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domingo, 12 de agosto de 2012

DE TANGO EN TANGO


Por Leonardo Parrini

Todos tenemos un tango para recordar, me dijo, e inclinó la cabeza con ese gesto tan propio que perfila sus pestañas como un manto sombrío sobre unos ojos melancólicos. Un tango para evocar porque recordar es resucitar lo morido, como dice un  amigo, la evocación es aquí y ahora, con una extraña conexión con lo vivido. De tango todos tenemos un poco, de melancolía arrabalera, trasnochada y persistente que no disipa fácil como cierta niebla al amanecer.

Ya no estás más a mi lado corazón, siempre fuiste la razón de mi existir, aunque ésta no es la historia de un amor como no hay otro igual, ni le dio luz a mi vida, ni la apagó después, porque mi vida siempre fue oscura y sin tu amor sí viviré, aunque en la más impertérrita soledad. Qué tarde que has venido, no ves que toda mi ternura la vida la quemó, corazón no llores que no vale la pena. Desde hoy en adelante por esta calle cantará la lluvia y valdrá más el olvido que tu vieja maldición. Porque todos llevamos un tango a flor de piel, a filo de corazón. Todos tenemos algo de amargura en la vida y en el alma que enturbia el tango, en esta tarde gris qué falta que me hacés. Amor de barrio el tuyo y el mío, amor arrabalero, sentimental y urbano, lleva sus penas calle abajo en el suburbio de la tarde. Ya se que estoy piantao, piantao por ella, por tí, por todas.

Veinticinco abriles que no volverán, yo y vos sólo quedamos, yo y vos sólo para recordar. Hasta siempre amor me dijo, en el crepúsculo de una ciudad sin nombre, donde todas las calles llevan su nombre, en una esquina de jorga y burdel. Porque la vida es así, sin más ni menos, lo demás es filosofía barata y cantinera. Y hoy que late un corazón, déjalo latir. Y ahora que miente mi soñar, déjalo mentir. Porque de verte nuevamente, un compás de amor sellará para siempre el adiós. Allá en el cielo, acaso volveremos a encontrarnos, allá donde no valen papeles, como dice el tango, ni prejuicios ni más leyes. Todo es efímero en la vida. Allá en el cielo frente a tí, eternamente, volveré a encontrarme conmigo mismo. Cuándo no tenga fe, ni yerbas de ayer secándose al sol. Aunque no se me secan las pilas buscando un pecho fraterno para morir abrazado, veo que todo es mentira, que al mundo nada le importa.    

No quiero dejar perdidos los anhelos que no han sido, me dijiste, y estoy de acuerdo te respondo, sin embargo, me pregunto dónde reinará el dulce mirar tuyo que no siento ya. Entre las cosas del ayer, insistes, en recordarme tu amor lejano, yo me pregunto cómo puedo ahora seguir viviendo si tú no me amas. ¿Por qué te perdí sin quererlo, por qué tenemos algo de tango, oscura tragedia, persistencia y muerte? No teníamos quince abriles, sí anhelos de vivir y amar. Ahora no hay más que tristeza y quietud, nadie que me diga si vives aún. ¡Qué ganas de encontarte, qué falta que me hacés!

                                                                 

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