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sábado, 6 de diciembre de 2014

UNASUR, MÁS ALLÁ DEL SÍMBOLO


Por Leonardo Parrini

Cuando Roland Barthes dijo que el símbolo es una estructura ausente, quiso decir que ésta representa las cualidades en lugar de aquello que dice simbolizar. Los símbolos en la inauguración de la nueva sede de la Unión de Naciones Sudamericanas UNASUR, en Quito, en el sector de la Mitad del Mundo, brillaron por su omnipresencia. La Mitad del Mundo, esta imaginaria locación equinoccial preponderante por la ancestral adoración a Inti, dios solar de los amerindios. Estratégica por su condición ecuatorial, divisoria y equidistante de todos los puntos paralelos del globo terráqueo. Promisoria por su atractivo turístico y comercial, es el símbolo de UNASUR. Todas estas cualidades geofísicas de la mitad del planeta, bien son atribuibles a esta organización de la unidad sudamericana creada en el 2008.

El lugar es imponente, techo del mundo, -como solemos decir en Quito-, centro de la tierra que otorga esa condición geoespacial tan especial. Como la propia sede del organismo regional, inteligente, dinámica y moderna. He ahí otro símbolo de su tecné, de su capacidad de hacer y gestionar los propósitos de sus pueblos representados en el último intento de alianza estratégica sudamericana.

“Estamos en el centro del mundo, donde se adoraba al Dios Inti, donde se celebraba la cosecha y el buen vivir”, dijo el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, mandatario tan afecto a los símbolos y las analogías. De suyo, su gobierno y país, hoy sede permanente de UNASUR, es una promisoria metáfora de unión sudamericana.

Más allá de los símbolos, el Presidente Correa puso el dedo en el meollo: UNASUR se viene estancando, necesita ser revitalizada para pagar la deuda pendiente de la integración y en esa demora hay un peligro –dijo, parafraseando a Eloy Alfaro-, porque la desunión no resiste el tiempo perdido. UNASUR amerita una urgente reingeniería de sus procesos, para avanzar sin tranzar con la burocracia, o con la sobredosis de democracia en la que todo debe ser aprobado por unanimidad, lo que da lugar a veto, por tanto, a frenar las iniciativas subregionales.

Entre las asignaturas pendientes, la ciudadanía sudamericana es otro reto simbolizado en una identidad subcontinental que derribe las fronteras en la práctica cotidiana de sus habitantes. Que abra los pasadizos, conecte a los pueblos, viabilice el intercambio, fomente el diálogo y concrete la unidad en el día a día. Otros proyectos, en los que parece haber consenso, consisten en crear un centro para discutir controversias y concretar acuerdos de cooperación en el ámbito de la educación, para que sea posible la formación de ciudadanos y profesionales.

La casa grande

Si de simbolismos se trata, bien se podría llamar Hatun Huasi, casa grande, a la magnífica sede de UNASUR. Símbolo, pero al mismo tiempo una realidad de 20 mil metros de construcción y 17 mil de exteriores. Constituida a un costo de 43 millones de dólares, la obra consta de cinco pisos levantados por las manos de 1.200 trabajadores del sector. El edificio alberga salas de plenarias, bibliotecas, salas de reuniones, servicios múltiples y es considerada la obra más moderna de Latinoamérica.

En esta sede se propuso mantener un trabajo permanente de los delegados de UNASUR para hacer un sitio de actividad cotidiana, y no solo un símbolo de reuniones altisonantes, discursos emotivos y promesas incumplidas. Solo así UNASUR será ya un símbolo de sí misma: unidad en la diversidad sudamericana, potencia mundial de la paz.

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