Fotografía La Prensa
Por
Leonardo Parrini
Un
político realista debe hacer que las cosas sucedan, en el conjunto de estrategias
y tácticas de la política como arte de lo posible. Esta verdad está pendiente
en Oslo, capital de Noruega donde se reúnen en la mesa de negociaciones las
FARC y el gobierno colombiano.
¿Qué
se espera de este encuentro diplomático, sin armas sobre la mesa y sin órdenes
de captura para los negociadores guerrilleros?
En
principio es de esperar que las negociaciones lleguen a su fin y no se vean
interrumpidas por la intransigencia de las partes: un gobierno colombiano que
ha exhibido éxitos militares sobre la guerrilla y que mantuvo “una puerta abierta a las conversaciones de negociación bajo
condiciones”, frente a un grupo insurgente que ha visto caer a sus
principales líderes y reducidos a la mitad sus
integrantes en los últimos años.
En un marco diferente a las negociaciones anteriores, cuando la guerrilla no asistió
a la mesa de negociaciones con mandatarios como Pastrana o Uribe, el nuevo diálogo
emprendido por el presidente Santos busca la paz sin condiciones. ¿Qué debe
significar la paz en Colombia? Ya no una zona de exclusión geográfica guerrillera.
Si la entrega de las armas, no la extradición de los guerrilleros, si liberación
de los insurgentes presos y de los secuestrados por la guerrilla, si la incorporación
de los insurgentes a la vida política colombiana, no la represalia de la sociedad
civil a los ex guerrilleros.
Todo
eso y más. Sobre todo, garantías de que el narco tráfico deje de ser una fuente
de financiación guerrillera y la guerrilla un escudo protector de dicho negocio.
También garantías de que el Estado colombiano creará las condiciones de
desarrollo social y económico para que la miseria no sea el motivo para tumbar
un sistema injusto con la fuerza de las armas.
En
las conversaciones de paz que continuarán en La Habana, luego del primer
encuentro en Oslo, la guerrilla no tiene nada que perder y mucho por ganar en
el terreno político. La historia pudo haberles señalado el camino a seguir: 40 años
de insurgencia han confirmado que la tesis de la lucha armada, al menos en América
Latina, no pudo ser viable como vía para la toma del poder popular. Desde la caída
de sus líderes Raúl Reyes y Alfonso Cano, entre otros, la guerrilla ha venido actuando
a la defensiva, sin un sistema tecnológico eficiente que garantice la seguridad
de las operaciones militares y políticas. Sin duda, estos factores motivaron
que hoy los guerrilleros colombianos se sienten a negociar la paz con el Estado.
Los
integrantes del grupo negociador guerrillero encabezado por "Iván
Márquez", e integrado por nueve militantes, entre ellos Rodrigo Granda o
"Ricardo Téllez"; Jesús Emilio Carvajalino o "Andrés París"
y Luis Alberto Albán o "Marcos León Calarcá, pueden pasar a la historia como
gestores de una paz que a todos hace bien, cuando se la consigue con dignidad y
se la defiende con principios. Un acto político
posible y necesario.
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