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lunes, 3 de febrero de 2014

AMÉRICA LATINA: LAS VENAS ABIERTAS…EL PUÑO CERRADO


Por Leonardo Parrini

La célebre expresión de Eduardo Galeano que dio por título al libro Las venas abiertas de América Latina (1973), alude a un pasado de miseria y dolor que caracterizó la situación del continente en sus primeros 500 años de vida dependiente y postergada y que condenó a sus habitantes a "la pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la tierra".

Historia de venas desangrando que comienza en “el saqueo realizado por culturas que dejaron a nuestros pueblos sin la mayoría de las riquezas de sus suelos, que arrasaron con la plata y el oro, posteriormente con nuestros productos vegetales, y por último, con nuestros hidrocarburos y demás productos de extracción mineral como el cobre, hierro y estaño”.

Los ulteriores 200 años de vida republicana y dependiente de los monopolios internacionales, en complicidad con gobiernos que representaban grupos económicos surgidos de la concentración de poder político y económico, bien estaban representados en el desangre de un territorio rico en recursos humanos y naturales, y pobre en decisiones políticas económicamente justas y socialmente incluyentes.  

Desangre de riquezas históricamente extraídas y saqueadas por las transnacionales petroleras, frutícolas, mineras, entre otros monoproductos con que Latinoamérica “se insertó en el mercado mundial”, sin beneficio de inventario para sus naciones. Desangre de los pueblos latinoamericanos -en sentido literal-, en su intento de liberación nacional de la bota militar que durante los años setenta bañó en sangre popular a nuestros territorios.

La vieja condición de patio trasero, de tugurio tercermundista, de mercado de segundo orden queda atrás, superando el vertedero  de  sangre de sus venas abiertas, como un continente joven en proyección futura, pero envejecido por un pasado de miseria y oprobio.

Cerrar filas con puños cerrados

Así lo confirma la Cumbre de la CELAC II (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) que tuvo lugar recientemente en Cuba, cuya Declaración de La Habana del 29 de enero, “reviste una importancia histórica para América Latina”, conforme el diagnóstico del Juan Paz y Miño.

¿Por qué?  Por la concurrencia en pleno de todos los países de Sudamérica y el Caribe, con excepción de los EE.UU y Canadá. Exclusión que, en los actuales momentos, no sólo es geográfica sino, además,  política e ideológica. La no presencia de la potencia capitalista norteamericana, representa la constitución de un espacio independiente de “legitimación continental para Cuba y un bofetón a la política exterior de los EE.UU.”

Esta nueva correlación de fuerzas internacional agrupada en el encuentro continental, sin el guardián de los intereses capitalistas transnacionales, constituye un paso importante en la integración del continente. Ahora esa voluntad política continental, expresada en la CELAC II, se ha puesto de contrapunto con el integrasionismo a la sombra de los EEUU, que caracterizó a la política exterior latinoamericana desde los años sesenta.

Es trascendental este encuentro de la CELA II, además, porque se yergue como “espacio de diálogo y concertación política que nos une”, bajo nuevos apropósitos continentales a la luz de haber logrado una mayor conciencia regional y a una mayor disposición política a ser independientes de los caprichos del capital internacional.

Nos hemos reconocido únicos, plurales y diversos como territorio joven, y potencialmente fecundo, en decisiones y en acciones que nos permitan vencer la miseria y el oprobio que nos desangraba antes como continente sojuzgado. Ahora la unidad en la diversidad nos permite avizorar, con un solo puño en alto, la unidad por el progreso y bienestar de nuestros pueblos. No en vano, la región registra el mayor crecimiento económico de las últimas décadas, acompañado de la superación de viejos esquemas de democracia indirecta y formal, lo que permite avanzar hacia formas de inclusión política, participación ciudadana y justica social, sin precedentes.

En lo concreto, CELAC II, ha reivindicado algunos hechos que eran deuda pendiente del continente, como la soberanía argentina sobre Las Malvinas, la condición latinoamericana de Puerto Rico y el respeto por las formas que Cuba adopte en su decisión interna de gobierno. Los nuevos vientos que corren en la región descubren a una América Latina que restañe heridas de venas abiertas y cierra el puño, como símbolo de decisión de vencer la miseria y el oprobio de antaño.  

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