Por Leonardo Parrini
La manifestación popular emergida del seno de la sociedad civil y convocada originalmente en España, pone de relieve a nivel mundial el descontento popular y masivo con el actual sistema económico internacional que, lejos de dar respuesta a los acuciantes problemas económicos y sociales, ha profundizado la brecha entre los poderosos y los vilipendiados.
El sábado 15 de octubre del 2011 será recordado como el inicio de una jornada de protesta internacional que cuestiona, desde sus bases mismas, el sistema capitalista transnacional, descontento que crece como bola de nieve en rechazo a los regímenes políticos europeos, asiáticos y americanos que han impuesto las políticas neoliberales en la conducción de sus economías.
El movimiento mundial denominado Unidos por el cambio, que ha convocado a la indignación a millones de ciudadanos de distinta procedencia social y política, tuvo su origen en Madrid y no resulta extraño que sea en ese país europeo que ha acusado, con mayor rigor, los síntomas de desempleo y especulación financiera de una crisis económica de graves consecuencias sociales.
La marcha de los indignados que se ha tomado las calles de las principales ciudades del mundo deja una didáctica clara. El mundo se cuestiona a sí mismo, a partir de un sistema económico que ha profundizado la pobreza, la discriminación y el poder del capital financiero internacional. El movimiento excede las estructuras de los partidos y movimientos organizados para convertirse en una convergencia mundial de descontento, cuyas consecuencias son aun imprevisibles.
Los motivos están a la vista. El capitalismo, ahora sin la disputa alternativa del socialismo real, no ha demostrado a partir del derrumbe de los regímenes socialistas europeos, ser la respuesta idónea a las necesidades materiales y espirituales de millones de seres postergados en el planeta. Para muchos está claro que el mundo no es más justo después de la caída del Muro de Berlin que arrastró al derrumbe del sistema que le disputaba la hegemonía al capitalismo. Hoy día la indignación de los condenados de la tierra, acaba de inaugurar una tormenta con vientos que estremecen los cimientos del sistema político social imperante, como un fantasma que recorre el mundo.
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