Por Lucrecia Maldonado
Este tipo de sucesos es cíclico, y no solamente eso: tiene parte y
contraparte. Al igual que en el caso de un conocido cantautor de nuestro medio,
ahora que un adolescente resulta más mártir que Jesús en la cruz debido al
‘ataque’ que ha sufrido por parte del presidente, me cabe una pregunta: ¿qué
habría ocurrido si la caravana presidencial sencillamente pasaba de largo? Y la
respuesta es tan simple y sencilla que hasta avergüenza: nada. No habría
ocurrido nada. Absolutamente nada.
Pero, ojo, que no estoy defendiendo al niño. Y no es que no lo hago
por esa puritana y moralista actitud que nos lleva a hablar del respeto a los
mayores, ni por esa otra actitud, aún peor, que lleva a gente que seguramente
proviene de familias perfectas a decir: “¿de qué hogar vendrá semejante
patán?”, tampoco. Como todo niño, como todo adolescente, se cree adulto, y
piensa que sus escasos diecisiete años le dan derecho a expresar su opinión con
gestos que son insultantes más por tradición que por significado. No hay que
meterse con el hogar. Este niño es solo la punta de un iceberg, y, hoy por hoy,
funge del tonto útil que la oposición necesitaba para crear un nuevo producto
mediático que distraiga la atención de cosas más importantes y venda la imagen
de un presidente autoritario y represivo.
Es triste pensar que en algunos casos el peor enemigo del presidente
Correa es él mismo. ¿Qué necesidad tiene de pararse a recriminar a cualquier
hijo de vecino que comete alguna grosería menor contra él en alguna calle?
Hasta por táctica, diríamos, o por estrategia: dejarlo con el gesto congelado,
no tomarlo en cuenta, equivale a una actitud de limpia indiferencia ante la
estulticia. Pero involucrarse en una gresca barrial por un yucazo no es
faltarle al respeto al insolente: es faltarse al respeto a sí mismo y además
faltarle al respeto a eso que pomposamente se llama “la majestad del cargo que
ostenta”.
En el video de YouTube que consigna los hechos, la agresión más fuerte
que se presenta es la de la enfurecida madre del muchacho a un agente de seguridad
(lo abofetea con tal fuerza que las gafas que él lleva salen volando) y a un
camarógrafo a quien también pretende golpear e insulta también con algún
término ‘no radial’.
Sin embargo, la conducta más inapropiada o inconveniente en este caso
no pertenece a ninguno de estos tres personajes. La conducta más inapropiada
viene precisamente de una oposición enfermizamente artera, que se agarraría de
un clavo ardiendo para continuar en su tenaz labor de socavamiento de la
estabilidad del régimen. Entonces Lourdes Tibán presenta en su canal de YouTube
el video del muchacho, cuyo acento evidencia más prepotencia que talento, relatando
a una cámara anónima su versión de los hechos. A pesar de tratarse de un menor,
se menciona su nombre completo en la identificación del video, y no se
difuminan sus rasgos ni se distorsiona su voz, violentando así las normas más
elementales sobre la protección de identidad de menores. Nadie la censura por
eso. Gente de la más variopinta ralea se hace eco de la ‘agresión’ del presidente
Correa al muchacho, que no es documentada por ningún medio audiovisual, sino solamente
relatada por el joven. A nadie le interesa comprobar la veracidad de los hechos
ni contrastar fuentes antes de emitir juicios, opiniones, insultos y otro tipo
de cosas en las redes sociales.
Creo que Rafael Correa,presidente de los ecuatorianos tiene que comprender que vivimos un mundo rodeado de cámaras, en celulares, fotográficas. Que cuando se caravana recorre una calle, avenida o visita un lugar, todo el mundo enciende su equipo para registrar detalles de su paso.Un error, reclamo, insulto será amplificado y usado por los opositores para demostrar su teoría de que Correa en un ser de poca tolerancia. Señor presidente no es necesario resolver los problemas personalmente, ser tolerante es el mandato para una figura pública. Cuidado con los opositores rabiosos y miserables.
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