GRANDES TEMAS - GRANDES HISTORIAS

E c u a d o r - S u d a m é r i c a

martes, 22 de abril de 2014

GABO Y EL MEJOR OFICIO DEL MUNDO

Por Leonardo Parrini

Decir que Gabriel García Márquez vivió íntimamente ligado al realismo mágico no implica soslayar que estuvo también vitalmente relacionado con el realismo periodístico, pasión de toda su vida que, de algún modo, resulta minimizada en los discursos póstumos. De hecho, el Gabo fue bautizado con ese apócope por un subdirector de diario El Espectador Eduardo Zalamea Borda, cuando aún era un muchacho que se iniciaba en las lides reporteriles.

El silenciar, o mejor, el soslayar con deliberada intención el oficio periodístico de García Márquez responde a la necesidad de limarle las uñas al león. Para los poderosos es más fácil reconocer su talento como narrador de historias mágicas que como denunciador de realidades verdaderas. García Márquez divide al mundo entre quienes lo entienden en ambos aspectos de su creatividad de intelectual, consecuente con principios que abrazó en su vida pública y privada. Y es una falacia puesto que, si revisamos su estilo literario, éste tiene el sentido periodístico de la crónica, mientras que sus reportajes están matizados por vibrantes episodios metafóricos de poderoso ímpetu connotativo. Prueba de ello es Historia de un Secuestro, texto en el que combina la orientación testimonial periodística y su estilo narrativo netamente literario.

El Gabo, no en vano, dijo alguna vez que el periodismo le sirvió como una herramienta para no perder contacto con la realidad y con su obra literaria: No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad. Una realidad que García Márquez percibió en su exacta magnitud de soledad social e individual del hombre. En otro acápite de su pensamiento dijo: aprendí un sistema de metaforizar, sino lo que es más decisivo, un entusiasmo y una novelería por la poesía que añoro cada día más y que me produce una inmensa nostalgia. Gabo, escritor y Gabo periodista es, irreductiblemente, uno solo. Un realista en la narración de lo verdadero y de lo irreal, en que los límites entre lo verdadero y lo fantástico se desvanecen muy naturalmente. Cierta critica persiste en traslapar su apelativo de escritor “mágico” por sobre su condición de militante social. Gabo ha respondido a esta otra forma de distorsionar su figura: No soy comunista. Por supuesto que no. No lo soy ni lo he sido nunca. Ni tampoco he formado parte de ningún partido político. Quiero que el mundo sea socialista y creo que tarde o temprano lo será.

Reportero de la vida

García Márquez se inicia como periodista en 1948 en el diario El Universal de Cartagena, Colombia, mientras estudiaba la carrera de derecho. Luego se haría cargo de la columna Séptimus, en el periódico El Heraldo de Barranquilla. Regresa a El Espectador en 1954 y escribe esporádicamente en El Independiente. Al triunfo de la Revolución cubana, en 1959, García Márquez se traslada a Cuba y trabaja en la agencia Prensa Latina. Su actividad periodística es un ejemplo de coherencia ideológica y valentía profesional.  

Entre los escritos periodísticos de García Márquez, debo especial apego a La Aventura de Miguel Litin clandestino en Chile, un reportaje sobre la visita secreta realizada por el director de cine chileno Miguel Littín a su país natal después de 12 años en el exilio. Littín estaba en una lista oficial de personas prohibidas de retornar a Chile. Esta circunstancia convence a Miguel que la única manera de retornar a su patria es mediante el uso de un “pasaporte falso, una profesión y una excusa falsas, y más aún, con una esposa falsa”. Durante su visita a Chile, en 1985 Miguel, haciéndose pasar por un hombre de negocios uruguayo, dirige tres equipos de filmación para la realización de un documental sobre la vida del país bajo la dictadura. Consecuentemente, filma entrevistas con chilenos comunes y corrientes y con gente de movimientos de la resistencia que operan clandestinamente. García Márquez registra los pormenores de esa aventura en un texto que hoy constituye una pieza clave del periodismo contemporáneo.  

La vocación a la que Gabo llama el mejor oficio del mundo, tiene sus bemoles. En sus inicios se aprendía “en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes”, luego se convirtió en una herramienta de combate en la vida misma. No obstante, enclaustrado este oficio en la academia, -para García Márquez- el resultado de su aprendizaje  no es alentador: Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales. Incluso en la práctica profesional también existen limitaciones: el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma-sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente.

Gabo, eterno reportero de la vida, rigió su oficio por un principio que nos legó, más temprano que tarde, para siempre: Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario