Por Leonardo Parrini
Los venezolanos chavistas celebraron
a ritmo de joropo, el mismo ritmo que tiene la revolución bolivariana, sostenido, progresivo y alegre. Y en todos
los rincones de Venezuela se escuchó Alma
llanera, ese himno nacional estrenado en 1914 que canta a las riberas del Arauca vibrador, a las garzas y las rosas, hoy convertidas
en pasiones revolucionarias. Como el joropo, las elecciones presidenciales venezolanas
resultaron previsibles con variantes que le dieron un sabor especial, como las múltiples
versiones del clásico que en su letra define los estados de ánimo que acompañan
el proceso de cambio venezolano: amo, lloro, canto sueño…Estados del alma de triunfadores
y perdedores, porque eso tiene de hermoso una lid democrática: libera el espíritu
pasionario de los contrincantes.
Y en el fervor de las pasiones
los venezolanos vivieron una jornada electoral impecable, según observadores internacionales,
que marca el ritmo a un proceso político que muestra hoy al mundo inéditas variantes.
Es la primera vez que la distancia entre gobierno y oposición se acorta al 10 %
de diferencia, acorde con el escrutinio final de las elecciones del domingo.
Diferencia numérica que expresa factores
cualitativos como la recomposición de una oposición que llegó a soñar con el
triunfo y luego lloró una derrota -con sabor a victoria- por el estrecho margen
entre ambos candidatos.
No en vano Hugo Chávez (55%),
en gesto caballeroso y conciliador, llamó por teléfono a Henrique Capriles
(45%) al término de los comicios, reconociendo luego en Twitter: “créanmelo, hemos
sostenido una amena conversación”. Y en
seguida, invitó a la unidad de los venezolanos, “pese a las diferencias”. Este
gesto del ganador es signo ineludible de respeto al contendor, lo que hasta
antes de las elecciones había sido denostación contra el abogado de origen judío
vinculado a familias propietarias de medios de comunicación opositores al régimen
chavista.
El costo político y económico de la revolución
Una lectura del proceso
venezolano permite colegir que la democracia llanera funciona y acorta distancias
políticas en el fragor de las pasiones, con
dos detalles: la satanización de Chávez en la virulenta campaña opositora
no surtió efecto y la maquinaria electoral oficialista no pudo contrarrestar
con mayor eficacia a un Capriles que desafió al poder con 6 millones de seguidores
que “marcaron el camino a seguir”, como reconoció el abogado opositor.
Pero aquello no es gratuito ni
casual. Venezuela, país con la mayor reserva de petróleo del mundo, enfrenta
una inflación del 9.8% y un déficit habitacional que pone al régimen en el desafío
de hacer 400 mil viviendas anuales, según promesa electoral de Chávez. Reto que
se suma a la necesidad de reducir a cero los dos millones de pobres que aún subsisten
en la miseria y bajar el desempleo al 4% en la actual Venezuela petrolera que
se plantea, además, elevar de 2 a 6 millones de barriles la producción diaria
de crudo.
De cara al nuevo periodo presidencial,
Chávez ha prometido “corregir los errores de 14 años” y “jamás volver al neoliberalismo”, para
consolidar el “socialismo democrático”. El camino está expedito para el ex militar
en los próximos dos años, con una Asamblea Nacional dominada por el oficialista
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), pero deberá reeditar el triunfo
en las elecciones de gobernadores en diciembre.
En los planes de la revolución llanera no hay cambios a la vista que no sea continuar con el plan
de nacionalizaciones de empresas en los sectores de energía, alimentación y construcción
para consolidar la economía estatal. Una medida con nefastas consecuencias para
algunos y, para otros, una política que acentúa la “dependencia del país a las costosas
importaciones que se mueven al ritmo de los volátiles precios del petróleo”. La
revolución tiene un costo político y económico como demuestran los hechos en
Venezuela. El gobierno de Chávez ha anunciado una expansión del gasto público
con fondos petroleros para planes de alimentación, salud y vivienda argumentos
de efecto positivo entre el electorado.
El llamado socialismo del
siglo XXI rindió examen satisfactorio en Venezuela, consolidando su proyecto político
para los siguientes cinco años, aun con
una oposición que se ha recompuesto y que ya probó su capacidad de movilización.
Sin contar con la incertidumbre en la salud del presidente Hugo Chávez, quien
ha pedido en una pasionaria oración llanera: “¡Dios mío!, síguenos dando vida y
salud para seguir construyendo esta patria buena, esta patria nueva, esta
patria bolivariana, esta patria socialista”.
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