Por Leonardo
Parrini
La canción de
Joaquín Sabina, Mater España, que habla de las tantas Españas que coexisten
dentro de las fronteras de un mapa con rostro de mujer, hacen pensar en las mil
y una vivencias contradicentes de un país que se jacta de ser la Mater Patria,
incubadora de una cultura de encomienda y caballería, de espejos y dioses
obnubilantes, impuesta a capa y espada sobre otra cultura aborigen avasallada.
Mater España de barba peregrina, nueva Extremadura con orden y ley para hijos
adoptivos y descarriados de ultramar,
pobres calibanes sin alma ni espíritu, asentados sobre una comarca pletórica de oro que hubo que conquistar a sangre y fuego en las tierras de El
Dorado.
Madrastra España, de foros y tertulias
somnolientas transmitidas a la hora de la siesta por Televisión Española, donde
la perífrasis y el pleonasmo del castellano es el lenguaje confuso de políticos,
empresarios y dirigentes sindícales que se resarcen en el hablar mucho y decir
poco. Mientras que en los muros públicos los grafiteros hispanos cantan sus
verdades, sin ambages: Gane o pierda,
España es una mierda, en amarga referencia a sus resultados deportivos que
muestran una efímera felicidad mediática.
Crisis
España, quebrada pero monárquica, de migrantes sudacas, moros y
cristianos. La mater doliente de una mala racha, que por mala tiene
responsables en políticos parlanchines que se jactaban de tener el sistema
bancario más duro del mundo y de banqueros que se ufanaban de controlar los
destinos políticos de la península ibérica. Paladines, ambos, del derroche,
burbujas inmobiliarias, mano de obra migrante barata y despilfarro. Líderes
fracasados que para mendigar préstamos preferenciales al FMI, argumentan no ser
un país africano, en clara alusión racista de trasnochado colonialismo mental.
Huerfana España, raíces y
cimientos, epidemias, cicatrices, blasfemias y sacramentos. Que dirá ahora Don Juan Carlos,
quien con monárquica y ufana soberbia manda a callar a los mandatarios
latinoamericanos por el oscuro hecho de no entender, como sus antepasados, que
ya no somos ni queremos ser colonia de su corte. Caballero real de una
monarquía obsoleta y parasitaria que, lejos de contribuir a la solución de la
crisis, esquilma con lujos suntuarios de una diplomacia del placer, aún más las
escuálidas arcas estatales. Mientras que sus súbditos encargados del poder hoy pretenden reponer fondos fiscales con más impuestos
para los contribuyentes hispanos que, hartos de tributos, se niegan a “sostener
el bienestar de los españoles”.
Cómplice España, tormento
redentor de su
propia caída. Mater doliente, comarca vencida, ¿dónde están tus caballeros
andantes que derriban molinos de vientos en contra, dónde los Sabinas que te
devuelvan el condumio de vivir como una Mater España, otrora orgullo y blasón,
para tus hijos adoptivos de ultramar?
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