Por Leonardo Parrini
Existen dos profesionales a quienes debemos creerles a pie juntilla: médicos
y periodistas. A los primeros cuando fallan se les muere un paciente, a los segundos
se les muere un país, según un adagio popular. ¿Qué sucede cuando la crisis de
credibilidad afecta la palabra de galenos y reporteros? Se jode la Francia. Y
se jode en serio, puesto que de la palabra del primero depende la vida de un
ser humano y del segundo depende la vida democrática de una sociedad. En ambos
casos, la verdad forma parte de un elemento consustancial de la profesión: es
tan nefasto que un médico mienta a que lo haga un periodista o una cadena
informativa, puesto que la sociedad deposita en ellos la confianza en el diagnóstico
individual y social de la salud de un país.
Las recientes declaraciones de la ex corresponsal de CNN, Amber Lyon
confirmando que la cadena estadounidense fabrica noticias acerca de temas de su
interés, es un duro golpe dado al mentón a uno de los mitos de nuestro
tiempo: la credibilidad sine qua non de los medios informativos. Mito, porque
su gestión implica la imposición de la llamada agenda Setting, mediante la cual
los medios informativos seleccionan, clasifican y asignan a su personal los temas
que deben y no deben salir al aire. De acuerdo con la agenda Setting,
los medios de comunicación sólo nos permiten llegar a cierta información, lo
que ellos nos quieran dar o mostrar. En el fondo es un sistema de censura,
debido al cual se nos quita nuestra libertad para decidir lo que es bueno y lo
que no; lo que es verdad y lo que no lo es.
Censura previa y sin responsabilidad ulterior
La prensa en su labor periodística establece listas negras de los no
entrevistados, asignaciones direccionadas a ciertas noticias, reportajes y artículos redactados sin contraste de fuentes. Ingredientes que dan sabor a la gran fanesca noticiosa que, día a día, en la
pantalla, emisora y en el papel impreso.
Y hablamos con propiedad, basados en nuestra experiencia laboral en medios
locales de televisión y radio, en los que la censura previa es pan de cada día
y la responsabilidad ulterior se la cargan al periodista y no la asume el medio,
amparado en la consabida frase: los
contenidos emitidos son responsabilidad exclusiva de su autor.
La revelación de Lyon, aunque nada nueva, es grave en estos momentos en que el sistema de información abierta y secreta norteamericana, hace agua por los cuatro costados. Lo que viene a reafirmar que la mentada libertad de prensa en EEUU no existe -como dicen que existe- y la democracia informativa es un mito tan cándido como los cuentos de Disneylandia. Lyon, ha denunciado que la agenda Setting de CNN incluye manipulación de temas, invención de noticias y montaje de campañas contra determinados países y gobiernos, lo que contradice la libre circulación informativa norteamericana.
La ex reportera Amber Lyon, “reveló que durante su trabajo para el canal
CNN, recibió órdenes para enviar noticias falsas y excluir algunas otras que el
Gobierno de Estados Unidos no favoreció con el objetivo de crear una opinión
pública en favor de lanzar una agresión contra Irán y Siria”. Lyon además fue usada como fuente por el
sitio web de noticias Slovak, al mencionar que “los medios de comunicación dominantes de EE.UU. intencionalmente
trabajan para crear una propaganda en contra de Irán para obtener el
apoyo de la opinión pública para una invasión militar en su contra”. La reportera norteamericana indicó que
CNN recibió dinero del Gobierno de EE.UU. y otros países para que la cadena sincronizara
el contenido de las noticias con los intereses
gubernamentales: “Tal
actitud de los medios es peligrosa para la sociedad estadounidense, porque los
espectadores no reciben la imagen precisa de nuestra política internacional”, según las declaraciones de Lyon, publicadas
en el portal Press TV.
La polémica periodista de CNN fue separada de la cadena por difundir “abusos de derechos humanos contra los
manifestantes pro-democracia en Bahrein, y la brutalidad policial contra los
manifestantes en los Estados Unidos”. Lyon comenzó a trabajar en junio de
2010 para la CNN, en donde investigó “el
tráfico sexual, el derrame de petróleo del Golfo, y el colectivo de hacking
conocido como Anonymous”, temas en los que destacó por su frontal posición que
incomodó a la cadena CNN y cuya labor estaba fundamentada en una investigación
periodística a fondo.
Las declaraciones de Amber Lyon se vienen a sumar a las ya célebres
filtraciones de Edward Snowden y Julian Assange, que junto a la ex reportera de
la CNN engrosan las filas de una nueva generación de profesionales que
desnudaron, peligrosamente, al american way
of life, en cuanto al manejo de la verdad y la mentira como producto de consumo
masivo.
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