GRANDES TEMAS - GRANDES HISTORIAS

E c u a d o r - S u d a m é r i c a

jueves, 2 de abril de 2015

CEGUERA MORAL


Por Leonardo Parrini

“La nuestra es una era de temor. Cultivamos una cultura del temor progresivamente más poderosa y global. Nuestra era exhibicionista, con su fijación en el sensacionalismo barato, los escándalos políticos, los reality shows televisivos y otras formas de auto exposición a cambio de fama y atención pública, aprecia el pánico moral y los escenarios apocalípticos en un grado incomparablemente mayor a los planteamientos equilibrados, la leve ironía o la modestia”, afirma Leonidas Donskis en el libro Ceguera moral, escrito en colaboración con el sociólogo Zygmunt Bauman.

Esta sentencia describe en toda su dimensión un fenómeno que venimos observando en el seno de la sociedad ecuatoriana: la exacerbación de la convivencia política, a través de la comunicación mediática y en redes sociales convertidas en cloacas públicas y resumideros de odio nacional. Esto es lo que se puede advertir de visita en sitios virtuales regentados por conspicuos opinadores a sueldo, financiados por organizaciones dedicadas a una gestión política subterránea maquillada de análisis e investigación. La beligerancia política extrema en contra del gobierno central se manifiesta en el tráfico de mensajes de odio visceral contra autoridades nacionales, representantes populares y ciudadanos que ejercen funciones públicas. En las redes sociales se ha desplegado una orquestación de ataques mediáticos virtuales que no se detiene ante nada y ante nadie, que apela a todos los recursos de la manipulación y desinformación en la búsqueda de detalles personales, profesionales o ideológicos que sirvan para denostar y aniquilar al blanco predilecto: el Presidente Rafael Correa. Envalentonados tuiteros, furibundos blogeros nacionales y extranjeros disfrazados de analistas, se han dedicado al sucio trabajo de difundir desazón, temor y proyectar escenarios de conflicto, amparados en la libertad de expresión vigente.

Esta práctica “periodística” se inserta en una trama mucho más compleja de una campaña de desgaste, como inicio de una estrategia puesta en marcha que debería desembocar en las elecciones presidenciales del 2017, con el propósito de levantar un frente político electoral en condiciones de enfrentar a la maquinaria electoral del régimen. Campaña que incluye la editorialización de temas de interés internos tratados con sentido alarmista, sobredimensionando causas y consecuencias, para generar un clima de temor progresivo que movilice a la ciudadanía en contra del proyecto político de cambio social vigente.  

El tono de odiosa virulencia de quienes verbalizan el descontento y la incertidumbre frente a  tiempos de por sí difíciles, hace pensar que se trata de un tinglado mayor, disfrazado de sentido común, que forma parte de una suerte de prostitución mediática: vender ideas de una hiperrealidad nefasta al mejor postor. Detrás de los epítetos redactados en salas de prensa o en la cómoda estulticia de opinadores asalariados, subyace el propósito siniestro de dividir a la sociedad ecuatoriana en bandos irreconciliables en un enfrentamiento de imprevisibles consecuencias.

En el peligroso afán de construir el Ecuador de la revancha, los vocingleros del desastre no trepidan en desplegar un permanente estado de propaganda de animadversión, propia de las políticas del terror aprendidas de las prácticas fascistas implementadas en otros países de Sudamérica. Una campaña terrorista mediática que chapucea entre la ignorancia y la ignominia, en defensa de oscuros intereses de sectores rezagados en lo político, pero cuyo poder económico permanece intocado. En la primera línea de la batalla por las redes sociales y los espacios virtuales se la juegan los mercenarios de la palabra, cumpliendo la asignación mediática de sus patrones, banqueros y comerciantes asustadizos, que sacan las castañas con la mano del gato.

Detrás de cada texto escrito en lenguaje excrementicio con dudoso sentido del humor de vil escarnio, se oculta el latrocinio político de vender la idea de “una sociedad mejor”, del país postcorreísta “recuperado” en privilegiados intereses. Si no fuera porque sus banales argumentos trascienden los cocteles donde traman mil y una fechorías para derrumbar la esperanza de un país en proceso de cambio, se diría que son inocuos. Pero no. Basta ver sus henchidas panzas del amargo licor de la desventura, ebrios de resentimiento, y cómo se revuelcan en la melcocha de su machacona desgracia política. Sin ver más allá de sus narices, ofuscados de odio y ceguera moral.

No hay comentarios:

Publicar un comentario