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martes, 21 de enero de 2014

LA DEMOCRACIA: ¿UN JUEGO INCOMPLETO?


Por Leonardo Parrini

Una de las últimas utopías, universalmente aceptada, es que la democracia pinta como el mejor sistema de gobierno y como el más justo régimen de vida. Si alguien dijera que la democracia es un juego de abalorios políticos incompleto, seguramente sería vapuleado por quienes hacen de ese sistema de gobernanza una panacea para los males sociales y económicos que acechan al mundo.

Pero no faltan los aguafiestas. Bo Rothstein, Doctor en Ciencia Política por la Universidad Sueca de Lund, es uno de ellos. En su libro The Quality of Government: The Political Logic of Corruption, Inequality and Social Trust, (La calidad del gobierno: la lógica política de la corrupción, la desigualdad y la confianza social), sentencia que la democracia no basta para tener bienestar social: Que un país sea democrático no guarda relación con el bienestar social de su población. La esperanza de vida, la mortalidad infantil, la alfabetización y hasta la felicidad no dependen de que un país sea más o menos democrático, sino de la calidad de su Gobierno, afirma el ensayista alemán.

Esta idea de que la democracia no basta para tener bienestar social es innovadora, ya que siempre se creyó que la democracia lo garantiza todo, pero esa utopía es puesta en discusión por Rothstein. Entonces, si la cuestión del bienestar no va por ahí y depende de la calidad de la gobernanza de un régimen, ¿de qué depende la calidad de dicho régimen? La respuesta de Rothstein es clarísima: Depende de los niveles de corrupción, de nepotismo, de abuso de poder, de igualdad entre hombres y mujeres, de respeto a las minorías, de verdadera igualdad de oportunidades desde la escuela. Y añade: No hay que olvidar que en las democracias consolidadas, en torno al 30% de la población ni siquiera vota.

Un buen gobierno

Un equipo de investigación dirigido por Bo Rothstein ha sostenido entrevistas con personas de 140 países para medir “que tan buenos o malos son los Gobiernos y qué incidencia tiene la calidad gubernamental en el bienestar de la gente”. Los datos del resultado muestran que existen dos fuentes de insatisfacción social: La primera es la falta de salud y, la segunda, es la llamada falta de confianza social; es decir, la percepción de que gobiernan políticos corruptos e ineficaces que buscan su bienestar y no el de la población.

La investigación de Rothstein estableció interesantes conclusiones. La más significativa es que la diversidad cultural, -por ejemplo la presencia de inmigrantes en un determinado país- no genera desconfianza social, si la calidad del Gobierno es buena. Otra aproximación concluyente es que la igualdad de género incide en los niveles de descomposición ética de un país: a mayor igualdad de género, menos corrupción. Y una conclusión que nos compete directamente en Ecuador: los países en los que el Estado está muy presente no son, necesariamente, más proclives a la corrupción que los privatizados.

Estas observaciones de Rothstein cobran validez para Ecuador, en la medida de que una de las grandes preocupaciones del régimen de Rafael Correa consiste en profundizar la democracia. Tentativa que, ahora sabemos, debe ir acompañada de la modificación de tres variables que la influyen: una fuerte lucha contra la corrupción, incrementar la igualdad de género y mantener prioritaria presencia estatal en los procesos de gobernanza.

En este aspecto, consideramos que la calificación de buen o mal Gobierno, está dada por la calidad  de sus políticas públicas. La evaluación de la gestión pública estatal es un proceso que el Ecuador debe llevar adelante en forma continua, mediante recopilación sistemática de información y participación de los diferentes actores sociales. Esta valoración proporciona herramientas necesarias para continuar el proceso de cambio social hacia una gestión más eficaz, con el objetivo de facilitar y fundamentar la toma de decisiones, mejorar la calidad de las políticas y profundizar la democracia.

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