Por Juan J. Paz y Miño C.
En la película El Padrino II, filmada en
1974, dirigida por Francis Ford Coppola y basada en el libro de Mario Puzo, hay
una escena muy interesante: es la fiesta de fin de año, el 31 de diciembre de
1958; como música de fondo suena Guantanamera, conocida canción popular cubana;
y en un amplio y lujoso salón de baile, en medio del bullicio de la “burguesía”
allí reunida, Michael Corleone (Al Pacino) abraza a su hermano Fredo (John
Cazale) y le dice haber descubierto su traición. Corleone había ido a La Habana
para arreglar negocios con otros miembros de la mafia.
Afuera, en las calles, hay pobladores que
festejan. Entonces llega Fulgencio Batista, el dictador de Cuba, y entra al
gran salón de la fiesta. Allí se dirige a los asistentes, comunicándoles que
por los serios reveses de sus tropas en Guantánamo y Santiago, él renuncia
“para evitar más derramamiento de sangre”, y nombra un gobierno provisional,
luego se despide para salir de la ciudad, y desea a todos “buena suerte”.
Afuera, la escena muestra a pobladores
emocionados y alguien grita: “¡Viva la revolución! ¡Viva Fidel!”. La burguesía
sale despavorida del salón de baile. Hay quienes llegan al Club Náutico
Marianao para tomar sus yates y huir del país. Otros se hallan a la entrada de
la embajada de EE.UU. En alguna pista, un avión de la Línea Aérea Nacional
Cubana se alista para despegar. Se ve a pobladores que lanzan a la calle equipos
de casino o destrozan señales de parqueo. Pasa también un automóvil equipado
con megáfono y se escucha: “¡Ha caído el tirano Batista! ¡Viva la revolución!
¡Fidel, Fidel!”. Michael Corleone intenta llevarse a Fredo, sin lograrlo,
mientras la muchedumbre rodea su automóvil y siguen los gritos: “¡Fidel, Fidel,
Fidel!”.
La escena no fue filmada en Cuba, sino en
República Dominicana, en el salón Las Cariátides del Palacio Nacional de Santo
Domingo, en cuya escalinata de acceso también se escenifica la desesperada fuga
de la burguesía cubana. Ese edificio mandó a construir otro sanguinario tirano:
Rafael Leónidas Trujillo, en 1947, encargándolo al arquitecto italiano Guido de
Alexandro.
Lo excepcional de la escena de El Padrino es
que da testimonio de un hecho real: el derrocamiento de Batista en Cuba y el
triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro, el 1 de enero de 1959. Y
los hechos han sido recreados en la película con su verdadero drama, porque el
triunfo de la Revolución Cubana acabó con uno de los gobiernos más corruptos y
represivos de América Latina, que no solo estuvo vinculado con la mafia, que
poseía en La Habana una serie de negocios, sino que se colocó al servicio de la
poderosa oligarquía cubana y de los intereses capitalistas de los EE.UU.
Al celebrarse un nuevo aniversario de la
Revolución Cubana, cabe comprender que ella significó una alteración radical en
la historia de América Latina, pues supo edificar un régimen de democracia
social, antiimperialista y socialista, que se convirtió en un referente para
toda la región y en un símbolo de los ideales anticapitalistas de las
izquierdas latinoamericanas.
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