Por Leonardo
Parrini
Sobre el verde
exuberante de la selva se extiende la Amazonía ecuatoriana en una superficie de
120 mil kilómetros cuadrados como el territorio natural y biodiverso más
representativo del mundo. Allí tiene lugar la vida de especies únicas en el
planeta que han hecho del bosque húmedo tropical su hábitat milenario. El
relieve amazónico es de marcados contrates desde las altas cumbre andinas, al
occidente, hasta las llanuras orientales. En un escenario de singular belleza
la Pachamama describe un descenso vertiginoso que se inicia en la sierra y se
extiende por la selva virgen con ondulantes colinas que atraviesan la alta
Amazonía y declinan en las tierras bajas.
Un inventario
natural de la Amazonía ecuatorial registra “20 especies de plantas que suplen
el 90 por ciento de la demanda mundial. Existen allí ocho mil especies de
plantas medicinales, 85 especies de peces, 47 anfibios y reptiles, 95 aves y 80
especies de mamíferos en peligro de extinción, donde vive el 70 por ciento de
las 25 mil especies de plantas vasculares que existen en el planeta”. En este
universo rico en biodiversidad y recursos naturales, se asientan culturas
ancestrales representadas por los pueblos y comunidades, entre los que destacan
las nacionalidades Shuar, Achuar, Kichwas, Andoas, Saparos, Waorani, Shiwiar,
Cofanes y Secoyas.
En esas comarcas
conquistadas con la espada y la cruz tuvo origen la región oriental de la
República del Ecuador, políticamente dividida en las provincias de Orellana, Pastaza, Napo, Sucumbíos. Morona Santiago y Zamora Chinchipe. La población amazónica, según el
último censo del 2010, alcanza los 739,814 habitantes. Sobre esa pródiga
geografía se escribió una historia de exclusión y olvido, con un guión de
marginalidad y abandono de su gente. Indiferencia estatal que permaneció
simbolizada en la voz arrogante de un presidente ecuatoriano que sentenció que
el oriente es un mito, en el que
jamás su corta visión centralizadora y racista alcanzó a ver culturas
ancestrales o recursos naturales existentes en la región. Habría de iniciarse
un nuevo tramo histórico con el descubrimiento de petróleo en el noreste de la
Amazonía ecuatoriana, para que la región cobrara importancia a los ojos de los
poderes centrales. Cuando no, para la voracidad de las compañías transnacionales
que succionaron la riqueza del subsuelo selvático y marcaron con estigma de
devastación su paisaje.
Cambia todo cambia
Se dice que la
historia es el discurso temporal y cambiante de la vida social. Y es así, que a
partir de una nueva voluntad política del pueblo ecuatoriano, plasmada en la
Constitución del 2008, que los derechos colectivos y de la naturaleza quedan
consignados y adquieren el poder de cambiar el porvenir de la Amazonia. Bajo un
principio de soberanía e inclusión, el Estado inicia un proceso de recuperación
del control y aprovechamiento responsable de los recursos naturales existentes
en la región amazónica. La relación necesaria entre el Estado y las empresas
hidrocarburíferas adquiere una nueva dimensión, a partir de la reforma de la
ley de Hidrocarburos en el año 2010. La reforma permitió al Estado y a las empresas
extractoras renegociar los contratos del modelo de participación para iniciar
una relación contractual de prestación de servicios en la exploración de
hidrocarburos. Esta inédita modalidad devolvió al Estado el control del 100% de
la producción y una renta del 80% en promedio, frente al 18% que recibía con el
anterior modelo. Bajo los nuevos contratos el Estado paga una tarifa que
fluctúa entre 35 y 41 dólares por barril de petróleo con convenios suscritos, en
algunos casos, hasta el 2025. Con la nueva política las comunidades reciben legalmente el 12% de
utilidades de la explotación del petróleo, a través de la ejecución de
proyectos de desarrollo social que responden a sus necesidades y que corresponden a los planes
ordenamiento territorial.
No obstante, el
Ecuador se abstuvo durante 16 años de iniciar una exploración petrolera para
indagar la existencia de nuevas reservas en el suroriente que pudieran
sustituir los recursos provenientes y declinantes del nororiente. La ronda
suroriente iniciada en el 2012 puso fin a esta omisión y creó las condiciones
para cristalizar con reservas adicionales la nueva época petrolera, plasmada en
una política pública asentada en el principio de soberanía, inversión privada a
riesgo, sustentabilidad de los proyectos y beneficio social a las comunidades
involucradas en la exploración y explotación petrolera. La ronda suroriente
puso en marcha un modelo de gestión inédito inspirado en los principios
internacionales de reconocimiento de los derechos y pueblos amazónicos, y en la
definición constitucional de un Estado plurinacional e intercultural que, bajo
el influjo de inclusión social, equidad económica, democracia profunda y
participación ciudadana, inició la nueva realidad hidrocarburifera del país.
El modelo de
gestión de la ronda suroriente implicó la realización de una consulta previa,
libre e informada a los pueblos amazónicos para que, por derecho propio, sean
informados y consultados respecto de cómo conciben el aprovechamiento de los
recursos naturales existentes en sus territorios, y cómo la comunidad se
inserta, en tanto ente productivo y proveedor de servicios locales, en el nuevo
escenario económico y social de su región. Es así que dicha consulta,
convertida en espacio de reivindicación social, tomó el parecer en forma directa
a más de 15 mil habitantes de las provincias de Pastaza, Morona Santiago y
parte Orellana y Napo, a través de mecanismos de participación directa en asambleas
comunitarias, audiencias públicas y oficinas de información itinerantes que
pretendían llevar la información hasta los rincones más apartados de la selva.
La intervención del Estado en el marco de la ronda suroriente incluyó además la realización de un estudio socio ambiental de la región, implementado por la
Secretaria de Hidrocarburos, que obtuvo un completo inventario de los elementos
naturales, sociales políticos y económicos de la zona, con la perspectiva de
disponer de información actualizada que permita una óptima toma de decisiones.
La intervención estatal durante la ronda suroriente, caracterizada por una
inagotable voluntad de diálogo con la ciudadanía, fue consolidando inéditas
relaciones de confianza entre el Estado y las comunidades. Por primera vez en
la historia se hace posible una convivencia plurinacional e intercultural
respetuosa de la realidad ancestral, cultural e idiomática de la región
amazónica, así como el aporte de la cosmovisión de los pueblos indígenas y su
relación con la naturaleza. Estos elementos hoy se armonizan con la política
pública para el sector hidrocarburífero, lo que permite avizorar un nuevo
sentido para la acción estatal en los sectores estrategicos de la economía.
La nueva
realidad amazónica dio sus frutos. En reciente declaración la gobernadora de
Pastaza, Denise Coka, anunció “el inicio de la nueva época petrolera para la
provincia”, a partir de los resultados de la ronda suroriente que determina la
eventual asignación y adjudicación de cuatro bloques petroleros. El ministro de
Recursos Naturales no Renovables, Pedro Merizalde, había confirmado hace un mes
que el bloque 28 ubicado en Pastaza, será adjudicado al consorcio conformado
por empresas públicas de la comunidad internacional, la ecuatoriana Petroamazonas
(51%), Enap de Chile (42%) y Belorusneft
de Bielorrusia (7%). La firma de dicho contrato es cuestión de días,
según la información oficial. En tanto,
por el bloque 29 (desplegado en Pastaza, Napo y Francisco. de Orellana) se
trabaja en una negociación con la empresa española Repsol. Mientras que se
recibieron también ofertas de Andes Petroleum para los bloques 79 y 83 en la
provincia de Pastaza.
Nuevos yacimentos
Un nuevo hecho
se suma estos días a la situación social y económica en el suroriente de la
Amazonía. Las exploraciones preliminares realizadas desde hace cuatro años por
la empresa italiana Eni Agip Oi Ecuador BVl, contratista del bloque 10, en el campo Oglan, provincia de Pastaza, permitieron determinar la existencia de un yacimiento
petrolero con reservas probables de 300 millones de barriles en sitio. En la prueba de producción en
el campo Oglan fluyeron 1.100 barriles de petróleo por día. Esto indica una
capacidad diaria de producción de hasta 2.000 barriles de petróleo por pozo. De acuerdo al Foro
Energético y Minero, esta cantidad de crudo se suma a los 5.600 millones de
barriles de reserva que tiene Ecuador. A esto se agrega el
ITT, como proyecto inmediato y seguro, cuyas reservas cuantificadas por el
Instituto Francés del Petróleo, ascienden alrededor de 900 millones de barriles
de un crudo de 14 grados AP.
Los nuevos vientos
que corren por la Amazonía fluyen de cara a un horizonte socio económico y
cultural en que la cotidianeidad que vive la región cuenta con la participación
activa y vigilante de la comunidad. El dirigente comunitario amazónico, Iván
Quispe, resumió en una sola frase la nueva realidad: Ahora vamos a vivir el orgullo de ser petroleros. Esa afirmación encierra
una verdad tangible: ahora el petróleo es una ilusión movilizadora como factor
de desarrollo para la Amazonía. El suroriente hace posible cambiar la historia del
pasado porque apuesta a una nueva realidad expresada en la decisión del Presidente
Rafael Correa: no podrá salir un dólar de la región amazónica, proveniente del
petróleo, sin que antes se haya saldado la deuda histórica de vencer la batalla
contra la pobreza de esa región. Esta situación auspiciada por una reiterada
voluntad de diálogo entre la comunidad y el Estado renueva la esperanza de los
amazónicos, porque permite consolidar relaciones de confianza mutua para que,
más temprano que tarde, el Ecuador inaugure el progreso y la justicia social de
la Amazonia, región generosa y fecunda que financia con los frutos de la
Pachamama el buen y vivir y desarrollo nacional de todo un país.
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