los sistemas financieros porque dejaron al descubierto su vulnerabilidad
y minaron su credibilidad, nunca antes puesta en tela de juicio. Ecuador de
fines del siglo XX vio cómo su sistema banquero, con cien años de existencia, tambaleaba y cortaba la cuerda por el lado más débil -sus clientes - para
salvarse de la hecatombe de una quiebra generalizada. Después de una década del feriado bancario y posterior congelamiento
de las cuentas de miles de personas en el Ecuador, dos expertos dan singulares
miradas al fenómeno de la dinámica bancaria.
El economista Jorge Rodríguez en su cuenta de
Twitter nos recuerda, a modo de pastillas, que el principal banco ecuatoriano de entonces,
Filanbanco, tuvo “dos quiebras una en manos privadas y otra igual
de grande en manos del Estado” y que luego, intervenido por la AGD que
administró los bancos quebrados, “a la deuda del Filanbanco le impusieron una tasa
de interés Libor, más un minúsculo porcentaje, inaudito” La historia es conocida, el ex presidente Jamil Mahuad,
refugiado hoy en EEUU, fue derrocado por permitir el feriado bancario y hoy Rodríguez
nos recuerda que “la causa que se sigue en
contra de Mahuad permanece por once años en una Sala de la Corte Nacional y que graciosamente se dictó el sobreseimiento
definitivo de algunos funcionarios de Mahuad”. Además, habría que recordar con Rodríguez,
que "las extradiciones de banqueros rateros han sido ofrecimientos de todos los gobiernos" Pero, hasta la fecha, no ha pasado nada en ese sentido.
No obstante, hay quienes piensan que los banqueros nacieron predestinados o intocables herederos de una condición de inamovilidad funcional absoluta. Predestinados a no perder ni arriesgar, parecería que el destino del banquero fuera siempre acaparar en su favor, sin un atisbo de sensibilidad social o sentido de justicia económica distributiva.
Walter Spurrier, analista económico, boga por una banca intocable
y pronostica que el “régimen ha tomado
medidas que en su conjunto tienden al debilitamiento del sistema financiero”.
Spurrier se refiere a una serie de medidas, entre las que se cuentan: “la
prohibición a inversionistas de tener participación a la vez en sociedades
financieras y no financieras”; una la ley que “elimina los burós
privados de crédito”, en beneficio de los sujetos de crédito y a riesgo de los prestamistas.
La restricción de la liquidez de la
banca obligada a comprar bonos del Estado y la transferencia de “utilidades
de las empresas financieras al Estado”. A este panorama descrito por el
analista guayaquileño habría que sumar la propuesta electoral de que la banca
financie el alza en el monto del Bono Solidario que el Estado confiere a los mas necesitados. Todo ello, concluye Spurrier,
conlleva inevitablemente al “debilitamiento del sistema financiero”, que para subsistir
deberá trasladar los riesgos a sus clientes, una vez más. Es decir que “la
banca, ante los mayores costos, deberá recobrar rentabilidad ensanchando el
margen entre las tasas de préstamos y depósitos”. Siempre gana la
casa, la banca no pierde para que sus utilidades se mantengan inalterables.
¿A
cuenta de qué seguir aferrándose a la inamovilidad funcional de la banca, por qué no
exigir un nuevo sentido social a su gestión? ¿No sería más justo que la producción
y distribución de la riqueza que tanto exige al Estado empiece por casa? Interrogantes
para los dos aspirantes con más opciones de captar el poder en las elecciones de febrero próximo. Lasso, representante de los intereses de la banca, y Correa, desde los intereses
del Estado, que en definitiva somos los ciudadanos de a pie.
Banca y ciudadanía, son dos componentes esenciales del progreso nacional, siempre que éste vaya acompañado de justicia social, financiada a partir de un nuevo rol asignado a los banqueros. La banca recuperaría
el más preciado capital: la confianza ciudadana, a condición de no seguir siendo considerada ente intocable, cuya inamovilidad funcional deje de ser un estatus de
privilegio consagrado por quién sabe qué entelequia celestial.
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