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jueves, 20 de febrero de 2014

LA CONTRARREVOLUCIÓN CIUDADANA


Por Leonardo Parrini

Alguna vez un colega comunicador me hizo la pregunta más difícil que se le puede hacer a un periodista alineado con las causas sociales: ¿por qué cayó el sistema socialista internacional? Lo quedé mirando por encima del marco de los lentes y pensé que estaba bromeando. Esa era la pregunta que nunca quisimos hacernos los militantes de la izquierda latinoamericana.

La pregunta la sentí como una extensión de otra cuestión a la que aún no damos respuesta clara en el continente: por qué cayó el régimen socialista en el Chile de Allende, por qué tambalea el régimen de Venezuela, sin su conductor original; y Cuba, ¿qué destino tiene como sociedad socialista? Y la pregunta local de cajón ¿Qué sucedería en Ecuador, si la contrarrevolución ciudadana empieza a hacerse fuerte, a partir de un triunfo del candidato derechista, Mauricio Rodas, a la Alcaldía de Quito, el próximo 23 de febrero?

Este, como otros procesos de cambio social, es susceptible de venirse al suelo cuando engendran en su interior las condiciones para que eso ocurra. Esas mismas condiciones explican la caída del socialismo internacional: La falta de capacidad de reproducción del sistema, la dificultad de acumulación económica que permita que la riqueza sea repartida de manera igualitaria en un breve plazo, la inconsistencia ideológica que hace que brillen por su ausencia las respuestas convincentes, cuando los otros factores flaquean. La falta de educación política a los cuadros dirigentes –no se diga a las masas- que por lo general, en los regímenes socialistas, es reemplazada por la propaganda reiterativa centralizada, asoman como factores de debilidad del proceso. Debilidad de factores subjetivos que merman la mística de los pueblos revolucionarios.

Si bien los slogans movilizan temporalmente a las mayorías, no pueden indefinidamente sostener la confianza en una revolución social, precisamente por su realidad cambiante. Que la patria avanza, que la patria brille o que ahora es de todos, sirvió para vender la idea original de inclusión. Una vez conseguida esa percepción ciudadana, nada se nos dijo para movilizarnos en torno a una sociedad menos insegura, una patria con más fuentes de trabajo, una sociedad que reconozca los derechos de la mujer en todos los sentidos, un espacio nacional donde la cultura sea la rectora de la vida, un país donde los jóvenes tengan más oportunidades educativas desde la escuela primaria, un territorio que sienta que junto a la justicia también impera la libertad, una nación enfilada al progreso por el buen uso sustentable de sus recursos naturales, una ciudad capital para vivir sin sobresaltos o congestión de tráfico insoportable, etc., entre muchos otros etceteras.

Hoy se pone en evidencia una situación de orfandad didáctica, de ausencia de políticas públicas encaminadas a fortalecer las ideas, los sentimientos y las acciones de defensa de un proceso que ha transformado al país de feudo de las oligarquías y clanes gamonales en un territorio de justicia social y soberanía política. Hoy es cuando se mide la capacidad de consolidar la existencia de ese territorio resguardado por una Constitución garantista y sensible a los derechos de las mayorías ciudadanas y de la naturaleza.

La derecha recalcitrante, desplazada del poder, con la soberbia del poderoso, con dinero oscuro y sed de venganza pretende recuperar terreno con demagogia y marketing electoral, en una capital que ha hecho gala de reflexión y sabiduría política, de sensibilidad social y levantisca respuesta ante los gobernantes corruptos. Hoy esa misma derecha, aupada por los intereses transnacionales representados en los grupos de poder económico criollos, desafía la voluntad popular y se dispone a iniciar la contrarrevolución ciudadana.  

Esa derecha clerical y reaccionaria que tuvo dos siglos para hacer del Ecuador un país democrático, incluyente y solidario, pero que prefirió la hacienda de huasipungo del indio sojuzgado, el feudo costeño y corrupto de aduanas repartidas a destajo y guasmos de vergonzante miseria, que fomentó el abandono amazónico camuflado por la exuberante geografía de una región de triste historia de contaminación ambiental y pobreza social. Esa derecha que nace y muere con los ojos vueltos a Miami, como el paraíso terrenal de banqueros ladrones y prófugos de la justicia. Esa misma derecha aupada hoy por una izquierda obsoleta, pretende hoy tomarse el poder y emprender la contrarrevolución ciudadana. Esa “derecha cavernícola que puede poner en peligro todo lo alcanzado”, no pasará en un país con vocación de futuro. Con la salvedad que puede suceder todo lo contrario.

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