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viernes, 8 de enero de 2016

CRIMEN DE LOS HERMANOS RESTREPO: SIN PERDON NI OLVIDO

Por Leonardo Parrini

Los seres humanos disponemos de una memoria poética que nos hace recordar aquello que amamos, dice Milan Kundera. Habría que decir que esa misma memoria permite aflorar en el recuerdo lo que nos hace daño y nos condena a la imposibilidad de olvido. Esa amalgama de sentires contrapuestos, entre el amor y el odio, entre la indiferencia y la memoria hace que, al fin de cuentas, el perdón sea apenas un designio imposible, marcado a fuego lento en la conciencia.

Sin perdón ni olvido, se leía en los carteles de las manifestaciones que desde hace 28 años la familia Restrepo Arismendi enseñaba cada miércoles frente a la Casa de Gobierno en Quito. Una lucha contra la impunidad, arengada por ese incansable luchador por los derechos humanos, Pedro Restrepo, para hacer prevalecer los derechos inalienables de sus hijos Carlos Santiago y Pedro Andrés, de 15 y 17 años, asesinados en crimen perpetrado por el Estado ecuatoriano bajo el mandato presidencial del ingeniero León Febres Cordero.

El perdón sin olvido pudo ser, acaso, una tentativa fugaz en el alma atribulada de Maria Fernanda, la niña que a temprana edad presenció como la garra inexorable de la muerte absurda le arrancaba a sus hermanos amados. Contra un olvido sin perdón Luz Elena, madre de los niños mártires, luchó hasta inmolar su vida en un accidente de tránsito acaecido en julio de 1994, precisamente cuando realizaba una campaña por una respuesta que le permitiera encontrar con vida o sin ella a sus hijos.

Han transcurrido tres décadas de la “indolencia estatal, de ocho gobiernos cómplices de una policía otrora intocable”, y el país todavía no conoce con certeza el paradero de los cuerpos de Carlos Santiago y Pedro Andrés, detenidos el 8 de enero de 1988 por agentes de la Policía Nacional y encerrados en una celda de la que desaparecieron.

La memoria histórica del crimen de los hermanos Restrepo registra detalles imborrables y, al mismo tiempo, imperdonables. La institución policial reconoció finalmente que los niños “fueron detenidos, llevados al regimiento Quito 2 y encerrados en una celda donde funcionaba el denominado SIC 10”. Según la versión del ex agente Hugo España, -de guardia aquella fatídica noche del 8 de enero-, se llegó a establecer en informe oficial que los menores fueron torturados y probablemente “descuartizados luego de lo cual los llevaron a la laguna de Yambo donde desaparecieron”.

Lucha inclaudicable

“La única lucha que se pierde es la que se abandona”, ha dicho Pedro Restrepo. Y esa incansable actitud de la familia Restrepo consiguió la sentencia de 7 implicados en el hecho, -declarado crimen de Estado- por la justicia. No obstante, la impunidad registra nombres como el de los ex ministros Luis Robles Plaza y Heinz Moeller que durante el gobierno febrescorderista formaron parte como “funcionarios de una estructura que permitió el asesinato de mis hijos”, concluye Retrepo. La inclaudicable lucha de la familia Restrepo Arismendi llevó a Pedro ante la Corte de Derechos Humanos en 1998; instancia que sentenció al Estado a pagar una indemnización y cumplir medidas de reparación como “nuevos peritajes, la búsqueda en la laguna de Yambo y la conformación de la Comisión de la Verdad para documentar todos los casos de violación a los derechos humanos”. En 2012 la Fiscalía General del Estado cumplió el mandato legal y estableció la Comisión que investiga 136 casos de los cuales 9 han confirmado juicios, incluso, por crimen de lesa humanidad.   

Más allá del perdón y del olvido, la lucha de Pedro y Marta, su actual esposa, y de su hija María Fernanda aún mantiene encendida la llama de la esperanza de todo un país que clama por una justicia plena e inapelable. Una flama que persiste para que en el Ecuador, que ya ha cambiado en tantos sentidos, nunca jamás el terrorismo de Estado permita segar la vida de ciudadanos inocentes.

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