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miércoles, 19 de marzo de 2014

¿AMOR O…POLIAMOR?



Por Leonardo Parrini

"Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio".(Julio Cortázar)

¿Es el ser humano, por naturaleza, acreedor a una relación genitoafectiva tan exclusiva como la pintan? Esta cuestión, supuestamente simple, encierra un nudo difícil de desatar: el amor celoso. Dicho de otro modo, ¿es el amor un sentimiento tan excluyente como aparenta? La respuesta abrumadoramente mayoritaria es: "Yo no sería capaz de ver a mi pareja con otra persona". Para los entendidos en relaciones humanas, los celos no se refieren a nada concreto y constituyen, más bien, un síndrome de miedo al abandono por exclusión o reemplazo.

En la literatura de William Shakespeare, Otelo representa el símbolo mistificado del celo humano con variantes que van desde el egoísmo hasta el más furibundo racismo. En su impronta encierra “la intriga, la desconfianza como fieras atrapadas que esperan el momento oportuno para lanzarse sobre el corazón y darle un certero zarpazo”. Visto así, ¿son los celos un síndrome de amor? No necesariamente. En la clásica obra shakesperiana, los celos de Otelo por Desdémona -historia de amor prohibida y condenada al fracaso entre una mujer blanca y un hombre negro- son paradigma de “un sentimiento que se puede transformar en una enfermedad con la que se puede hacer daño física y psicológica a otras personas y a uno mismo, sin tener conciencia de nuestras acciones”.

¿Qué hace de los celos un sentimiento de amor contradictorio? Sin duda, la amenaza frente a algo o alguien que sentimos o deseamos nuestro: el riesgo ante mi deseo por el sujeto amado. Un estado emotivo ansioso que se caracteriza por el miedo ante la posibilidad de perder lo que se posee, o se considera que se debiera poseer. En el adulto como síndrome de Otelo y en el infante como complejo de Caín, ante el advenimiento de un nuevo hermano o hermana.

La sociedad monogámica

La pregunta pertinente es si la sociedad monogámica vigente es un producto social o un reflejo de la condición natural de la especie humana. ¿Somos monógamos o polígamos? La respuesta sin duda ayudaría a despejar la interrogante acerca de si los celos son un síndrome heredado o adquirido. Los expertos en ayuda conyugal o relación de parejas aconsejan ser frontales ante los conflictos de exclusividad afectiva. Y las fórmulas sugeridas empiezan por reconocer que quienes padecen preferentemente estos ataques de celos son personas muy centradas en sí mismas. Esto supone que el tratamiento del amor celoso comienza por un ejercicio comunicativo entre los sujetos amantes, es decir comunicar al otro y otra la existencia de celos, lo que implica pedir ayuda para disipar nuestras dudas. Es vital saber qué ocurre en la realidad del comportamiento de la pareja, para cotejar si estamos teniendo una percepción correcta de dicha realidad, o es un sentimiento de desconfianza celosa infundado. Sólo aplicando una dosis de racionalidad podremos desterrar los celos al confrontarlos con la realidad bajo sospecha, según los expertos. Aparentemente la fórmula puede funcionar, a condición de que el diálogo constante, la confianza y el contacto amoroso, sean los instrumentos para superar el desencuentro y los celos. Es decir, el realismo es el escenario propicio para disipar los celos, aun en los casos más extremos, obligados a reconocer que el amor traicionado tiene una fecha de caducidad.

Poliamor ¿una nueva alternativa?

El amor celoso es, sin duda, parte de una tragedia afectiva que supone vivir en constante sufrimiento, bajo la visión dramática del amor como paisaje habitual. En otras palabras, si no sufro no ha sucedido el amor. Ante esta tendencia monógama de amor celoso y  sufridor, surgen los colectivos de poliamor definidos por la existencia de redes afectivas, de anarquías relacionales, relaciones abiertas, o la no-monogamia afectiva.

Esta sugestiva alternativa parte de la premisa que los celos son un aviso de la mente, que podemos replantearnos lo que creíamos obvio, y asumir que los celos se pueden desaprender. Para lo cual se propone evaluar la relación existente en términos de saber si nuestra pareja, por mantener sexo con otra persona, nos va a reemplazar definitivamente. Las preguntas claves que debemos hacernos, según esta teoría son: ¿estamos cuidando nuestra relación, sentimos conexión emocional con nuestra pareja? La respuesta nos lleva a establecer el estado emocional en que nos encontramos versus los celos que operan como un sistema operativo de alerta. Según estudios de John Bowlby y Mary Ainsworth “la teoría del apego” aporta respuestas acerca de la manera en que construimos nuestros vínculos emocionales que “dependen del tipo de vínculo que tuvimos desde los seis meses hasta los tres años”, con la persona que nos cuidaba. La teoría dice que a determinados cuidados corresponden determinados comportamientos y de esta manera surgen conductas evitativas, ambivalentes, desorganizadas y todas las mezclas posibles de esos rasgos.

Complementariamente, Roy Baumeister y Mark Leary argumentan que la necesidad de pertenencia es una constante humana fundamental para formar y mantener, al menos una cantidad mínima de duración, relaciones interpersonales positivas y significativas. Los investigadores Baumeister y Leary sugieren que "el amor es muy satisfactorio y deseable sólo si es mutuo". Por lo tanto, cuando el amor "surge sin pertenencia, como en el amor no correspondido, el resultado suele ser la angustia y la decepción”. El término pertenencia tiene dos significados principales: posesión y aceptación, como una parte natural. Si pertenencia se toma en su sentido más literal de la posesión, entonces está obviamente mal en una relación, ya que poseer a la pareja implica la propiedad y el control propio de los celos. En la opción del poliamor hay que superar tanto los celos de sexo como los de amor. No sólo se debe ser capaz de ver que la persona a la que amas en relaciones sexuales con otras personas, también hay que tolerar que se enamore de otras personas. El poliamor consiste en establecer relaciones afectivas de la misma intensidad que las de la pareja tradicional con más de una persona al mismo tiempo. Con todas las responsabilidades que eso conlleva... ¿Será esto posible?

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