Por Leonardo
Parrini
La elección del ex arzobispo jesuita argentino, Jorge Mario Bergoglio,
como flamante Papa Francisco, desató una ola de reacciones en el mundo. Desde
el primer momento existió una tendencia en la prensa dirigida desde el Vaticano de posicionar a Francisco como el Papa de los pobres, en un intento por
contrarrestar las respuestas negativas en torno a su designación. A lo
inesperado de la elección de un latinoamericano para dirigir a la iglesia
católica, -institución azotada por una profunda crisis de credibilidad provocada
por denuncias de escándalos sexuales y financieros entre sus miembros,- se suma
la sorpresa de que ha sido elegido un miembro de la congregación jesuita, acusado
de estar relacionado con crímenes de la dictadura militar de Videla,
en la Argentina de los años setenta.
Investigaciones periodísticas
de Horacio Verbitsky, vinculan a Bergoglio con desapariciones y torturas de
personas durante el gobierno de la Junta Militar argentina, mientras que las
Abuelas de Plaza de Mayo le obligaron a declarar ante la Justicia por el robo
de bebés; concretamente, en el caso de la nieta de Alicia de la Cuadra, una de
las fundadoras de aquella asociación. Posteriormente,
Bergoglio tuvo un enfrentamiento con el Gobierno de Kirchner por su oposición al
matrimonio homosexual. Su rechazo a las bodas entre personas del mismo sexo llegó a ser
tan rotundo que afirmó que se trataba de "una movida del
diablo". En otro tema polémico, en referencia al aborto, añadió:
"No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la
pretensión destructiva al plan de Dios”. Como si fuera poco, las opiniones
radicales de Bergoglio respecto de la condición femenina le han merecido el
apelativo de misógino: “Las mujeres son naturalmente ineptas para ocupar cargos
políticos”, sería la afirmación de quien considera a la mujer “apoyo del
hombre pensador y hacedor, pero nada más que eso.”
Jorge Bergoglio comenzó su formación en el Seminario de Villa Devoto,
después de estudiar química, y el 11 de marzo de 1958 entró en el noviciado de
la Compañía de Jesús. Tras cursar estudios humanísticos en Chile, obtuvo la
titulación en Filosofía en la ciudad de Buenos Aires. Desde su juventud se manifestó amante
del fútbol y, junto a otros religiosos, fundó el Club Atlético San Lorenzo de
Almagro, del que es socio honorífico. En su vida privada, acostumbraba a viajar
en tren subterráneo y a cocinar sus propios platos, un rasgo de su personalidad
que la prensa destaca para acercarlo a la gente común y corriente.
El actual jefe de la
iglesia católica es identificado también con tendencias populistas impulsadas
por esa institución. En el año 2009 mostró su lado caritativo cuando en una
homilía afirmó que la deuda social es "inmoral, injusta e ilegítima",
especialmente "en una nación que tiene condiciones objetivas para evitar o
corregir tales daños, pero que lamentablemente pareciera optar por agravar aún
más las desigualdades”
En el 2001 Bergoglio señaló que "algunas
de las enfermedades sociales más graves que padecemos, son un reflejo político
y económico…del más crudo
liberalismo". El entonces arzobispo bonaerense se refirió al Estado como "un
instrumento creado para servir al bien común, y para ser el garante de la
equidad y de la solidaridad del entramado social". Incluso, invocó la
necesidad de una "red social" que contenga a los expulsados del
modelo social y hablaba de "dos enfermedades, la evasión de los impuestos y el
despilfarro de los dineros del Estado, que son dineros sudados por el
pueblo".
Desafío latinoamericano
América Latina tiene muchas expectativas en el nuevo Papa, puesto que
sus rasgos contradictorios oscilan desde una postura jesuita de derecha, hasta la
de un cura preocupado por los pobres. Ambas cualidades lo perfilan como un
potente interlocutor frente a los procesos de cambio que vive América Latina.
Por una parte, podría intentar canalizar para la iglesia el descontento y las
aspiraciones populares de equidad y justicia en un continente que empieza a
imponer sus propios derroteros hacia la consecución de una sociedad más
igualitaria e incluyente. Por otro
lado, debería jugar en el área candente de la política y captar a los
descontentos del socialismo de siglo XXI. Lo cual, para nada es un mal negocio
ideológico que podría fortalecer a una iglesia más identificada con los
humildes y con aquellos que se alejaron, tanto del cambio revolucionario como
de la ruta de la iglesia. En ambos casos puede ser ideológicamente rentable el
intento conducido por el Papa de los
pobres. No en vano en círculos arzobispales peruanos se habla de que Francisco, "tiene una gran responsabilidad sobre todo con Latinoamérica y uno de sus retos será continuar la misión de la Iglesia e ir a buscar las ovejas perdidas".
En Argentina, en cambio, católicos confiesan que “el Papa quiere que salgamos de los
conventos y las iglesias y estemos en la calle y escuchemos a las personas",
como reconoció una monja en Buenos Aires. En las calles, palmo a palmo, con
la realidad cotidiana de la gente es que la iglesia, conducida por Francisco,
dará batalla a los sectores identificados con el cambio social y con una visión
ateísta del mundo.
El discurso contra la pobreza experimentaría un fortalecimiento en boca de la iglesia católica,
que disputaría espacios a la ya consolidada posición contra las inequidades, adoptada por “Estados incluyentes y democráticos” que impulsan políticas públicas en
respuesta a las aspiraciones populares, como es el caso de
Ecuador, Venezuela, Argentina y Bolivia.
En otras palabras, el nuevo lider católico buscará dar pelea en el terreno
concreto de la lucha política, allí donde la izquierda latinoamericana ha
desplazado notoriamente a sectores de poder tradicional. Rol que han
asumido hoy los medios informativos convertidos en sujetos políticos, y
en los que la Iglesia católica podría encontrar un aliado estratégico a mediano
y largo plazo. Esta visión queda claramente expresada en la afirmación de un
analista en temas eclesiásticos que señala que el Papa Francisco "sabe que una apelación a las bases sería la
mejor forma de ayudar a la Iglesia en la región latinoamericana”. Esta
expectativa hace prever que el Papa presionará para que “la Iglesia haga frente
a la brecha entre ricos y pobres de la región". Lo que es visto
como el intento de “tender un puente entre los políticos de izquierda y derecha
de América Latina, pues él como conservador se dedicó a la lucha contra la
pobreza y no tiene miedo a hablar en contra de las jerarquías”.
Si esta posición prevalece en el discurso oficial de Francisco, entrará
de lleno a disputar el terreno populista a las corrientes latinoamericanas del
socialismo del siglo XXI. Y no sería de extrañar que se proponga liderar esas
políticas, desde el seno de la iglesia. Esta perspectiva no es descabellada, a
partir de la visión del Vaticano, consciente de que Europa ha dejado de ser su
principal bastión, debido a la descristianización
del viejo continente. Latinoamérica es una región que muestra hoy un inusitado
dinamismo político, social y económico, por lo mismo es vista por la iglesia como el continente
del futuro y Francisco como el protagonista, en un nuevo escenario, donde
emprender la cruzada de restauración de la fe y el poder perdido.
Era la esperanza ... pero parece que la Iglesia Católica como Institución va en declive ...
ResponderEliminarPara mi era importante seguir leyendo tus artículos. Ojalá pudiéramos conversar sobre estos temas y más.
Un abrazo,
Fátima Montaño