Por Leonardo Parrini
Que la popularidad del rey Juan Carlos ha caído como su papada barbiblanca
es noticia, pero añeja. La aceptación al rey en las encuestas venía cayendo en
picada hace rato en los sondeos sobre la popularidad del monarca y la forma
como ejerce su omnímodo poder detrás del poder. El 53% de los españoles encuestados
"desaprueban" la forma en que el Rey ejerce sus funciones, contra 42%
que "aprueban" la gestión.
¿La causas? El inventario mediático de la prensa española -que ya no
considera intocable a la familia real- está encabezado por escándalos de
corrupción, desaguisados del rey que caza elefantes en África mientras funge de
representante de fundaciones protectoras de animales, desvío de fondos públicos, tráfico
de influencia, entre otras perlas, para colmo en un país que se debate en la peor
crisis de su historia.
Para los analistas de la gestión de la casa real española la investigación
“por corrupción contra Iñaki Urdangarin, esposo de la infanta Cristina,
sospechoso de haber desviado millones de euros de fondos públicos, y la
convocatoria ante la justicia de la propia infanta”, ha acabado de hundir a la
monarquía en una crisis sin precedentes. La prensa considera que “es imposible
que la Infanta no estuviera al tanto de los negocios de su marido, acusado de
beneficiarse del desvío de seis millones de euros (USD 7,7 millones) de fondos
públicos a través de una fundación inscrita "sin fines de lucro".
Lo imperdonable para los españoles es que esto suceda en una España
sumida en la crisis y que exige sacrificio a sus connacionales, “con los recortes
sociales más devastadores en décadas”. En educación pública se han disminuido
10.000 millones de euros (casi USD 13.000 millones) de la asignación estatal.
España exhibe cinco millones de desempleados y una tasa de pobreza infantil que
rebasa el 27% en un país europeo que se jactaba de su estado de bonanza.
La guinda del pastel se conoció con el “escándalo que vincula directamente al Rey al
conocerse 20 años después una herencia que le dejó su padre por unos 2,3
millones de euros (USD 2,9 millones) en Suiza, paraíso fiscal donde también el
ex tesorero del gobernante Partido Popular, Luis Bárcenas, acumulaba 38
millones de euros (USD 49 millones) sin declarar”.
Cazador cazado
Este panorama no era conocido sino hasta hace poco, cuando la prensa española
le quitó la indulgencia al rey y destapó los despropósitos de una monarquía, cuyos
gastos no eran auditados y que cuestan al pueblo español considerable proporción
del presupuesto nacional. "Esto se ha acabado. La gente ha dicho hasta
aquí. Se acabó el hacer la vista gorda y el tapar los ojos hacia los negocios
irregulares. Se acabó el Estado de paternalismo hacia la Corona", señaló
el periodista José María Calleja.
A la cacería de la prensa contra
el rey y su sequito familiar se suma la ola de rechazo en las redes sociales a
un hecho insólito, protagonizado en abril pasado por el rey Juan Carlos.
Convertido en cazador cazado por la prensa, una fotografía lo muestra junto a
elefantes capturados en una jornada de cacería en Botswana. ¿Qué hacía el Rey,
miembro de la mayor entidad protectora de animales del mundo, en una de las semanas
más oscuras de la economía española, cazando elefantes en África?, se preguntan
la prensa y los tuiteros españoles. Luego del incidente un rey abatido y
lloroso pidió disculpas como símbolo de un soberano que da pésimas señales de presagio
al futuro de la monarquía española.
Para contrarrestar la acción mediática, Juan Carlos y sus adláteres iniciaron
una intensa gestión con los medios informativos españoles. El New York Times publicó
que "el Rey y sus cortesanos han estado trabajando de un modo
agresivo", junto a “sus auxiliares y los servicios secretos españoles,
como las personas que han ejercen presiones sobre los responsables de algunos
medios para bajar el tono de la cobertura del caso de corrupción”.
No cabe duda que “la monarquía está pasando quizás el peor momento que
recordamos, desde la llegada de Juan Carlos al trono”, según subraya Fermín
Bouza, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Ante
este panorama, el tablero se muestra adverso para el monarca que, quizá, por salubridad
pública debería abdicar mucho antes de que desilusionados cortesanos den un
definitivo jaque mate al rey.
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