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miércoles, 13 de marzo de 2013

NUEVO PAPA ¿RESTAURADOR DE FE?


Por Leonardo Parrini

La evidente crisis ideológica que azota a la iglesia católica y que amenaza como un vendaval la credibilidad y la fe de los feligreses, pone en una encrucijada a los cardenales electores del nuevo Papa. La elección del sucesor de Benedicto XVI no es una elección más, porque se da en un contexto de críticas y escándalos al interior del Vaticano y sus súbditos que pone al evento electoral en un contexto de fuerte presión mediática. La propia iglesia lo ha reconocido: en otro momento de la historia eran los Estados los que buscaban ejercer sus condicionamientos ante la elección de un Papa. Hoy día es la opinión pública. La prensa, en especulación informativa, augura que el nuevo Papa podría ser el húngaro Erdo o el hondureño Madariaga que estuvo cerca de la envestidura en el 2005 en representación de las Américas.

Como dato adicional, la espera del humo blanco no debe prolongarse debido a la presión de los medios informativos y no podría repetirse el caso de Gregorio X, cuya elección tomó 34 meses al Conclave de Viterbo y que vio morir a tres cardenales durante ese periodo de encierro electoral. Hoy día elegir a un Papa latinoamericano es una posibilidad remota, puesto que el poder arrollador de 62 cardenales europeos de los 117 electores lo impediría, no obstante que en América Latina se concentra el 42 por ciento del cristianismo con sólo 19 cardenales con derecho a voto.

El fenómeno europeo que algunos han llamado de descristianización, impone el imperativo de elegir a un Papa del viejo continente que devuelva las ovejas al redil. Y ahí está el problema. Además ese Papa debe ser joven, o mejor, dinámico, puesto que el precedente del Papa renunciante “cansado” impone nuevos bríos a la conducción de una institución que debe renovarse desde sus cimientos hasta la cúpula. Por sobre estas consideraciones de forma, en el fondo del asunto subyace la necesidad de elegir a un representante de la iglesia en capacidad de dar un vuelco rotundo al rumbo eclesiástico “por los caminos de Dios”.

Los desafíos papales

Sin ninguna duda la iglesia católica necesita hoy día un restaurador de la fe. Un dirigente que desde su concepción y praxis, sea ejemplo de probidad moral y firmeza ideológica para corregir los graves errores al interior de la iglesia que han deteriorado la credibilidad –no en la existencia de Dios,- sino en su propia existencia como conductora de almas.

El nuevo dirigente del Vaticano deberá ser un reconciliador con el mundo y con las otras religiones vapuleadas por el Papa renunciante, como el islamismo, que representa un poder equivalente o mayor que los propios católicos en el mundo.

El nuevo hombre del poder católico tiene, obligadamente, que borrar la imagen de aquellos curas autores, cómplices y encubridores de actos de pedofilia y homosexualismo y devolver la confianza en los fieles sobre sus misteriosas prácticas conventuales. Un Papa con la valentía de reabrir las investigaciones pendientes sobre casos de sacerdotes violadores y acosadores de niños para aplicar una ejemplarizadora sanción.

En definitiva, el mundo espera que cuando salga humo blanco, símbolo de pureza y redención, en los techos del Vaticano este sea la señal de que se eligió un Papa que se reencuentre con Cristo en la humildad y en la lucidez de conducir al rebaño por buen camino. El sendero del Cristo hombre liberador del hombre. Un Papa que, según sus propios preceptos, haga de la fe un acto de creer sin ver. De percibir a la deidad sin otra exigencia que la necesidad de protección ante la soledad existencial del hombre que, al menos en el interior de su alma –si no en el cielo- se reencuentre con ese Dios que no sería de extrañar que se sienta decepcionado de sus preceptores en la faz de la tierra.

1 comentario:

  1. Plegaria

    Por: Jairo Bohórquez Guillén

    Señor, tú que todo lo ves
    que todo lo puedes
    no nos dejes caer en tentacion.
    Quitanos las manzanas
    regálanos el paraíso.
    Toma el vino convertido en agua
    dale de beber al sediento
    pero,
    déjanos la resaca
    para recordar que no somos dioses.

    El dolor de tus heridas
    aún sangra en mis manos.

    Señor, que todo lo ves,
    escuchas y puedes
    apaga de una vez
    la lumbre del camino
    permítenos rodar en
    nuestras redundancias,
    claudícaciones.
    Total,
    mis años son pocos
    los tuyos muchos.

    Tu última espina
    va cayendo de mi frente.

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