Por Leonardo Parrini
En el periodismo es común que
los medios de información nieguen acceso a ciertas fuentes, o veten a
determinados voceros políticos, no afines con la línea editorial impuesta por
sus dueños. Pero en el Ecuador de la Revolución Ciudadana se da el caso al revés:
ciertas fuentes oficiales, gubernamentales o políticas se negarían a conceder
entrevistas y dar información a determinados medios privados, por decisión
presidencial, a cuenta de que sus datos o noticias incrementan la
lecturabilidad de un periódico o disparan el rating de un canal contribuyendo,
de esa manera, a “llenar el bolsillo de ciertas familias”. Esto se argumenta,
aun cuando todos sabemos que la razón de fondo estriba en una desavenencia
ideológica - ¿sectarismos mutuos? – que impiden la coexistencia de contrarios
en el espacio informativo.
A nadie debe sorprender la medida
presidencial de silenciar a sus ministros y el acato de éstos de no conceder entrevistas
a ciertas cadenas de televisión y periódicos privados. En una ocasión en que
entrevisté a Enrique Arosemena, representante ejecutivo de los medios estatales - ECTV, radios
públicas, etc.,- manifestó que él
estaría encantado de hacer cumplir el slogan del canal del Estado de “ser
diverso, incluyente y pluralista”, pero que las fuentes privadas convocadas a
las entrevistas de los informativos del canal se negaban a ser entrevistados en
esos medios públicos. ¿Qué tal? Sorprendente le dije, y me contestó que no es de
extrañar que el sectarismo, a veces, impida ser tolerante e incluyente. Es decir,
enceguece no por luminoso, sino por oscurantista.
El resultado en ambos casos – negativa de las
fuentes a conceder entrevistas a medios públicos
o privados - es similar: imposibilidad de hacer un periodismo con diversidad
informativa, basado en el contraste de las fuentes. Lo que da lugar a que, ya en
la práctica, se ejerza una suerte de polarización informativa y ausencia de
diversidad de expresión, tan necesaria en estos tiempos escuálidos de ideas y
de riqueza en los enfoques periodísticos.
El derecho a una información diversa
Otro derivado de la negativa
de conceder entrevistas a los medios informativos disímiles con tus
ideas es la negación, al mismo tiempo, de permitir al público ejercer su derecho
a estar bien informado, es decir, desde una pluralidad de enfoques y miradas. Esto con el riesgo
de habituarnos al sectarismo informativo que deja transitar por andariveles
paralelos distintas versiones, no contrastadas, de un mismo hecho, como si la
verdad sobre la realidad de lo que sucede fuera una torta para dividir en
trozos, a cada cual según sus intereses y de cada quien según sus propósitos.
De predominar la insinuación presidencial respecto de no autorizar a sus ministros a
conceder entrevistas, se habrá impuesto el signo de nuestro tiempo en este
Ecuador de cambios, léase, la desconfianza mutua que prevalece entre los medios
y las fuentes públicas y/o privadas, fruto de un tira y afloja de vieja data y
de la acumulación de rencores e intolerancias que hablan de la polarización política
que vive el país.
Cierto es, por lo demás, que los
medios no deben asumir roles de agentes políticos a la hora de hacer periodismo,
como tampoco autoridad alguna debe asumir un rol censurador a ultranza, si no queremos ahondar la brecha ya insuperable entre gobierno y empresas informativas.
Lejos de enriquecer a algunos la concesión de entrevistas a medios privados o
públicos, la decisión de no hacerlo nos empobrece a todos: vivir en un país
donde el derecho a hablar y oir se limita a la voluntad de quienes controlan -
como propietarios o como reguladores - la opinión y los medios para difundirla
que, en última instancia debe ser patrimonio de la ciudadanía; que, dicho de
paso, fue convocada para hacer una revolución, una transformación radical en las
viejas formas de convivencia intolerante.
Si a cambio de enriquecer a los medios
privados o negarle credibilidad a los medios públicos, se potenciará a los
medios comunitarios como se ha insinuado, es hora entonces de superar la
polarización mediática. Realidad inherente a los procesos de cambios políticos
y sociales; sin embargo, terreno obligado que debemos transitar para ejercer
un periodismo que, impedido de manejar ciertas fuentes, debe procurar una
cobertura incluyente y brindar así un
producto que refleje la realidad del país en toda su rica diversidad de
matices.