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martes, 19 de enero de 2016

POLÉMICA DE LA CULTURA CRIOLLA

Por Leonardo Parrini

Según el mito griego, Perseo recibió de Atenea el escudo donde reflejar a la Medusa Gorgona y pudo decapitarla, sin quedar petrificado. La Medusa era tan horrorosa que sólo con mirarle a la cara convertía en piedra al observador. Perseo vio en el escudo el reflejo de Gorgona y, con ayuda de Atenea cortó la cabeza del monstruo. Nacía así el mito de la cultura como reflejo transformador de la realidad. La matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito, revestida de espejos busca reflejar la condición de un país que soñó ser, bajo el influjo de Benjamín Carrión, una potencia cultural, ya que Ecuador no sería potencia económica, peor militar, en los duros años cuarenta cuando la invasión peruana agredió la soberanía nacional. Hoy la casona enfrenta los riesgos de desaparecer bajo los designios burocráticos del Estado que, al amparo de una Ley de Cultura, pretende cambiar su estructura.  

La polémica intelectual desatada busca redefinir el rol de la institución cultural frente a las pretensiones estatales. En tanto, el Ministerio de Cultura se arroga la capacidad de “decretar” la cultura, sin una clara política cultural que vaya más allá de una agenda de actividades que denotan la poca incidencia en el urgente cambio cultural revolucionario que requiere el Ecuador. Un constante relevo de ministros pasa sin gloria, y con pena, por la institución de la calle Colón que no descubre su rol específico como estimulante en las diversas manifestaciones vitales de la cultura de un pueblo. El Ecuador de la revolución ciudadana tiene una deuda pendiente con la cultura en la implementación del proceso de cambio profundo que le correspondería impulsar al ministerio en rigor. La crítica de los sectores culturales a la falta de incidencia cultural del Estado o, al menos, una gestión decididamente inspiradora de las manifestaciones culturales del país, se ve hoy acrecentada ante una polémica que debe consensuar criterios en torno al rol de la cultura y sus instituciones.    

Los mitos afloran en el debate, con feo rostro de Gorgona amenazante. Un gobierno incomprensible no ve la necesidad de consenso nacional, a pocos meses de una campaña presidencial, y crea un frente beligerante –por lo demas gratuito- con los intelectuales, debilitando las pretensiones de unidad. La vieja máxima de Antonio Gramsci de contar con intelectuales orgánicos en los procesos revolucionarios, ha sido un mito en el régimen de la revolución ciudadana. Escritores que hoy reclaman al Estado la falta de políticas culturales no se muestran dispuestos a jugársela en un cargo público; en consecuencia que, muchos de los sujetos críticos tendrían el perfil para liderar un mejor Ministerio de Cultura.

Otro mito subyacente. La Casa de la Cultura invoca autonomía y jurisdicción nacional sobre núcleos que en un plano figurativo responden a una planificación nacional. Cada regional ha manejado una agenda propia sin responder, necesariamente, a una política central de la matriz. Y de este modo, se confunden actividades de la agenda con una política cultural definida, como insinúa el escritor Iván Egüez. La polémica también ha involucrado a sectores de la prensa. Orlando Pérez, en un editorial de El Telégrafo, señalaba: En cada provincia, cada entidad estatal (dígase municipio, prefectura o gobierno central) cuenta con su dirección de cultura y cada una a su modo desarrolla la política pública, que en realidad se reduce a eventos culturales y no necesariamente a procesos de largo aliento. En otras palabras…ni los intelectuales, artista, autoridades y gestores culturales han logrado construir para Ecuador un sistema nacional para este sector que garantice los derechos culturales de los ciudadanos. La matriz es importante, pero mucho más lo es la ley con todo el rigor de nuestra obligación histórica como proceso político de transformación.  


Fuego cruzado
Hace unos días, escritores y artistas suscribieron un manifiesto público en el que expresan desacuerdo por la eventual desaparición de la Matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, y la subordinación de los Núcleos Provinciales al Ministerio de Cultura, a propósito de la próxima expedición de la Ley de Culturas. El escritor Simón Zavala increpa el acuerdo, cuestionando “por qué razón no dijeron nada cuando Raúl Pérez Torres propuso y consiguió la autorización de algunos Presidentes de Núcleos para convertir a la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión en una Empresa Pública denominada "EMPRESA PUBLICA DE SERVICIOS CULTURALES CCE", desapareciendo a la Casa de un plumazo y convirtiéndola, bajo esta degradación, en una simple empresa que administre y alquile todos los teatros y salas y ya no cumpla su verdadera misión”. El tono beligerante de la impugnación deja sentir que algo huele mal en Dinamarca: “Desaparecer a la Casa, como se lo quiso hacer, de una forma tan indigna es una verdadera traición a la memoria de Benjamín Carrión y a todos los creadores ecuatorianos y a la comunidad nacional”.

El intelectual ecuatoriano Abdón Ubidia, Premio Nacional Eugenio Espejo, en un video advierte del peligro de que la Casa de la Cultura pierda su matriz para reducirse a 24 núcleos provinciales. Ubidia reconoce que “no es justo que el gobierno se abra frentes con quienes lo han respaldado siempre”. El connotado autor de novelas y ensayos, dijo: “Colocarle un Consejo Superior a la Casa de la Cultura, sería matar su autonomía y matar la razón de ser que siempre le ha caracterizado, como una institución rectora de muchos eventos de la cultura ecuatoriana...Es fácil destruir, lo difícil es construir o mantener, o aceptar la supervivencia de la Casa de la Cultura, gracias a la organización que, mal que bien, la tiene…Ni siquiera en la época de Febres Cordero se amenazó con atentar a la existencia misma de la Casa de la Cultura. El ministerio, hay el peligro de que caiga en la razón burocrática de organizar la realidad desde el escritorio, desde la síntesis del Power Point y no desde la realidad real desde la que actuamos nosotros, con vehemencia y con fe, y que nos hace que defendamos la existencia de la Casa de la Cultura con el costo que esto signifique”.

La productora de cine, Mariana Andrade, de la organización Ochoymedio, ha manifestado: Las instituciones culturales, hasta ahora, no han funcionado bajo ningún criterio de planificación global de administración cultural y de aprobarse la ley, tal como fue presentada, esto cambiará radicalmente. La Casa de la Cultura es un ejemplo de ello. Esta institución nació como un proceso político marginal. Sin embargo, a pesar de su naturaleza, en todos los años de existencia, le dio la espalda a los procesos que como ella, nacieron de la marginalidad. Escritores, poetas, músicos se tomaron la CCE y la manejaron a su antojo, permaneciendo ahí por décadas. Eternizarse en puestos de administración, que al fin y al cabo son también puestos de poder, ha tenido consecuencias nefastas. De ser una esperanza, la CCE terminó como el Saturno de Goya, devorando a sus hijos, entre redes clientelares, auspicios banales y compadrazgos.  

El escritor Fernando Tinajero se pronunció respecto de la situación de la Casa de la Cultura: La cultura nace de la entraña popular y la gestión de la cultura es lo que compete a la CCE y lo ha hecho desde 1944, constituyéndose en el eje de la producción ideológica del país...ninguna otra institución cuenta con la experiencia la infraestructura y sobre todo con el aporte gigantesco de innumerables actores y gestores culturales…artistas, escritores que consagra su vida su esfuerzo a promover la cultura en sus respectivos lugares de vida. Sujetar una institución como ésta a una política del Estado, a una institución estatal que tiene sus propios fines, es un error sumamente grave.

Ya en el ojo del huracán amerita que los Perseos de la cultura, al fragor de la polémica, decapiten a las medusas que amenazan con petrificar a la cultura nacional en un espacio burocrático e infecundo. Es hora de que prime la razón. Que el Ministerio de Cultura rompa el silencio y se pronuncie respecto a la urgente necesidad de dar vuelta la historia a este capítulo y asuma el rol dentro de sus competencias de generar una política que cambie la faz cultural del Ecuador.

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