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lunes, 13 de agosto de 2012

EL TAMAÑO DE NUESTROS SUEÑOS


Fotografía El Comercio
Por Leonardo Parrini

Apagada la antorcha olímpica queda para unos el sabor de la victoria y para otros la resaca de lo imposible. El medallero olímpico es señal que hay países capaces de competir y ganar y otros en capacidad de ir y jugar. EEUU, Inglaterra, China entre los primeros, y Cuba, como mejor latinoamericano de las Olimpiadas, seguido por Colombia, Brasil, México y Argentina. Mientras que Ecuador se ubica en el segundo grupo con una actuación “decorosa” para zutano y “heroica” para mengano, y para  la mayoría normal, es decir, a la medida de lo que somos como pueblo.

Una de las jornadas más vibrantes fue, sin duda, la que protagonizó el deportista costeño Alex Quiñonez que nos hizo ilusionar con una medalla, luego de acceder a la final tras una carrera codo a codo con Usain Bolt, el hombre más veloz del mundo. No obstante, lo que en la semifinal fue ilusión en la final fue complaciente resignación, incluso, con sabor a triunfo porque el ecuatoriano avanzó del octavo al séptimo lugar entre los especialistas mundiales en 200 metros planos.

¿Eso es todo? No, porque un gesto de Alex Quiñonez, segundos antes de iniciar la prueba de su vida en la final, nos retrató de cuerpo entero como país. Alex hizo el típico gesto ecuatoriano con la mano para decirnos ¿Y ahora?... ya me jodí! Un gesto que dejó entrever qué pasaba por su mente en ese momento. Horas antes había dicho a la prensa que se sentía “presionado”, pero en ese instante crucial no hubo tal presión. Lo que hubo fue un aflojamiento mental, propio de quien ya no quiere competir para ganar, sino sólo participar. No decimos que no puso todo lo que tenía de sí, pero lo que tenía era lo que aprendió en su formación deportiva y humana en este país y no en otro.  En ese momento que se sintió solo ante sí mismo trató de vencerse y lo logró; pero, no vencer a los demás. No estaba preparado para aquello porque recibió una formación distinta a Usain Bolt, el gladiador olímpico que enfrentó la cámara y la carrera con un gesto desafiante, aguerrido y triunfador. Tardamos toda una vida en convencernos de que sí se puede competir en el fútbol, de igual a igual, con el resto del mundo y lo demostramos en la cancha en su momento; pero no estuvimos convencidos de que sí se podía en la pista londinense y el gesto de Alex ante la cámara impertinente así lo demostró, pese a su esfuerzo que lo engrandece.

Somos lo que somos

Nuestra identidad es nuestra cultura, dice Jorge Enrique Adoum y tiene mucha razón, porque somos los que somos culturalmente hablando. En este caso, un pueblo que se siente patria chica, como refiere Adoum, en el excesivo uso de diminutivos, que por tanto le ocurren cosas a su medida. Nos expresamos, según la percepción que tenemos de las cosas. Hablamos en chiquito, porque pensamos en chiquito. No soñamos en grande, por lo mismo nos conformamos con poco. Nos declaramos héroes aún en las derrotas y en las enfermedades, como aquel ministro de salud que declaró héroes nacionales a los contagiados de SIDA en una clínica de Guayaquil.

La fecundidad de una sociedad también se mide por la riqueza de sus imágenes míticas, dice Octavio Paz. Nuestros héroes lo son, no por su forma de vivir, sino por el hecho y forma de morir. Es el caso de Abdón Calderón que, antes de ser herido de muerte en la Batalla de Pichincha, luchó en seis batallas independentistas y sobrevivió. Nuestros hombres y mujeres son heroicos ante nuestros ojos porque, simplemente, queremos que lo sean, en ese sentido vivimos una realidad aspiracional, más que una realización de verdad. Cada pueblo crea héroes a su medida.

Menoti dice que se juega como se vive. El deporte es competencia; los héroes olímpicos del pasado así lo concibieron. El deporte es medición de fuerzas, de velocidad, de elasticidad y, por sobre todo, de temple anímico, espíritu de combate y mentalidad ganadora. No nos engañemos: no se compite por competir, se compite por ganar, sino preguntemos a los norteamericanos, cubanos, chinos o ingleses.

Benjamín Carrión propuso que si no pudimos ser potencia económica, política o militar, fuéramos potencia cultural. Nuestros gestores culturales hicieron lo suyo y allí está Ecuador engrandecido por su creación artística y literaria.  Faltó para cumplir a plenitud el sueño de Carrión, según Raúl Pérez Torres, apoyo del Estado durante nuestra historia. En nuestra cultura deportiva sucedió igual, la tricolor cumplió en su momento, Jefferson Pérez, Rolando Vera consiguieron triunfos con esfuerzo propio, allí donde el apoyo estatal brilló por su ausencia. Hoy que el Estado, por primera vez, entregó 6 millones de dólares para la participación de los deportistas olímpicos ecuatorianos en Londrés, habrá que preguntar al COE cómo invirtió ese dinero y con qué resultados.

Y aunque Jorge Enrique Adoum nos recuerda que no tenemos vocación de futuro, estoy convencido que la opción de futuro de un país se mide por el tamaño de sus sueños. Por su decisión de vencer la inseguridad, impotencia y sensación de fracaso. Los griegos cuando crearon las olimpiadas lo hicieron para demostrar su capacidad de desafiar a los dioses del Olimpo. Para sus gladiadores competir era un asalto al cielo. Soñaban en grande, por eso los hombres atenienses desafiaban a sus deidades. El día que el Ecuador se proponga un asalto al cielo, nuestros sueños crecerán y viceversa: para asaltar el podio olímpico del deporte y de la vida no hay más que soñar en grande.

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