Por Leonardo Parrini
Hay noticias que se propalan como reguero de pólvora y estallan en la
caja de resonancia de los medios informativos que las difunden con tono sensacionalista. La noticia “escandalosa”
del momento en el ámbito mundial es, a no dudarlo, la relación homosexual
descubierta entre el prelado Battista Rica, nombrado por el Papa Francisco,
recientemente, en un cargo estratégico en el Banco del Vaticano, y el capitán Patrick Haari de la guardia suiza.
El sabor amarillista de la información surte el efecto deseado por los periódicos
de crónica rosa porque la afirmación “escandaloso
amor”, publicada originalmente por la revista italiana
L’Espresso, se reproduce como virus al calificar con juicio de valor la relación entre los
dos amantes del Vaticano. La publicación ahonda en detalles sugiriendo que
Ricca es parte de una confabulación contra el Papa perpetrada por una cofradía gay que
se infiltró en la Santa Sede. Según el vaticanista de la revista, Sandro
Magister, en el Vaticano opera una red de “influyentes prelados homosexuales”
del llamado lobby gay, un poder paralelo que trama contra el Pontífice”.
Lo singular del nuevo escándalo mediático es que la noticia tiene carácter
retroactivo, puesto que Ricca, representante personal del Papa Francisco en el Instituto para las Obras de Religión (IOR) “es conocido dentro de la Santa Sede por la
agitada relación homosexual que mantuvo con un oficial de la guardia suiza
cuando trabajaba en la Nunciatura Apostólica de Montevideo, en Uruguay, de 1999
a 2000”. Ricca inició su carrera en Berna, Suiza, luego prestó servicios
durante 15 años en nunciaturas de varios países antes de ser promovido a la Secretaría
de Estado de la Santa Sede romana. En la mencionada ciudad suiza, Ricca conoció
al capitán de ejército Patrick Haari,
con quien trabó una amistad con desenlace ya conocido.
El cuestionado prelado subió
sus bonos ante el Papa cuando decidió ayudarlo a sanear la entidad bancaria del Vaticano
desacreditada por la corrupción interna, tráfico de influencias y lavado de
dinero. Eso explica que la condición sexual de Ricca fue ocultada a Francisco
que no tuvo reparo en nombrarlo su brazo derecho y envestirlo del poder que le permitió
conseguir prebendas para su amante capitán en un cargo en la Nunciatura Apostólica de Montevideo.
El caso permaneció sin ser conocido
por la prensa italiana hasta que la revista L’Espresso reveló detalles del affaire amoroso de Ricca quien, incluso, “sufrió una golpiza en un club
nocturno para homosexuales y que fue rescatado por bomberos después de quedarse
encerrado dentro de un ascensor con un joven”, según la publicación italiana.
"La
clara relación de intimidad entre Ricca y el capitán Patrick Haari
escandalizaba a muchos obispos, sacerdotes y laicos de ese pequeño país
suramericano (Uruguay), incluidas las religiosas que se ocupaban de la
nunciatura", sostiene Magister de la Revista L’Espresso.
La carencia de una práctica periodística que explique los hechos y oriente
a sus lectores, es la principal causa de que noticias de esta naturaleza -“escandaloso amor”-, se conviertan en hits informativos, con la consecuente venta de altos tirajes
impresos. Un negocio redondo en el plano económico e ideológico que encuentra réditos
entre lectores sorprendidos por el revuelo noticioso que acorrala al Vaticano
entre la fe y la decepción de sus feligreses.
¿Qué estorba más al Vaticano, la condición homosexual de Ricca o la ruptura
del voto de castidad? Esta es una pregunta clave para entender desde qué perspectiva
la Iglesia Católica se escandaliza por el hecho. ¿Es más condenable para la Iglesia
la homosexualidad, como opción sexual, o la falta a la castidad en que incurrió
del prelado? En ambos casos, la situación para la Iglesia es apremiante: por un
lado confiesa la homofobia; y, por otro, se evidencia la obsolescencia de una
institución como la castidad, en tiempos en que la propia comunidad de religiosos
reconoce en su conducta la dificultad de mantenerla incólume. La respuesta a estas interrogantes permitiría entender
cómo la doble moral de la iglesia “orienta” a sus feligreses y cómo la sociedad
refleja esa condición ética para educarse a sí misma en temas escabrosos que,
en todo caso, requieren de una explicación a fondo.
En el trasfondo de la noticia del romance de Battista Ricca y el capitán Patrick Haari, subyace un hecho que debería preocupar más al Papa y al Vaticano que
la conducta sexual del prelado y su amante: la presencia de un complot que actuaría intentando “frenar las reformas
impulsadas por el Papa Francisco”. Ricca fue promovido para encumbrar su figura
a las altas esferas del poder eclesiástico, y en ese propósito se habría ocultado
su hoja de vida ante las autoridades de la Sede Católica en Roma. Estos hechos
fueron conocidos por el Papa sólo recientemente, y su sorpresa explica su reconocimiento
de que en la Curia Romana hay “una corriente de corrupción”. A su vez, la
existencia del nombrado “lobby gay”, es un hecho por primera vez aceptado por el
pontífice Francisco, según el portal católico progresista latinoamericano
Reflexión y Liberación. Aun hay tiempo de que se cumpla la sentencia cristiana que dice que por sus obras
los conoceréis.
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