Por Leonardo
Parrini
Según el mito
griego, Perseo recibió de Atenea el escudo donde reflejar a la Medusa Gorgona y
pudo decapitarla, sin quedar petrificado. La Medusa era tan horrorosa que sólo
con mirarle a la cara convertía en piedra al observador. Perseo vio en el
escudo el reflejo de Gorgona y, con ayuda de Atenea cortó
la cabeza del monstruo. Nacía así el mito de la cultura como reflejo
transformador de la realidad. La matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en
Quito, revestida de espejos busca reflejar la condición de un país que
soñó ser, bajo el influjo de Benjamín Carrión, una potencia cultural, ya que Ecuador no sería potencia económica, peor
militar, en los duros años cuarenta cuando la invasión peruana agredió la
soberanía nacional. Hoy la casona enfrenta los riesgos de desaparecer
bajo los designios burocráticos del Estado que, al amparo de una Ley de Cultura,
pretende cambiar su estructura.
La polémica
intelectual desatada busca redefinir el rol de la institución
cultural frente a las pretensiones estatales. En tanto, el Ministerio de
Cultura se arroga la capacidad de “decretar” la cultura, sin una clara política
cultural que vaya más allá de una agenda de actividades que denotan la poca incidencia
en el urgente cambio cultural revolucionario que requiere el Ecuador. Un
constante relevo de ministros pasa sin gloria, y con pena, por la institución de
la calle Colón que no descubre su rol específico como estimulante en las diversas
manifestaciones vitales de la cultura de un pueblo. El Ecuador de la revolución
ciudadana tiene una deuda pendiente con la cultura en la
implementación del proceso de cambio profundo que le correspondería impulsar al
ministerio en rigor. La crítica de los sectores culturales a la falta de
incidencia cultural del Estado o, al menos, una gestión decididamente inspiradora
de las manifestaciones culturales del país, se ve hoy acrecentada ante una polémica
que debe consensuar criterios en torno al rol de la cultura y sus instituciones.
Los mitos afloran en el debate, con feo rostro de Gorgona amenazante. Un gobierno incomprensible no ve la necesidad de consenso nacional, a pocos meses de una campaña presidencial, y crea un frente beligerante –por lo demas gratuito- con los intelectuales, debilitando las pretensiones de unidad. La vieja máxima de Antonio Gramsci de contar con intelectuales orgánicos en los procesos revolucionarios, ha sido un mito en el régimen de la revolución ciudadana. Escritores que hoy reclaman al Estado la falta de políticas culturales no se muestran dispuestos a jugársela en un cargo público; en consecuencia que, muchos de los sujetos críticos tendrían el perfil para liderar un mejor Ministerio de Cultura.
Otro mito subyacente. La Casa de la Cultura invoca autonomía y
jurisdicción nacional sobre núcleos que en un plano figurativo responden a una planificación
nacional. Cada regional ha manejado una agenda propia sin responder,
necesariamente, a una política central de la matriz. Y de este modo, se
confunden actividades de la agenda con una política cultural definida, como
insinúa el escritor Iván Egüez. La polémica también ha involucrado a sectores
de la prensa. Orlando Pérez, en un editorial de El Telégrafo, señalaba: En cada provincia, cada entidad estatal (dígase
municipio, prefectura o gobierno central) cuenta con su dirección de cultura y
cada una a su modo desarrolla la política pública, que en realidad se reduce a
eventos culturales y no necesariamente a procesos de largo aliento. En otras
palabras…ni los intelectuales, artista, autoridades y gestores culturales han
logrado construir para Ecuador un sistema nacional para este sector que
garantice los derechos culturales de los ciudadanos. La matriz es importante,
pero mucho más lo es la ley con todo el rigor de nuestra obligación histórica como
proceso político de transformación.
Fuego cruzado
Hace unos días,
escritores y artistas suscribieron un manifiesto público en el que expresan
desacuerdo por la eventual desaparición de la Matriz de la Casa de la Cultura
Ecuatoriana, y la subordinación de los Núcleos Provinciales al Ministerio de
Cultura, a propósito de la próxima expedición de la Ley de Culturas. El
escritor Simón Zavala increpa el acuerdo, cuestionando “por qué razón no dijeron nada cuando Raúl Pérez Torres propuso y
consiguió la autorización de algunos Presidentes de Núcleos para convertir a la
Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión en una Empresa Pública
denominada "EMPRESA PUBLICA DE SERVICIOS CULTURALES CCE", desapareciendo
a la Casa de un plumazo y convirtiéndola, bajo esta degradación, en una simple
empresa que administre y alquile todos los teatros y salas y ya no cumpla su
verdadera misión”. El tono beligerante de la impugnación deja sentir que algo
huele mal en Dinamarca: “Desaparecer a la
Casa, como se lo quiso hacer, de una forma tan indigna es una verdadera
traición a la memoria de Benjamín Carrión y a todos los creadores ecuatorianos
y a la comunidad nacional”.
El intelectual
ecuatoriano Abdón Ubidia, Premio Nacional Eugenio Espejo, en un video advierte
del peligro de que la Casa de la Cultura pierda su matriz para reducirse a 24
núcleos provinciales. Ubidia reconoce que
“no es justo que el gobierno se abra frentes con quienes lo han respaldado
siempre”. El connotado autor de novelas y ensayos, dijo: “Colocarle un Consejo Superior a la Casa de la Cultura, sería matar
su autonomía y matar la razón de ser que siempre le ha caracterizado, como una
institución rectora de muchos eventos de la cultura ecuatoriana...Es fácil
destruir, lo difícil es construir o mantener, o aceptar la supervivencia de la
Casa de la Cultura, gracias a la organización que, mal que bien, la tiene…Ni
siquiera en la época de Febres Cordero se amenazó con atentar a la existencia misma
de la Casa de la Cultura. El ministerio,
hay el peligro de que caiga en la razón
burocrática de organizar la realidad desde el escritorio, desde la síntesis del
Power Point y no desde la realidad real desde la que actuamos nosotros, con
vehemencia y con fe, y que nos hace que defendamos la existencia de la Casa de
la Cultura con el costo que esto signifique”.
La productora de cine, Mariana Andrade, de la organización Ochoymedio,
ha manifestado: Las instituciones
culturales, hasta ahora, no han funcionado bajo ningún criterio de
planificación global de administración cultural y de aprobarse la ley, tal como
fue presentada, esto cambiará radicalmente. La Casa de la Cultura es un ejemplo
de ello. Esta institución nació como un proceso político marginal. Sin embargo,
a pesar de su naturaleza, en todos los años de existencia, le dio la espalda a
los procesos que como ella, nacieron de la marginalidad. Escritores, poetas,
músicos se tomaron la CCE y la manejaron a su antojo, permaneciendo ahí por
décadas. Eternizarse en puestos de administración, que al fin y al cabo son
también puestos de poder, ha tenido consecuencias nefastas. De ser una
esperanza, la CCE terminó como el Saturno de Goya, devorando a sus hijos, entre
redes clientelares, auspicios banales y compadrazgos.
El escritor Fernando Tinajero se pronunció respecto
de la situación de la Casa de la Cultura: La cultura nace de la entraña popular y la gestión de
la cultura es lo que compete a la CCE y lo ha hecho desde 1944, constituyéndose
en el eje de la producción ideológica del país...ninguna otra institución cuenta
con la experiencia la infraestructura y sobre todo con el aporte gigantesco de innumerables
actores y gestores culturales…artistas, escritores que consagra su vida su
esfuerzo a promover la cultura en sus respectivos lugares de vida. Sujetar una institución
como ésta a una política del Estado, a una institución estatal que tiene sus
propios fines, es un error sumamente grave.
Ya en el ojo del
huracán amerita que los Perseos de la
cultura, al fragor de la polémica, decapiten a las medusas que amenazan con petrificar
a la cultura nacional en un espacio burocrático e infecundo. Es hora de que
prime la razón. Que el Ministerio de Cultura rompa el silencio y se pronuncie respecto
a la urgente necesidad de dar vuelta la historia a este capítulo y asuma el rol
dentro de sus competencias de generar una política que cambie la faz cultural
del Ecuador.
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