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domingo, 19 de enero de 2014

SUSAN SONTAG, SIEMPREVIVA



Por Leonardo Parrini

Es inmoral escribir con la intención de moralizar, de elevar las pautas morales de la gente. Ese texto que nos dejó escrito Susan Sontag, con el más natural desparpajo, fue como su hoja de ruta para vivir su tiempo vital a contrapunto. Más allá de las interpretaciones, lo dijo explícitamente: Escribo para definirme -un acto de auto creación- parte del proceso de llegar a ser, en un diálogo conmigo misma, con escritores que admiro, vivos y muertos, con lectores ideales. Los textos son objetos. Quiero que afecten a los lectores, pero de todas las maneras posibles. Al cumplirse, el 16 de enero pasado, 81 años de su natalicio, evocamos su figura “brillante y combativa”.

Sontag diría, a renglón seguido, que a menudo escribir es gastarse, es apostarse. Y en esa apuesta Sontag, militante de la igualdad entre hombres y mujeres, simpatizante del comunismo, crítica con la política y la sociedad de su país, gran ensayista del arte, enseñante de cómo entender los derroteros culturales del momento, escritora respetada -como proclamaron sus críticos-, permanece siempreviva, más allá de su muerte acaecida el 28 de diciembre de 2004, a los 72 años de edad, en su natal Nueva York.

Se había prometido a sí misma: Me dije, voy a ser extremadamente buena -y mereceré el amor- y procuraré la responsabilidad, la autoridad, el dominio, la fama, el poder. Pero los porfiados hechos determinaron lo contrario. Sontag  vive en contrapunto una existencia que se convierte en búsqueda, con tono de huida, por “encontrar amor, afecto...y es en aquellos años infantiles de desconsuelo ejerciendo de madre de su madre, cuando descubre que la clave está en su capacidad de adquirir cultura y conocimiento”; y, sería ese escape del abandono y carencia de cariños lo que la “impulsa a delinear su destino”.

Un destino esculpido de palabras, porque Sontag  “vivió por la palabra, hizo de la palabra un arma contra los engaños” de su tiempo y espacio históricos, para interpelar y denunciar injusticias y desvaríos de los poderes fácticos. Prueba de ello es el descarnado artículo sobre las torturas a los prisioneros iraquíes de Abu Gharaib, publicado en mayo del 2004. Su obra es prolífera e incluye las novelas Estuche de muerte (1967), El amante del volcán (1996), El benefactor (1996), En América (2002). Y los ensayos Estilos radicales (1985), Bajo el signo de Saturno (1987), Contra la interpretación (1996), El sida y sus metáforas (1996), Sobre la fotografía (1996) y Ante el dolor de los demás (2003), El poder de la palabra, (2007), Al mismo tiempo (2007) y Diarios tempranos (2011).

Esta “aristócrata de la contracultura”, -como la calificó la prensa de su país-, que siempre vio en ella a la “antipatriota por cuestionar la política estadounidense”, había proclamado su homosexualidad tempranamente en su adolescencia. No obstante, contrajo matrimonio a los 17 años con su profesor, el sociólogo Philip Rieff, con quien tuvo su único hijo David. El advenimiento del orgasmo cambió mi vida, confesaría en relación con su vida íntima, Sontag, para quien la belleza física es enormemente, casi mórbidamente, importante.

Su constante alegato por el desafío de vivir una vida en plenitud la llevaría a considerar que la vida ideal es hacer sólo cosas que sean indispensables, para alcanzar ese estado de espíritu libre y esa condición humana plena, que Sontag encuentra en el arte, como una manera de entrar en contacto con la propia locura. Plenitud que nos lleva a diferir ese estado del alma que es la vejez, a instancias del miedo a envejecer que nace del reconocimiento de que uno no está viviendo la vida que desea.

Un diario de vida y muerte

De manera póstuma su hijo, David Rieff, editó y publicó La conciencia uncida a la carne. Diarios de madurez, recogidos de entre un centenar de cuadernos de apuntes que Sontag dejó escrito a manera de bitácora existencial. No solo la autobiografía que Susan Sontag nunca alcanzó a escribir, sino la gran novela autobiográfica que nunca le interesó escribir, declaró Rieff en el prólogo respecto del Diario.

Al momento de su muerte, Sontag, había interpelado a su hijo: ya sabes dónde están los diarios. Acaso en el postrer propósito de que permanecieran ocultos o, quién sabe, diera a la luz pública. El diario de Sontag es un prolijo anecdotario sobre su intimidad homosexual, quien compartió los últimos años de su vida con la fotógrafa Annie Leibovitz, puesto que es el amor el ánima de su vida. Escribiendo el diario no solamente me expreso más abiertamente que con cualquier persona, sino que me creo a mí misma, había confiado Sontag poco antes de morir.

Mi madre se había visto siempre a sí misma como alguien, cuya hambre de verdad, era absoluta, manifiesta David, acerca de las deliberadas confesiones de su madre. Sontag guardaba una sinceridad poderosa que salió a la luz en su revelador diario de vida: los amores perfectos son los ilícitos. No en vano, su presencia siempreviva, queda expresada en otro destello de verdad que se lee en el Diario: Mi ambición o mi consuelo, ha sido entender la vida.

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