Por Leonardo Parrini
Los francotiradores en la red podemos
ser más efectivos que armados de un rifle y apostados sobre el techo de un
edificio. Esta deliberada afirmación pretende exaltar el sentido del derecho ciudadano
a comunicarnos y a estar informados. A propósito de que la Ley Orgánica de Comunicación
ecuatoriana está siendo estigmatizada por la prensa internacional y local como
una “mordaza" a la que hay que desconocer, es pues la oportunidad de buscar nuevos
espacios mediáticos ciudadanos. Si los linderos legales de la información en
el Ecuador de hoy no permiten una fluida comunicación social en los medios “amordazados”,
es hora de ir al encuentro de formas alternativas de intercambio informativo y relación
interpersonal. Es el momento de la desobediencia mediática, de la rebeldía contra
el producto informativo y sus productores unidireccionados por el sólo afán de
hacer negocios y hacer política, conforme sus intereses.
Si los agoreros de la muerte
de la comunicación en el cadalso de una ley que no representa sus propósitos empresariales e ideológicos, se niegan taxativamente a observarla, pues
la prerrogativa de lectores, radioescuchas y televidentes salta a la vista:
buscar nuevas opciones mediáticas para hacer de la comunicación un derecho ciudadano
colectivo, efectivo y proactivo.
Donde pongo el ojo, pongo el mensaje
Un “brusco shock de
banalización en la prensa masiva” caracteriza los contenidos del producto mediático
ofertado a diario por las empresas de comunicación. Y es bajo esa visión distorsionadora que se quiere satanizar un cuerpo legal que, precisamente,
exige desbanalizar las funciones que la prensa se arroga a sí misma. Las empresas
mediáticas han convertido esas funciones en un mito, en su afán desestabilizador
del orden informativo pregonado por una teoría de la comunicación que se nos enseñó
como una verdad absoluta en las facultades de comunicación y escuelas de
periodismo. Los consabidos fundamentos de informar, entretener y educar o los
mentados principios de objetividad, veracidad e imparcialidad ¿no son acaso afirmaciones
ficticias o baladíes en boca de los voceros empresariales de la comunicación?
Frente a esta realidad, ciudadanos
lectores, televidentes y radioescuchas nos queda otra alternativa: convertirnos
en francotiradores en la red, desde los espacios sociales cibernéticos. De
este modo, toca contrarrestar la tozuda
actitud de los medios de negarse y negarnos a practicar y recibir una comunicación
menos manipuladora, menos escandalosa y menos parcializada.
¿Qué sucedería si, al menos por un día, ningún ciudadano
encendiera la radio o el televisor, ni leyera la prensa? Pues, con toda
seguridad, la comunicación social acentuaría sus prácticas en medios
alternativos. Ensayemos no leer periódicos,
escuchar emisoras o ver televisión y comprobaremos cómo la espontánea necesidad
de intercomunicarnos nos hará libres de manejar nuestros propios medios comunitarios,
digitales y personales.
Seguramente surgirían más blogs
personales en los cuales publicar noticias con libertad e intercambiar, sin
cortapisas, textos e imágenes representativas de nuestra realidad inmediata. La
urgente necesidad de exigir calidad a los contenidos mediáticos ya no dependería
de terceros, cada cual desarrollaría su estilo personal de decir las cosas y,
de este modo, mejoraría su capacidad de comunicarse. Se acrecentaría el espíritu
crítico y propositivo de las personas, puesto que sin censura y sin la intermediación
de un aparato de comunicación, hoy incontrolable, apuntaríamos con mayor certeza y efectividad a señalar lo bueno, lo malo y lo feo de la sociedad.
Es muy probable que leyendo menos
periódicos, viendo menos televisión o escuchando en menor medida las radios,
se produzca un mayor intercambio informativo por chateo en las redes sociales. Los
tuiteros se multiplicarían como comunicadores de novedades cotidianas y el muro
del Facebook podría ser el principal medio
comunitario y personal por excelencia. Ahora que en Argentina ha surgido la
alternativa del Facepopular, como opción
válida para los latinoamericanos de tener nuestra propia red social, es la inmejorable ocasión para convertirnos
en francotiradores en la red, apostados en un lugar estratégico y privilegiado
de practicar la comunicación como un derecho individual y colectivo.
Claro, no importa que esta idea
forme parte de una hermosa utopía, pero ¿no es así como surgen las grandes
transformaciones sociales? Las prácticas de comunicación comunitaria digital, están
llamadas a ser el espacio de restauración del maltratado principio que dice que
comunicar es poner en común los sentimientos e
ideas de las personas. A partir de entonces, la comunicación devolvería
al ciudadano común la potestad de ser -desde sus propios intereses-, el motor para el
retorno de grandes causas colectivas, sin intermediarios.
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