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sábado, 5 de noviembre de 2011

MUERTE DE ALFONSO CANO ¿EL CAMINO HACIA LA PAZ EN COLOMBIA?


Por Leonardo Parrini

El operativo militar combinado del ejército y la fuerza aérea colombiana que puso fin a cuatro décadas de actividad guerrillera de Guillermo León Sáenz, alias Alfonso Cano, máximo lider de las FARC, abre una nueva etapa en la guerra, no declarada pero sí practicada en el campo de batalla desde hace 50 años, entre el Estado colombiano y el grupo insurgente.

Militarmente el exterminio del jefe insurgente en combate es un golpe irreversible de gran impacto, propinado por las fuerzas militares regulares a la guerrilla. La estrategia de aniquilar a la cabeza de la organización y así desmoralizar a sus fuerzas dio resultados contundentes y tiene lugar en el contexto de acciones, cuyos antecedentes son los operativos iniciados hace dos meses, con ayuda de inteligencia electrónica, en el departamento del Cauca, al sureste de Colombia, zona de mayor presencia de la guerrilla en ese país.

En términos políticos la muerte del lider guerrillero tiene una implicancia directa en el proceso de negociación que venía empeñado Cano, como expresión del sector que representa “la tendencia política de las FARC”, es decir, con su muerte la organización guerrillera reaccionará militarmente replegándose o realizando acciones de efecto propagandístico, pero también debería hacerlo en términos políticos, procurando una salida negociada al conflicto armado.

Crónica de una muerte anunciada

Los entretelones de la muerte de Alfonso Cano responden a varios factores. Por un lado está el deterioro militar y la vulnerabilidad logística que vienen mostrando las FARC en los últimos años, lo cual posibilitó la caída de Raúl Reyes en febrero del 2008, y de otros líderes importantes de la guerrilla como el llamado Mono Jojoy, jefe militar de las FARC, en septiembre del 2010. Pero también el factor tecnológico hace peso en la lucha de contrainsurgencia, puesto que los dispositivos electrónicos han sido un elemento clave para el rastreo y ubicación de los contingentes guerrilleros en la selva colombiana y su posterior aniquilamiento mediante bombardeos aéreos y enfrentamientos en tierra.

La lectura de los hechos que conducen a la muerte de Alfonso Cano por parte del Estado colombiano es un tanto disímil, puesto que, el mensaje oficial el Presidente Santos no sólo habla de “un golpe histórico”, sino que conmina a la guerrilla a que aproveche la oportunidad de tomar el camino de la acción política y abandone las armas. “Desmovilícense, - ha sugerido Santos - porque de lo contrario, como lo hemos dicho tantas veces y como lo hemos comprobado, terminarán en una cárcel o en una tumba”. Esta declaración tiene el tono de un ultimátum para la guerrilla que, de cara a la realidad, inicia el probable principio del fin de cinco décadas de violencia, sin que hasta el momento se avizore, remotamente, su acceso al poder en Colombia.  

Esta sentencia se basa en que, aupado el Gobierno colombiano por sus éxitos militares anti guerrilleros, eventuamente adopte dos líneas de acción complementarias: el asedio militar cada vez más intenso y eficaz, mientras que por otra parte, mantenga “una puerta abierta a las conversaciones de negociación bajo condiciones” para no abandonar ese frente en el que la guerrilla había mostrado interés en busca de una posible instauración de la paz en el vecino país.

No obstante, una mirada fría al panorama nos indica que militarmente la muerte de Alfonso Cano es impactante, ya que incide como factor político, generando una situación de absoluta adversidad para encontrar a corto plazo una agenda de solución política al conflicto armado colombiano.  

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