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sábado, 20 de julio de 2013

EL PECADO DE SER CURA Y GAY

Por Leonardo Parrini

Hay noticias que se propalan como reguero de pólvora y estallan en la caja de resonancia de los medios informativos que las difunden con tono sensacionalista. La noticia “escandalosa” del momento en el ámbito mundial es, a no dudarlo, la relación homosexual descubierta entre el prelado Battista Rica, nombrado por el Papa Francisco, recientemente, en un cargo estratégico en el Banco del Vaticano, y el capitán Patrick Haari de la guardia suiza.

El sabor amarillista de la información surte el efecto deseado por los periódicos de crónica rosa porque la afirmación “escandaloso amor”, publicada originalmente por la revista italiana L’Espresso, se reproduce como virus al calificar con juicio de valor la relación entre los dos amantes del Vaticano. La publicación ahonda en detalles sugiriendo que Ricca es parte de una confabulación contra el Papa perpetrada por una cofradía gay que se infiltró en la Santa Sede. Según el vaticanista de la revista, Sandro Magister, en el Vaticano opera una red de “influyentes prelados homosexuales” del llamado lobby gay, un poder paralelo que trama contra el Pontífice”.

Lo singular del nuevo escándalo mediático es que la noticia tiene carácter retroactivo, puesto que Ricca, representante personal del Papa Francisco en el Instituto para las Obras de Religión (IOR) “es conocido dentro de la Santa Sede por la agitada relación homosexual que mantuvo con un oficial de la guardia suiza cuando trabajaba en la Nunciatura Apostólica de Montevideo, en Uruguay, de 1999 a 2000”. Ricca inició su carrera en Berna, Suiza, luego prestó servicios durante 15 años en nunciaturas de varios países antes de ser promovido a la Secretaría de Estado de la Santa Sede romana. En la mencionada ciudad suiza, Ricca conoció al capitán de ejército Patrick Haari, con quien trabó una amistad con desenlace ya conocido.

El cuestionado prelado subió sus bonos ante el Papa cuando decidió ayudarlo a sanear la entidad bancaria del Vaticano desacreditada por la corrupción interna, tráfico de influencias y lavado de dinero. Eso explica que la condición sexual de Ricca fue ocultada a Francisco que no tuvo reparo en nombrarlo su brazo derecho y envestirlo del poder que le permitió conseguir prebendas para su amante capitán en un cargo en la Nunciatura Apostólica de Montevideo.

El caso permaneció sin ser conocido por la prensa italiana hasta que la revista L’Espresso reveló detalles del affaire amoroso de Ricca quien, incluso, “sufrió una golpiza en un club nocturno para homosexuales y que fue rescatado por bomberos después de quedarse encerrado dentro de un ascensor con un joven”, según la publicación italiana.

La noticia vendedora

"La clara relación de intimidad entre Ricca y el capitán Patrick Haari escandalizaba a muchos obispos, sacerdotes y laicos de ese pequeño país suramericano (Uruguay), incluidas las religiosas que se ocupaban de la nunciatura", sostiene Magister de la Revista L’Espresso.

La carencia de una práctica periodística que explique los hechos y oriente a sus lectores, es la principal causa de que noticias de esta naturaleza -“escandaloso amor”-, se conviertan en hits informativos, con la consecuente venta de altos tirajes impresos. Un negocio redondo en el plano económico e ideológico que encuentra réditos entre lectores sorprendidos por el revuelo noticioso que acorrala al Vaticano entre la fe y la decepción de sus feligreses.  

¿Qué estorba más al Vaticano, la condición homosexual de Ricca o la ruptura del voto de castidad? Esta es una pregunta clave para entender desde qué perspectiva la Iglesia Católica se escandaliza por el hecho. ¿Es más condenable para la Iglesia la homosexualidad, como opción sexual, o la falta a la castidad en que incurrió del prelado? En ambos casos, la situación para la Iglesia es apremiante: por un lado confiesa la homofobia; y, por otro, se evidencia la obsolescencia de una institución como la castidad, en tiempos en que la propia comunidad de religiosos reconoce en su conducta la dificultad de mantenerla incólume. La respuesta a estas interrogantes permitiría entender cómo la doble moral de la iglesia “orienta” a sus feligreses y cómo la sociedad refleja esa condición ética para educarse a sí misma en temas escabrosos que, en todo caso, requieren de una explicación a fondo.

En el trasfondo de la noticia del romance de Battista Ricca y el capitán Patrick Haari, subyace un hecho que debería preocupar más al Papa y al Vaticano que la conducta sexual del prelado y su amante: la presencia de un complot que actuaría intentando “frenar las reformas impulsadas por el Papa Francisco”. Ricca fue promovido para encumbrar su figura a las altas esferas del poder eclesiástico, y en ese propósito se habría ocultado su hoja de vida ante las autoridades de la Sede Católica en Roma. Estos hechos fueron conocidos por el Papa sólo recientemente, y su sorpresa explica su reconocimiento de que en la Curia Romana hay “una corriente de corrupción”. A su vez, la existencia del nombrado “lobby gay”, es un hecho por primera vez aceptado por el pontífice Francisco, según el portal católico progresista latinoamericano Reflexión y Liberación. Aun hay tiempo de que se cumpla la sentencia cristiana que dice que por sus obras los conoceréis.

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