Por Leonardo
Parrini
“Alerta, alerta,
alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina”. Esta arenga la
hemos oído en múltiples ocasiones en mítines de la izquierda marxista, de la centro izquierda,
e incluso, en un colegio quiteño aniñado con motivo de una efeméride relativa
al Libertador. Al margen de
esta personalización surrealista que la metáfora confiere a la espada de Simón Bolívar
y que pretende rescatarla como símbolo de lucha política y social, la fecha de
su natalicio acaecido el 24 de julio de 1783, amerita reflexionar sobre el
sentido de la presencia bolivariana en América Latina, bajo cuya égida se
pretende amparar un pensamiento revolucionario hoy día.
Del rol independentista
de Simón Bolívar aprendido en la escuela, heredado en el pensamiento político liberal
y posteriormente reivindicado por la propaganda del nuevo socialismo del siglo XXI, no cabe
duda. Pero, a poco escudriñar en la historia no es difícil encontrar una magna contradicción
del pensamiento marxista en relación con la figura del prócer latinoamericano. Y
los entredichos acerca de la figura de Bolívar surgen en las fuentes mismas del
marxismo, en la célebre carta de C. Marx a F. Engels de febrero de 1958, en la
que el pensador alemán descarga una diatriba de este calibre: el "canalla más cobarde, brutal y
miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque". En esa misma
oportunidad, afirmó que Bolívar era un mito de la fantasía popular: "La fuerza creadora de los mitos,
característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su
eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es,
sin duda, el de Simón Bolívar".
La preocupación de
Marx por Bolívar tiene origen en un artículo que le fuera solicitado por el periódico
New York Daily Tribune con fines académicos; no obstante, el “tono prejuiciado”
del escrito motivó el rechazo del editor. Finalmente el texto fue publicado
como Herr Vogt para una enciclopedia americana,
en el que Marx expresa: Bolívar estableció
un escogido cuerpo de tropas bajo el nombre de guardaespaldas y se rodeó con el
aparato de una corte. Pero como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz de
todo esfuerzo de largo aliento. Y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar,
en la cual los asuntos más importantes quedaban en manos de favoritos que
arruinaban las finanzas públicas y luego recurrían a medios odiosos para
reorganizarlas.
El relato
marxista inicia con una descripción de Bolívar como “descendiente de familias mantuanas, que en la época de la dominación
española constituían la nobleza criolla en Venezuela”. De hecho Bolívar nació en
el seno de una familia “de origen vasco de la hidalguía criolla venezolana”.
De refinada educación, Bolívar se nutre del pensamiento de Locke, Rousseau, Voltaire,
Montesquieu y toma contacto en Paris con Napoleón y Humboldt. Se afilia a la masonería abrazando el pensamiento
liberal bajo el compromiso de liberar a su país de la dominación española. En
dos oportunidades, en 1810 y 1813 intenta fraguar movimientos independentistas que
sufrieron reveces, hasta conseguir en 1816 hacerse del control del país venezolano.
Bolívar soñaba
con formar una gran confederación que uniera a todas las antiguas colonias
españolas de América, inspirada en el modelo de Estados Unidos. La crónica registra:
Bolívar cruzó los Andes y venció a las tropas realistas españolas en la batalla
de Boyacá (1819), que dio la independencia al Virreinato de Nueva Granada (la
actual Colombia). Reunió entonces un Congreso en Angostura (1819), que elaboró
una Constitución para la nueva República de Colombia, que englobaba lo que hoy
son Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá; el mismo Simón Bolívar fue elegido
presidente de esta Gran Colombia. Luego liberó el territorio de la Audiencia
de Quito (actual Ecuador) en unión de Antonio José de Sucre, tras imponerse en
la batalla de Pichincha (1822). Bolívar, presidente ya de Colombia (1819-30),
lo fue también de Perú (1824-26) y de Bolivia (1825-26), implantando en estas
dos últimas Repúblicas un modelo constitucional llamado «monocrático», con un
presidente vitalicio y hereditario.
Respecto de la
campaña de Bolívar en suelo Americano, Marx en su carta a Engels, consigna que “el Libertador rehusó adherirse a la
revolución que estalló en Caracas el 19 de abril de 1810, a pesar de las
instancias de su primo José Félix Ribas. En cuanto a la misión de Bolívar a
Londres en 1811 (junto con Bello y López Méndez), Marx afirma que ésta se
redujo a la autorización para exportar armas, teniendo que abonarlas de contado
y pagar fuertes derechos”.
En un intento
por explicar la versión marxista de la figura de Simón Bolívar, Ana María
Rivadeo sostiene: “La historia de América
Latina se caracteriza, en efecto, en ese momento, por la ausencia de una
voluntad nacional y popular de las elites criollas que habían encabezado la
independencia. Esta debilidad de las elites, aunada a la ausencia de masas
populares con un proyecto autónomo, configuran una situación histórica que no
favorece la apertura, en el pensamiento de Marx, de un horizonte de búsqueda
teórica análogo al que ya había considerado para otros procesos, o a los que consideraría
en el futuro como Rusia”
Los reveces de Bolívar
en sus campañas iniciales son descritos por Marx como traición: La pérdida de
la plaza de Puerto Cabello en la Primera República, es “una huida cobarde y a escondidas de Bolívar para ocultarse en San
Mateo y con posterioridad participar, personalmente, en el asalto y detención
de Miranda en La Guaira, traicionándolo de esta forma al entregarlo engrillado
al general español Monteverde, quien lo envió a Cádiz donde luego moriría”.
Por la que Bolívar habría recibido favores de la corona española, en
reconocimiento por su servicio prestado al Rey de España con la entrega de
Miranda.
La campaña de
Santa Marta en 1814 emprendida por Bolívar es denostada por Marx al punto de
decir que Bolívar “permitió a sus
soldados que la saquearan durante cuarenta y ocho horas”. Mientras que la
retirada a Jamaica, en 1815, es descrita como una “huida de Bolívar durante ocho largos meses, mientras los generales
patriotas ofrecían su tenaz resistencia en Venezuela”. Para Marx, Bolívar es el dictador traidor y cobarde que
abandona a Arismendi en 1817, en Margarita, en manos de los españoles, y luego
a Freites en la Casa de la Misericordia en Barcelona, donde éste muere en
batalla. Frente a ello, no se escatimaban sarcasmos contra Bolívar como el
'Napoleón de las retiradas'.
La conquista emprendida
en Nueva Granada habría sido –según Marx- un gesto militar de las tropas inglesas
y en referencia de la batalla de Carabobo en 1821, señala que Bolívar solicitó
tregua que sus subalternos habrían rechazado. De igual modo, en la versión marxista,
“los logros de la campaña de Quito (1822)
se debieron a los oficiales británicos'. Y en Bolivia, sometida a las bayonetas
de Sucre', Bolívar dio curso libre a sus tendencias de despotismo”. Los
edictos bolivarianos habrían sido motivados en el Congreso de Panamá, en 1826, para
unificar América del Sur, por el afán de Bolívar “de satisfacer sus apetencias de poderes dictatoriales”.
La descripción
de Simón Bolívar compartida por Marx no deja dudas de su denuesto: Tiene frecuentes y súbitos arrebatos de ira,
y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca y se desata en improperios
y maldiciones contra cuantos lo rodean. Le gusta proferir sarcasmos contra los
ausentes, no lee más que literatura francesa de carácter liviano...Le agrada
oírse hablar, y pronunciar brindis le deleita.
Frente a esta leyenda negra, escrita de puño y letra
por Carlos Marx, cabe reflexionar si los afanes marxistas que
emanan de la propia tierra de Bolívar, en el discurso oficial del Gobierno de Bolivariano
de Venezuela, cuyo presidente Nicolás Maduro afirma haber “asumido el
marxismo”, resisten, al menos, un análisis de coherencia ideológica. La respuesta
a la pregunta ¿se puede ser bolivariano marxista hoy? queda pendiente, como la
espada de Bolívar sobre América Latina.
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