Foto El Comercio
Por Leonardo Parrini
Cualquiera que concurra a la programación de los canales de televisión, y también a la “gran” prensa escrita, le ha llamado la atención durante la brega mundialista, la ausencia en ellas de nuestra cruda realidad. Obnubilados con los golazos de los delanteros estrellas y las tapadas magistrales de los guardametas mundialistas, nuestra realidad es una ameba al lado de esa rutilante muestra de desarrollo deportivo.
Y sin embargo, los grandes “temas” de nuestra realidad doméstica no nos faltan. Se discuten una ley de comunicación y otra de educación superior que no terminan de promulgarse; ahí están los 400 mil compatriotas sin empleo, en fin, un panorama económico de crisis en sordina, que se rumora bajito, pero se siente.
En medio de nuestra realidad real y nuestra realidad mediática, ¡qué falta nos hace la Tri!, postergada hoy a un imaginario de frustraciones y de incertidumbres deportivas, a falta de un conductor técnico y de un plan de trabajo de cara a Brasil 2014. La Tri era un factor de certeza en este desconcierto endémico de país dividido por contradichos internos y diplomacias babosas que nos aíslan más y más.
Sin caer en pedantes elucubraciones sociológicas, es útil y, aun más, necesario, considerar las demostraciones de fervor deportivo como una suerte de “unidad nacional”. Tal vez, habría al menos que preguntárselo, ¿está la gente necesitada de “momentos” en los que se identifique con el más amplio espectro de “los suyos”? Momentos en que se quiera, efectivamente, ser parte de un cuerpo social homogéneo y se aferre al primer símbolo que hable de una identidad compartida.
Echan de menos algunos, y no carecen de razón, que para protestar por injusticias o resistir atropellos autocráticos que no pongan “las masas” tan encendido entusiasmo como el que en su oportunidad, hoy nostálgicos, mostramos por la Tri. Ahora que la patria enarbolada es de todos ¡que falta que nos hace ese pedazo de patria, aun con sus sueños y frustraciones tricolores pintados en la piel del país!
Es que sin duda el fútbol, en sus expresiones amateur y profesional, es un acto social, un escenario en el que se dan tanto identificaciones de grupos como diferencias que suelen llegar a extremos lamentables y aun repudiables. No obstante, están abiertas las esperanzas de nuevos triunfos deportivos y también, por qué no atreverse a ello, de nuevas y prontas causas criollas que congreguen a amplias masas en las que cada uno se identifique con un Ecuador realmente “de todos”.
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