Foto Jose Julio Barberis.
Por Leonardo Parrini
En memoria de José Julio Barberis
Ya lo decía mi amigo Pedro Jorge Vera: uno lleva sus muertos vida adentro, pero la tuya José Julio, anda rondando las orillas de nuestro corazón atribulado, todavía incrédulo. Por tu temprana muerte y la insondable pérdida de tu maravillosa vida, amigo magnífico, tu ausencia aún no llega a lo profundo del espíritu. Recién en carne viva, y a flor de piel, rindo en tu memoria mi tributo doloroso y consternado.
Constructor de atmósferas memorables, la tuya fue una mirada siempre pura, transparente, de joven sensitivo e inteligente. De camarada generoso y dativo, de mirador de sueños y realidades que concebiste con la lucidez que te daba tu juventud briosa y tu honda sabiduría en ciernes.
En la travesía de tu hermosa amistad con nuestra familia y, en especial con mi hija Paula, aprendimos a quererte desde una entrañable conjunción de afectos y entendimientos; donde tú fuiste el capitán de un gesto grande, siempre dispuesto a brindarte como bondadoso copón de vino generoso.
A la juvenil luminosidad de tus años verdes, agregaste siempre el tono mayor de tu inteligencia, como una forma de ser y de estar en este mundo que entendiste como una algarabía en tu condición de cineasta y registrador de imágenes perdurables. Allí están las cumbres andinas donde un día obturaste, como un cazador, tu cámara de fotos; fotero lúcido registraste en la retina colectiva, la esencia misma del paisaje humano y natural de tu Ecuador amado.
Tu, cóndor alado, te empinaste por sobre la volcánica montaña ecuatorial para coronar tus sueños de aventura, donde nadie como tú para volver amar los riesgos y vivir peligrosamente tu condición de adolescente eterno. Pero a esa voladura juvenil sumaste la campana de tu risa, como alegría multiplicadora que compartiste con tus seres amados como designio vital. A esa alegría agregaste tu firme vocación por el cine y la fotografía, oficios que ejerciste con la factura estética de un artista forjado en la honestidad. Con la cámara en tus manos fuiste siempre artista, por tu curiosidad y constante indagatoria de la vida, hurgador de realidades y recovecos donde solo pueden acceder los elegidos.
En esta madrugada aciaga, a la hora infausta, en que solo en tu aposento enfrentaste la mayor de las verdades, el más absoluto de los designios: la muerte alada, zarpazo implacable, sumisión total es apenas en ti transitoria. Porque de ella emerges intocado, amigo querido, en el recuerdo de tu vida generosa que llevaremos siempre como un rojo clavel en el pecho.
Adiós, José Julio, compañero irremplazable. A esta hora que ingresas tan campante vida adentro, sigue para siempre con tu cámara construyendo atmósferas subreales, derrochando alegría, haciendo de la vida un gesto de fecundidad, como una magnifica tarea de ver el revés de las cosas y de multiplicarle el porvenir. Hasta siempre, es decir, hasta pronto, fotero iluminado.
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