Abdón Ubidia recibió esta semana el Premio Eugenio Espejo 2012 de manos
del Presidente de la República, Rafael Correa. Se trata del máximo galardón otorgado por el Gobierno
nacional "en actividades literarias, por ser el autor más citado y traducido de su generación”. Reproducimos, parcialmente, la entrevista que realizamos a Ubidia para nuestro
libro foro Decapitar a la Gorgona: la corrupción ¿una moral de la crisis? (2003)
en la que el escritor reflexiona sobre el quehacer literario y sus resonancias en nuestra época.
En busca de los referentes perdidos
En busca de los referentes perdidos
Por Leonardo Parrini
La permanente preocupación de Abdón
Ubidia por los asuntos del ser humano lo lleva a desentrañar, desde la
perspectiva de la cultura vigente, las “veladuras dirigidas y los misterios
elegantes” que, según sus palabras, caracterizan a nuestro tiempo. Sus ensayos
contenidos en la publicación Referentes, constituyen una obstinada búsqueda
de valores éticos y estéticos necesarios para resistir el embate de una
ideología dominante de corte apocalíptico.
Frente a las afirmaciones de
ciertos autores que sostienen la pérdida del sentido de una realidad que se
habría vuelto pura representación y en respuesta a los augurios del fin de la
historia o el extravío de las diferencias entre la izquierda y la derecha,
Ubidia rastrea la vigencia de la moral para ir al hallazgo de nuevas realidades
en el epicentro de una pugna entre la resistencia y la dominación.
Como contrapartida al discurso
globalizador y avasallante, Ubidia propone resistir en un entorno
desolado y aterrador hasta recuperar los referentes válidos, ya que “estamos
solos en el mundo, sin dioses.” No obstante, un emblema pende de la solapa de
este intelectual que niega ser filósofo: recordar la simple dimensión de la
escala humana y sus demandas básicas. En su afán, Abdón Ubidia, esboza una
coraza moral inmune a la corruptora vorágine de la época actual y sus
hipocresías remozantes.
En la obra Referentes aludes a un tiempo actual en el que “estamos solos en el mundo, sin dioses”.
¿Significa esto sin valores, sin ideología, sin moral?
Mi idea más bien es que esa es
casi una consigna de la última globalización que ha habido en el mundo, puesto
que cada imperio ha globalizado el mundo a su manera, extendiendo su cultura,
su economía, su juicio, sus costumbres, su poder y por supuesto su ideología.
Ahora asumimos los valores norteamericanos, aceptamos ciertas premisas del capitalismo
sin reservas, y a ciertos ojos aparece
como que es la verdad, al punto que filósofos norteamericanos, como Fujiyama,
sostienen que la historia se termina. Si la historia persiguió un fin, ese fin
ya ha llegado y con ello la aspiración humana de alcanzar metas, utopías, ya ha
cesado. Paralelamente hay críticos y filósofos que favorecen ciertas tendencias
también referentes al fin del arte y promueven la expansión de performances, de
instalaciones, de happenings que bien pueden ser hechos por cualquier persona y
no por artistas necesariamente, con lo cual la figura del artista queda
absolutamente diluida. Ahora, en este propósito, hay como una búsqueda de
perder los referentes de la humanidad acumulados con tanto trabajo a lo largo
de los siglos. Sin embargo, el sueño de toda la intelectualidad fue un sueño de
independencia y se lo construyó, a sangre y fuego, con mucho dolor y de algún
modo evidente fue regulador de las fuerzas naturales de una sociedad, entre
depredadores y depredados. Entonces este proceso de anular referentes un poco
me movió también a reivindicar por lo menos la posibilidad de la resistencia,
la posibilidad de decir no, desde el análisis de la otra cara de la respuesta.
Yo tomé la idea de Bourdieu que señala que lo que existe ahora es la necesidad
de borrar toda idea de lo colectivo, por ejemplo, la idea de sindicato, de
cooperativa, agrupaciones sociales e incluso la idea de la familia
Una mentira masificada
¿Dónde hallar los referentes
éticos en un espacio de libertad desolado y aterrador como caracterizas a
nuestro tiempo?
Hay un enorme propósito
globalizador de negar todos los referentes que nos hacen más que individuos,
ciudadanos; el querer hacer de estos ciudadanos que somos, con
responsabilidades y derechos, apenas islas de soledad. Eso es un propósito, te
diría, casi calculado, impuesto de antemano, ideológico, que borra en nosotros
la necesidad de los referentes. Lo que pasa entonces es que, a partir de este
propósito, puede haber de mi parte en cambio, el propósito de defender los
referentes que hemos heredado del pasado y los nuevos que se están
construyendo. Entre los referentes que hemos heredado del pasado están
conceptos éticos como el del bien y el mal, o como el de la verdad y de la
mentira. Yo creo que esta es una época en que la mentira se ha difundido de un
modo masivo y, más aún, quiere pasar como una verdad.
¿La posmodernidad que analizas en tu obra es una etapa de una post ética?
Bueno, Baudrillard sostiene
eso, que estamos viviendo una época en la que todo referente se ha acabado, la
realidad ha perdido sentido, el sentido se ha esfumado, vivimos simplemente en
un mundo de representaciones además abstractas, un mundo virtual, y en ese
mundo los referentes se han diluido. Pero, para nada. Yo creo que eso no es
así, eso es ideología; una ideología muy bien armada que no tenemos por qué
aceptarla.
¿La “despersonalización de las
relaciones humanas y la distancia cada vez más grande entre las cosas y sus
representaciones”, a la que aludes en el libro nos ha vuelto
definitivamente amorales?
Bueno, si aceptamos que una
buena parte de la humanidad, de las distintas sociedades, acusa esa perdida,
esa despersonalización, evidentemente, existe allí una fuente de ruptura de
toda ética de toda moral; surge entonces una fuente de corrupción.
En este trabajo hemos manejado
la analogía de la metáfora de la Gorgona que petrifica a los hombres para
referirnos a la corrupción, en tanto que petrifica a la sociedad
inmovilizándola en su desarrollo. ¿Parece válida esta analogía?
En el momento que aceptas que
la sociedad se inmoviliza frente a la corrupción, es porque lo que ha pasado es
que los pueblos han perdido confianza en los líderes que han elegido. Entonces
esa desconfianza sí es desmovilizadora, sí es petrificadora, pero esa
desconfianza viene de una traición.
¿Crees que en la
actualidad enfrentamos una crisis moral o una moral en crisis?
Bueno, la palabra crisis sirve
para todo. En toda época, desde que tengo uso de razón, ha habido crisis. Pero
una crisis moral, evidentemente la hay, si no dónde están Mahuad y los
banqueros, no sólo los que se fueron a Miami, incluso los presos y los que
están prófugos. Una moral en crisis, en un sector, si también la hay, ese
sector que no la práctica.
Sartre dijo que su libro La Náusea
no tenía ningún sentido frente a un niño que se muere de hambre. ¿Para qué
escribir en un mundo aterradoramente pragmático?
Sartre no defendió muy bien su
tesis, porque era preferible que Sartre escribiera La Náusea, las maravillosas
obras que hizo, a que no hiciera nada. De pronto es muy injusta esa afirmación
por parte de él. Sin embargo, yo pienso que precisamente aquel niño que se
muere de hambre es lo que promueve la conducta social de un grupo que se están
moviendo en los valores éticos.
¿Existe una moral del escritor
o es un concepto anacrónico o innecesario?
Depende de la escala. Por
ejemplo, ha habido grandes escritores que han colaborado con el fascismo. Ha
habido escritores reaccionarios, no por eso menos geniales como Borges o Ezra
Pound, acérrimo partidario del fascismo. Yo lo que veo ahí es una gran inocencia
de los creadores. En los filósofos uno puede reclamar lucidez, no siempre en
los creadores, en los escritores. Ha habido escritores que nos permiten otro
tipo de lectura, no la inmediata, no el análisis profundo que los muestra a
ellos en sus circunstancias.
¿Entonces, en qué circunstancias
la estética conlleva una ética?
Creo que en la misma historia
de la literatura, solo en el caso de Borges no se rozan en su obra, pero en el
resto de toda la literatura, la relación entre ética y estética es permanente.
Más aún, lo estético ha sido la fuente de una visión ética y los grandes
conflictos éticos han sido los que han promocionado nuevas formas estéticas.
Todo esto dentro de una conveniencia, o a veces repugnancia, porque hay las dos
cosas. La estética maneja un universo, dual, doble, donde los valores del bien
y los valores del mal están presentes. Hay el escritor que predica el mal; es
el caso de Baudelaire, el Marqués de Sade o Jean Genet. Practican el mal, pero
sin querer, al predicarlo muestran su revés, en una especie de negativo
fotográfico, muestra de modo inverso su contrario. Un escritor como Juan Carlos
Onetti que tiene un universo absolutamente pesimista, donde sus héroes están
condenados a la sordidez, a veces, a la perversidad, sin embargo el mismo no
deja de situar, aunque sea como un reflejo, un mundo de pureza que es el que
niega en esa misma obra sórdida el mundo perverso.
Los corazones
antagónicos del hombre
Ante la falta de referentes
creo entender que propones un espacio singular, un “nosotros”, como aludes en el libro. ¿No es posible ver en ello una refinada ética del egoísmo?
No, más bien todo lo
contrario. Yo pienso que frente a este auspicio del individualismo más cerrado
y extremo donde hay un yo por sobre todas las cosas, el nosotros es un
reclamo de solidaridad, un reclamo social de redención. Aunque yo pienso que
los hombres realmente no tenemos un solo corazón. Un corazón depredador,
bárbaro de un yo individualista profundo y otro corazón solidario, gregario; un
corazón que llama a los otros como compañero. Una de las grandes tragedias
humanas ha sido negar una de estas dos realidades. Uno debe soñar en una
sociedad que sea capaz de racionalizar estas dos fuerzas de estos dos corazones
antagónicos.
Has señalado que el sujeto
femenino en literatura no existe y que tampoco existe el hombre en cuanto
sujeto. ¿Qué rasgos propios tiene la literatura femenina, si es que
existe como tal?
Realmente esas no son mis
ideas. Se habla que la mujer es abstracta y que el hombre es abstracto, que
nunca existió, que cada cultura inventa su modelo humano de un modo distinto;
entonces, con gran prepotencia Europa inventaba un hombre que era europeo y
eso le servía para no reconocer al indio americano. ¿Entonces, dónde estaba el
hombre?¿Dónde están los valores eternos del hombre? En ese sentido es que el
hombre es una construcción teórica, no existe, tanto un santo como un criminal.
Para la humanidad ha sido difícil construir un sujeto masculino, por hacer
la reducción a un sólo género. Por lo demás ¿dónde está la mujer? Entonces
dicen creer en su maternidad y yo replico no es cierto, porque para la patrona
la criada ideal es un ser neutro, un ser que no tiene hijos, un ser asexuado. Quiero decir
que puede parecer una tontera afirmar que la mujer no existe, pero hasta ahora
no se ha podido demostrar que exista una literatura femenina, no hay un
referente concreto. Lo que sí hay, son lecturas femeninas, incluso feministas.
¿Crees en la perspectiva
de una ética popular y una ética culta, como expresión del divorcio entre
dos realidades contrapuestas?
No, más bien yo creo que hay
una cultura, vamos a decir, culta, una cultura de masas y una cultura popular
que mantiene valores perennes que vienen del pasado y que tiene todas las de
perder, por decir algo, frente al hot dog, frente al Mc Donald. Frente a la
parafernalia que viene con eso de la propaganda y el modo de vida moderno
existe comida ecuatoriana, comida regional, que se defiende sola. Entonces hay
valores de la cultura popular que resisten a la cultura culta y a la cultura de
masa. Entonces no creo que haya una ética popular o una ética culta como dos
realidades contrapuestas.
Cuando miras la perspectiva
de nuestro tiempo ves que “existe un programa de destrucción
metódica de los colectivos”. ¿A qué atribuyes esta realidad?
Esta realidad responde
completamente a la necesidad de hacer de la humanidad un gran conjunto de
esclavos que se creen libres, que se creen irresponsables con respecto al otro.
Eso funciona bien en cierto momento para el capitalismo más extremo, sálvese
quien pueda, que gane el mejor, la moral de que cada cual soluciona sus
problemas. Los pobres, por supuesto, los explotados, de alguna manera son
perdedores, ni siquiera los derrotados. Entonces esa indiferencia frente al
otro hace que cada vez estemos más solos, más individuos, pero a la vez más
manejables.
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